Hoy en Tradición Viva recomendamos un libro que narra unos hechos reales conmovedores. Se trata de ¡Por fin libre!, en el que la cristiana pakistaní Asia Bibi comparte su historia, su drama, con los lectores de todo el mundo.
Supongo que ya conocerás bien esa historia; pero, por si fuera necesario, te recuerdo lo principal: Asia Bibi fue condenada a muerte por uno de los tribunales locales de su país. Tras varias apelaciones y años de sufrimiento en prisiones inmundas, lejos de su familia, el Tribunal Supremo terminó por absolverla: quedaba libre por fin. Ahora la protagonista vive en Canadá y ha solicitado asilo en Francia.
¡Por fin libre! relata una peregrinación, la de Asia Bibi, que comenzó del peor modo posible y que continuó con meses, años, de padecimiento. A pesar de eso, a pesar de que la quebrada que estaba atravesando fuese bien oscura, la peregrina nunca perdió la esperanza. Era consciente de que no caminaba sola. Incluso cuando la noche parecía más cerrada, ella no dejó de percibir – aunque tímidamente – una luz que encendía su corazón y la impelía a mantenerse en pie.
He aquí una de las oraciones que Asia Bibi acostumbraba a recitar en la soledad de su celda:
Señor Jesús, acojo tu presencia real y milagrosa en todo lo que soy y esto incluye mis heridas, mi fragilidad. Te recibo también en mis preocupaciones y mis problemas de este día. Soy tu criatura amada a pesar de mis defectos. Esta mañana te abro la puerta de todo mi ser y gozo de saber que estás conmigo.
Puedes imaginarte cómo es una cárcel pakistaní, en qué condiciones viven los reos. Cualquier adjetivo que emplee para describirlas se quedará corto. En su larga estancia en prisión, Asia Bibi fue maltratada y vejada; sufrió, por su condición de cristiana, atropellos que otros presos no sufren. El encargado de vigilarla, de hecho, llegó a propinarle una brutal paliza.
El de Asia Bibi no es, sin embargo, un caso aislado. ¡Por fin libre! nos ayuda a ponernos en la piel de tantos cristianos que, en diferentes lugares del mundo, se mantienen fieles a Cristo aun suponiendo eso un riesgo para su integridad física y la de sus familias. Su ejemplo, su fe forjada a prueba persecuciones constituye un sugestivo ejemplo para nosotros, cristianos occidentales (que, habituados a la comodidad, miramos con recelo creciente el sacrificio).
Te animo a acercarte al sobrecogedor testimonio de Asia Bibi, el cual nos descubre una doble verdad: por un lado, que la luz de Dios brilla con más intensidad cuando el sendero que atravesamos es más sombrío y, por otro, que la verdadera esperanza consiste en preservar la fe cuando todo parece perdido.
«No creáis que he venido a abolir la Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. En verdad os digo que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos».
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