El pasado viernes día 13 de marzo, víspera de Santa Matilde, mientras que los españoles ya se barruntaban la declaración del Estado de Alerta por parte del gobierno de España, otros Estados europeos seguían anunciando sus estrategias para contrarrestar la expansión del coronavirus codificado como CoV-2019.
En Reino Unido, su Primer Ministro, el tory Boris Johnson, compareció ante los medios de comunicación, desde Downing Street, para anunciar su criterio estratégico contra la pandemia en cuestión, contrario al énfasis de gobiernos como el español y el italiano, no muy alejados de lo que se puede considerar como aplicación de una ley marcial.
Por el momento, no se ha ordenado la suspensión de la actividad educativa. Johnson habló de la conveniencia de crear una «inmunidad de grupo» y, aunque bajo una actitud totalmente churchilliana dijo lamentar que muchas familias fueran a perder a sus seres queridos, no desaconsejó la precaución y contención para ancianos y otros enfermos.
En cualquier caso, esta estrategia decidida desembocó en una gran polémica que, si bien ha sido acentuada por ese establishment progre-socialdemócrata y globalista que no le perdonará su euroescepticismo, ha resultado en una preocupación «razonable» por alguno que otro, sin obedecer precisamente a esos prejuicios ideológicos.
Pero, ¿podemos exagerar tanto como para considerar que ha habido una pérdida total del juicio racional?
Difícilmente podemos considerar a Patrick Vallance como un «necio científico»
Las decisiones en cuestión han contado con una especie de previa asesoría científica. En este caso, hablamos de la máxima referencia científica asignada al ejecutivo británico (desde mayo del año 2018), el doctor Patrick Vallance, médico-cirujano así como docente.
Este fue además responsable de Investigación y Desarrollo de la empresa farmacéutica GlaxoSmithKline (entre cuyos productos más conocidos figuran la crema anti-inflamatoria Voltadol, el dentífrico Parodontax y el complejo suplementario vitamínico Centrum).
Durante su periodo de liderazgo, desde 2012 hasta el año 2018, nuevos medicamentos para el tratamiento de cánceres, cuadros asmáticos, enfermedades autoinmunológicas y SIDA (incluso hizo una apuesta fuerte por el tratamiento de enfermedades tropicales).
De hecho, pese a la presión mediática, no se ha quedado solo. Hay otras personalidades del ámbito médico y científico que avalan su criterio, directa o indirectamente. Este es el caso del profesor Keith Neal y la doctora Ellie Cannon.
¿En qué consiste entonces la estrategia de Boris Johnson?
El pasado 3 de marzo de 2020, el Departamento de Sanidad y Atención Social del gobierno británico publicó un documento titulado Plan de acción frente al coronavirus: una guía de lo que puedes esperar a lo largo del Reino Unido.
En ese mismo documento, se enuncian cuatro fases, a enumerar a continuación:
- Contención: Detección temprana, seguimiento de contactos cercanos y toma de control en tanto como razonablemente sea posible.
- Retraso: Ralentización de la propagación.
- Investigación: Búsqueda de una aminoramiento del efecto de la enfermedad e innovar en respuestas de diagnóstico, medicamentos y vacunas.
- Mitigación: Aseguramiento de una atención sanitaria de calidad para los enfermos.
En estos momentos, de cara a la contención, aparte de poner en cuarentena a los posibles infectados, se han reforzado los controles fronterizos así como en infraestructuras portuarias y aeroportuarias, y se facilitó la continuidad en el país de quienes no pudieran regresar a países con zonas en cuarentena.
Mientras, en cuanto al retraso (delay), se tiene como objetivo la detección y aislamiento de casos en sus fases más tempranas, al mismo tiempo que se incide en acciones individuales como lavarse más las manos o tomar las obvias precauciones al toser o estornudar. Se considera que así se contrarrestarán los picos de la infección.
Es más, se supone que si el pico de la eclosión se puede retrasar hasta meses más calurosos, puede aminorarse el riesgo de solapamiento con la gripe estacional y otros retos característicos de los periodos de temperaturas más bajas.
En España no se había hecho nada
Durante estas semanas, en España, nadie emitía ninguna clase de advertencia (tampoco se adoptaron precauciones ni controles de ninguna clase). En el Gobierno de España aparentaban estar en la más absoluta inopia, compareciendo solo ese famoso epidemiólogo absurdamente risueño que ejercía complicidad con la mentira.
Pero resulta que, mientras que en países como Corea del Sur y Singapur se ha contrarrestado la epidemia gracias a detecciones y tomas de precaución tempranas -que no a la mentira ni a ninguna clase de cuarentena masiva, las severas restricciones a la libre circulación impuestas en Italia tampoco han servido de mucho.
Según el diario PanamPost, pese a llevar una quincena en cuarentena, ayer se registró una de las cifras más altas de fallecidos en Italia (368 fallecidos en tan solo 24 horas). Es más, si se observan series logarítmicas como las expuestas en Worldometers, la evolución es peor en el conjunto global y en Italia que en Reino Unido.
No es cuestión de defender o dejar de defender a Boris Johnson
Con este análisis editorial de actualidad no se busca desarrollar una postura ideologizada o partidista favorable al Primer Ministro británico, en base a una cláusula de incondicionalidad. Tampoco hay intención de desarrollar una especie de estudio médico.
Simplemente se contribuye a la labor informativa en base al análisis riguroso, promoviendo el contraste y la reflexión, sin dejarnos guiar por la Mentira. Se cree que puede interesar conocer la realidad sobre las estrategias británicas, despojándonos de los desinformadores ideológicos revolucionarios.
Eso sí, lo que ha de quedar claro ante esta situación, una vez más, se considere el enfoque que se considere (surcoreano, singapurense, británico…), aconsejamos a la sociedad ser responsable en pro de su salud y de la de los demás así como mantenerse vigilante ante los peligros liberticidas de un «Estado Policial».
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