Por Erika Hughes
Hace unos días, en un evento al que acudí en Londres había un cartel que rezaba: “Por favor, evite saludar con un apretón de manos”. A pesar del creciente estado de ansiedad en el que nos encontramos sumidos debido al coronavirus, para muchos de los que allí nos reunimos fue la primera vez que nos topábamos con un requerimiento semejante. Bajo la petición se podía observar una pequeña imagen de dos manos carentes de cuerpo agarrándose, enmarcadas en un círculo rojo atravesado por una línea diagonal.
Resulta más sencillo pensar en la idea de tener que evitar un acto tan habitual que ponerla en práctica. El apretón de manos es algo que a muchos nos sale de forma automática. Fui instruido en el arte que incluye este saludo a muy temprana edad, en mi infancia en Estados Unidos. Tenía alrededor de 10 años cuando mi padre tuvo a bien ilustrarme: “En primer lugar, debes establecer contacto visual. Nadie quiere que le dé la mano alguien con la mirada ida, como un pez muerto”. Agarré su mano con toda la firmeza de la que pude hacer acopio, con mi enclenque muñeca y mis diminutos dedos atenazados por la presión y mis ojos clavados en los suyos.
Desde entonces, la coreografía que acompaña al apretón de manos no ha dejado de fascinarme: contacto visual decidido, leve asentimiento con la cabeza en señal de reconocimiento, ligero paso hacia delante y, por último, extensión de la mano derecha en un movimiento fluido antes de asir la mano del interlocutor imprimiendo la cantidad precisa de fuerza.
Buena voluntad
El apretón de manos se ha considerado tradicionalmente un gesto que establece una conexión positiva entre dos personas. Es uno de los principales movimientos y gestos mencionados por Henry Siddons en su obra Ilustraciones prácticas de acción y gesticulación retóricas. Publicado en 1807, se trata de un manual de gestos diseñado para el disfrute de los actores ingleses, adaptado a su vez de un texto clásico anterior, Ideen zu Einer Mimik (1785), elaborado por Johann Jacob Engel, del Teatro Nacional de Berlín.
Siddons describe el apretón de manos, un acto que “une dos extremidades del cuerpo humano entre sí”, como:
Una expresión habitual en señal de amistad, benevolencia y saludo. Este gesto comprende un significado mayúsculo, ya que la mano es la punta de lanza de la buena voluntad.
¿Qué podemos hacer cuando el anteriormente considerado apretón de manos se convierte en la materialización de una actitud potencialmente peligrosa?
El ministro del Interior alemán declinó el saludo formal a Angela Merkel cuando la canciller le extendió su mano, mientras que los italianos y españoles, que luchan por recuperarse de las cifras de infectados (las más altas de Europa), están poniendo en práctica nuevas pautas para afrontar los compromisos sociales que se distancian drásticamente de sus convenciones sociales, en las que los contactos, besos y abrazos eran hasta ahora frecuentes.
Sin embargo, el ejemplo más extremo lo encontramos en Dinamarca, donde los actos de concesión de la nacionalidad han sido suspendidos, ya que el apretón de manos se convirtió en un mandato legal como parte de la ceremonia merced a una modificación de la ley por parte de los conservadores en 2018. La medida, que fue criticada con dureza al ser considerada una iniciativa antiinmigración, está haciendo que cientos de personas deban esperar para conseguir la nacionalidad danesa a causa de la pandemia.
¿Cabe la posibilidad de que sucesos como estos supongan el principio del fin del apretón de manos?
Enseñanza a distancia
Andaba cavilando sobre el tema cuando me adentré en una sala de reuniones en el evento libre de apretones de manos anteriormente mencionado, donde me disponía a impartir un taller de improvisación para profesores de arte dramático, la mayoría de los cuales poseían ya una experiencia considerable en las lides escénicas. Había preparado varios ejercicios que implicaban contacto físico, entre los que se incluía uno en el que los participantes debían amortiguar la caída de sus compañeros con el fin de que afianzaran la confianza en el grupo. Otra de las actividades comenzaba con una serie de intercambios de apretones de manos por toda la habitación.
Antes de empezar, decidí preguntar a los participantes si tenían algún problema en tocarse unos a otros. La mayor parte no mostraron reparo alguno, pero al observar que varios de ellos no estaban del todo cómodos, adapté el taller y eliminé cualquier contacto directo que pudiera, como dijo Siddons, “unir dos cuerpos humanos”. Así pues, organicé a los asistentes en grupos, como había planeado desde un principio, con la salvedad de que debían representar el apretón y cualquier otro gesto similar en una suerte de mímica que permitiese mantener una franja de espacio entre los cuerpos.
La privación del contacto supuso un impacto palmario sobre el taller, ya que los participantes debían esforzarse por mantener la separación y resistir el impulso de tocar a sus compañeros. El dramaturgo alemán Bertolt Brecht identificó el poder de la actuación para hacer que lo familiar pareciera extraño, lo que dio en llamar Verfremdungseffekt o “efecto de distanciamiento”, revelando así todo lo que se esconde a ojos de la sociedad. De hecho, el cambio en la perspectiva transformó el natural apretón de manos en algo ajeno; al prescindir del elemento de contacto, se puso de manifiesto su ubicuidad dentro de los gestos que realizamos continuamente.
La sustitución del apretón de manos por su imitación contribuyó a que el grupo tomara conciencia del impulso aprendido para demostrar camaradería con sus semejantes. Tanto es así que no dejaron de escucharse disculpas mutuas por no tocarse entre ellos.
¿Qué vendrá a continuación?
El brote de coronavirus está provocando que la gente se replantee el apretón de manos y busque alternativas que permitan llevar a cabo un saludo similar sin necesidad de tocarse. Le revista India Today abogó por reemplazar el apretón de manos (occidental) y los besos en las mejillas por el retorno del saludo tradicional namasté, consistente en una ligera inclinación con las palmas de las manos unidas. Además de ensalzar sus virtudes higiénicas, el artículo destacaba la variante desi del saludo, originaria del subcontinente indio.
Esta crisis sanitaria mundial pone en tela de juicio la conveniencia del contacto en saludos y expresiones de cercanía. Si descartáramos el roce, modificaríamos necesariamente el repertorio de gestos de los que disponemos. La petición de “evitar los apretones de manos” tiene el potencial de reescribir por completo el modo en que nos relacionamos entre nosotros.
Si surgiera una respuesta global, podríamos avanzar hacia la representación de un nuevo abanico de gestos que redefiniría cómo interactuamos con las personas que nos rodean.
Este artículo se publicó primero en The Conversation
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