Por Kai Weiss (publicado en CapX)
La crisis del coronavirus ha relegado otros asuntos al margen, convirtiéndose en una crisis verdaderamente universal para todos nosotros. Pese a ello, la política nunca para. Incluso en los tiempos del virus, hay políticos contentos por utilizar poderes nuevamente adquiridos, tanto para interés personal como para remodelar sus alianzas, que podrían parecer severamente diferentes en el mundo post-virus.
Uno de los desarrollos más remarcables de las recientes semanas ha sido China -cuya respuesta inicial al virus fue tan reprensible, intentando retratarse como el Buen Samaritano. Por el contrario, la UE ha parecido mucho más impotente. De hecho, tal y como están las cosas, parece que Pekín está ganando la guerra de propaganda.
Entre los ejemplos más impactantes está una rueda de prensa emitida, a principios de semana, por el presidente de Servia, Aleksandar Vucic. Mientras que la prensa europea estaba centrada en los rumores según los cuales Donald Trump quería comprar los derechos exclusivos de una vacuna de una compañía alemana, la UE estaba alcanzando un acuerdo sobre un veto a la exportación de «equipación protectora», lo cual significaría que los Estados-miembro de la UE pueden aún comerciar equipación médica dentro del bloque, pero no con países exteriores.
Vucic tuvo un tiempo difícil para entender esto, ya que su país, Servia, ha sido un candidato de acceso a la UE desde 2011. Pese a quedarse aparentemente corto en la demanda de equipación protectora, Serbia fue descartada del marco de la UE -se supone que la solidaridad europea no se extiende, claramente, al resto del continente.
«Por ahora, todos entendisteis que la solidaridad europea no existe. Eso fue un cuento de hadas escrito en papel», dijo Vucic, rabiosamente. «Como ahora, no podemos importar equipación médica de la UE. Esta resolución fue hecha por gente que nos enseñó que, supuestamente, no compraríamos bienes de China».
Sin embargo, no hay que preocuparse (Vucic había encontrado ya un nuevo socio comercial: «Creo en mi hermano y amigo Xi Jinping, y creo en la ayuda china».
El pivote este de Serbia es solo un ejemplo del fallo de la UE al apoderarse de la situación. Mientras que la crisis continuaba escalando la semana pasada, la Comisión aún estaba lanzando -asuntos habituales- su nueva estrategia industrial y un Plan de Acción de Economía Circular. En el día 100 de la presidencia de Ursula Von der Leyen, ella invirtió poco más de 90 segundos en hablar sobre el virus (cuando Italia estaba ya completamente bloqueada). Como escribió Matthew Karnitschnig, de Politico, «igual que un alumno ambicioso que quiso enseñar al mundo lo bien que se había preparado su gran discurso, Von der Leyen pareció casi ofendida al forzarle los reporteros a abordar la concurrente tormenta del coronavirus».
Italia aprendió sus lecciones de la ignorancia de la Comisión y de otros Estados-miembro, intentando algunos de estos proteger su equipación médica en vez de ofrecer ayuda. Maurizio Massari, el representante permanente de la UE, se quejó de que mientras Italia había pedido equipamiento médico a la UE, «ningún país respondió, desafortunadamente, a la llamada de la Comisión». En cambio, «solo China respondió bilateralmente. Ciertamente, esto no es una buena señal de solidaridad europea».
Cuando un avión de China aterrizó en Italia con medicinas, equipación y médicos, el ministro de Exteriorer Luigi di Maiu publicó, orgullosamente, un vídeo del evento. Mientras tanto, Bruselas puede ser la ciudad sede de la UE, pero ha sido Pekín el que ha enviado a los belgas 1 millón de mascarillas para ayudar a contener la propagación del virus.
La lenta respuesta de la UE y la falta de cooperación entre Estados-miembro han demostrado lo lejos que están los distintos países cuando la situación es grave, y la completa equivocación de una Comisión que se autocongratula mirándose el ombligo. Habría sido más sencillo, relativamente, por ejemplo, acordar un veto a los viajes procedentes de China en las etapas recientes del virus.
En cambio, hasta hace dos días, los vuelos de China seguían llegando a los aeropuertos europeos. Los Estados-miembro han estado, simplemente, haciendo lo suyo. Si esta crisis demuestra algo, es que la muy recalcada «solidaridad» en el continente brilla por su ausencia en tiempos duro. Eso también sugiere que el sueño de los superfederalistas de algún tipo de Estados Unidos de Europa es poco más que eso (un sueño).
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