Por Laurence Daziano

La epidemia de coronavirus, iniciada en un mercado de Wuhan, arrastró a la economía mundial a un shock de oferta y demanda, tan grande como el del shock petrolero de 1973. Pero, más allá del efecto cíclico el coronavirus supone una profunda transformación en el comercio mundial que abre una nueva página en la globalización en la próxima década.

La extraordinaria dependencia de las economías occidentales de China

El coronavirus ha demostrado la extraordinaria dependencia de las economías occidentales de China. Durante veinte años, la producción industrial y manufacturera se ha trasladado a China, a un nivel extremo para ciertos productos industriales estratégicos, como medicamentos o equipos de telecomunicaciones. Beijing es ahora el «centro» del ensamblaje industrial global, ya sea para un teléfono inteligente, un automóvil o una batería eléctrica. El coronavirus ha demostrado la gran debilidad de las cadenas de valor mundiales, repartidas por todo el mundo entre varios países productores.

La globalización no está en retirada, sino en transformación, bajo el efecto del proteccionismo de Donald Trump, el Brexit o los debates en torno a la guerra comercial y tecnológica entre Washington y Beijing. El neoproteccionismo estadounidense y el conflicto latente con China son un consenso en los círculos de poder en Washington. Los países emergentes mantendrán la ventaja de una fuerza laboral capacitada y económica, pero las cadenas de valor, las relaciones económicas y comerciales se transformarán.

Los propios europeos han comenzado a cambiar su postura al implementar protecciones en sus activos estratégicos y al reflexionar sobre su autonomía tecnológica. El aggiornamento en curso en la Comisión Europea sobre reciprocidad comercial es un ejemplo, como lo es la regionalización de las cadenas de producción ilustrada por la apertura de una fábrica por LVMH en Texas o la construcción de una fábrica de Huawei en Francia , para sortear las barreras no arancelarias y el deseo de los Estados de proteger sus intereses estratégicos.

La transformación de la globalización podría incluso analizarse, no a la luz del movimiento de globalización que comenzó después de la caída del Muro de Berlín, sino a través de una historia continua que comenzó en el momento de los grandes descubrimientos y la Compañía de las Indias Orientales. Fernand Braudel lo analizó magistralmente en » La dinámica del capitalismo «, describiendo la economía mundial con su centro, del cual fluyen todos los intercambios: «El sol de la historia brilla con los colores más brillantes, donde se manifiestan altos precios, altos salarios, banca, bienes reales, industrias rentables, agricultura capitalista; Existe el punto de partida y el punto final de los largos tráficos, la afluencia de metales preciosos, monedas fuertes y títulos de crédito . «

La globalización no ha dejado de crecer y transformarse desde el siglo XXI. Nueva York ya no es el único centro de globalización, cuyo corazón también late en Shanghai, Bombay, Moscú y Estambul. El ciclo de globalización «feliz», que surgió después de la caída del Muro de Berlín y defendido por Bill Clinton, está terminando. Aparece un nuevo ciclo, con un resultado incierto.

Este artículo se publicó por primera vez en Synthesenationale

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