Hace un par de años aproximadamente, un muy particular Senador de Compromis –socios de Podemos en la Comunidad Valenciana-, al que nombrar sería dar publicidad, presentó una iniciativa en la cámara alta acerca del conjunto de dispositivos que tenía previstos o no el Gobierno para hacer frente a un “apocalipsis zombi”. Naturalmente la Mesa del Senado no calificó la pregunta y el Gobierno de Rajoy no tuvo que contestar en Pleno a aquella chocante cuestión. Aparte de la reactiva interjección que este hecho hace proferir a cualquiera, hemos de pensar en cómo es nuestra sociedad actual. La actitud de determinados partidos políticos a veces combina con la falsa sensación de que este bienestar del que hemos disfrutado hasta ahora es tan permanente y estructural que sólo cabe acudir a fantasías de dudoso gusto y nula seriedad para plantear una hipotética situación de grave amenaza, extrema urgencia o peligro. Hoy más que nunca debiéramos saber que la estabilidad y la salvaguarda cotidianas nunca están aseguradas del todo y que siempre hay que esforzarse en tomar todas las precauciones y poner en juego todos los recursos y medios para garantizar su continuidad.
En estos momentos, la lucha encarnizada contra la expansión del virus Cod-19, el Estado de Alarma, la paralización de la vida social y laboral, tal y como la conocemos, todo, provoca en algunos la tentación de cambiar el sistema para siempre. No es casualidad que los ministros de Podemos no estén el Comité de Crisis, ni siquiera Iglesias, el vicepresidente. De hecho, ha trascendido el intento de nacionalizar la sanidad privada o la disconformidad con el mando único que el decreto del estado de alarma dejó fijado, pues parece que los representantes morados veían mejor que Cataluña y País Vasco quedaran fuera de la unidad de acción. Es muy cierto que no son tiempos de regates políticos y que hay que poner todo el esfuerzo en unir energías para parar al virus y curar a los que sufren sus consecuencias y padecen la enfermedad que provoca. Pero no cabe despistarnos y permitir que ninguna de las limitaciones de los derechos individuales y colectivos puedan ser moduladas en el futuro por los que tienen por norte colectivizarnos para siempre. Tiempo habrá para reflexionar, analizar todo lo ocurrido y tomar acciones políticas y sociales, pero este aplazamiento no debe pasar por no estar atentos y ser leales y críticos. Si Torra quiere expresamente aprovechar esta terrible actualidad para acuñar el “corona-cat” o exigir un delirante confinamiento de Cataluña y aprovechar para divulgar su actitud traidora ante la UE y el mundo, no podemos permitírselo. Tampoco se puede ceder al capricho sin fundamento del Gobierno Vasco de que la UME –el ejército español- se abstenga de pisar este territorio español. La Ministra de Defensa, Margarita Robles, está mostrando solidez, entereza y sentido común, Pedro Sánchez debe respaldarla. Hay que dejar atrás errores, como los bloqueos de compras de material sanitario, ya sea por torpeza o malos entendidos, solapamientos o descoordinación, para ponerlo todo en pos del objetivo. No hay excusas.
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