Por Tomás Fisher
Brexit… sólo de oír esta palabra y a muchos en la UE todavía se les ponen los pelos de punta, aunque cada vez menos, quizá por lo de que a todo se acostumbra uno.
Y si bien todavía no se ha escrito el último punto y final sobre este asunto, las pasadas elecciones del 12 de diciembre del 2019 dejaron muy patente que los votantes británicos habían hablado alto y claro, alto si, pero ¿claro?. Es cierto que el número de los partidarios del «remain» ha ido menguando, quien sabe si por agotamiento o porque han visto que las ventajas de abandonar la UE son mayores que las de permanecer en un club que al Reino Unido le parece que no le aporta nada sino problemas…bueno, si tuviéramos que hablar de problemas sospecho que Gran Bretaña le ha causado más quebraderos de cabeza a la Unión Europea que ésta a los británicos.
Confieso que no soy partidario de la Unión Europea, de ésta Unión Europea, matizo. Y es que si una «unión» entre naciones como lo es la UE se ha convertido en una gigantesca fábrica de burocracia inútil, cuando no letal para las naciones que la conforman (muchas veces mucho ruido para tan poca armonía) imposible plantearnos objetivos aún más ambiciosos a nivel mundial. Porque como especie aún no estamos lo suficientemente evolucionados intelectualmente como para pensar en que en el futuro la especie humana asumirá una conciencia planetaria, la cual ahora mismo es incapaz de reconocer. Imaginemos la escena ¿sería posible entonces un «Brexit» en tales circunstancias? Un país puede abandonar un club de naciones, pero lo que no podría hacer es abandonar el planeta al que, por una de esas singularidades de la astrofísica, pertenece.
Así pues mientras los partidarios del remain han ido diluyéndose con el paso del tiempo, los brexiters han engrosado sus filas, muchos todavía no convencidos del todo obviamente, por lo que la incertidumbre sigue y eso es lo que no ha cambiado, aún. Y no cambiará hasta que Reino Unido haya dejado de ser miembro de la UE y, por supuesto, los británicos puedan empezar a comprobar en sus propias billeteras que tan buena idea era eso del Brexit.
¿Pero qué es la Unión Europea en realidad? Fundamentalmente un club económico; nada que objetar si se tiene en cuenta que la economía es el motor de una nación, ya no digamos de un conjunto de naciones que aspira a convertirse en un superestado. La economía es la búsqueda de recursos, y es el comercio, el consumo de bienes y servicios, y la generación y reparto de riqueza para satisfacer (y dar satisfacción) a los ciudadanos de ese país o de ese conjunto de países que conforman una «unión», como es el caso de la UE si, ¡pero también del Reino Unido!
Aunque últimamente cierta clase de «ideología» imperante está intentando retrotraernos a la era de las cavernas con las doctrinas más peregrinas.
Sin embargo, y dicho lo anterior, al Reino Unido hay un aspecto que le importa tanto o más (no menos) que la propia economía, y es su honor, y en este honor entran su historia, su fe anglicana, su libertad y su particular idiosincrasia británica ese hecho diferencial que coadyuva a ese sentimiento de superioridad que parecen exhibir todos los ingleses, todo ello susceptible de ser discutido evidentemente, ya que en la práctica la teoría es otra.
Lo que recuerda a aquel corsario francés al servicio de Napoleón I, y que se encontró un día discutiendo con un oficial inglés sobre el rol que asumían sus respectivos países en guerra. La discusión llegó a tal punto de tensión que el oficial inglés, harto del corsario francés, le dijo:
«Lo que nos distingue es que nosotros los ingleses luchamos por el honor y ustedes por el dinero».
«Efectivamente -le respondió el francés- Cada uno lucha por lo que le hace falta»
El Brexit también hay que interpretarlo en clave de honra.
No obstante, y volviendo al asunto de lo que han significado las últimas elecciones en Reino Unido decir que, desde el 2016 año en el que se celebró el referéndum del Brexit, el Parlamento Británico no lo tenía tan fácil como lo tiene ahora con esa mayoría absoluta que le da a los Tories, el poder sacar adelante finalmente el acuerdo de desconexión del Reino Unido de la UE, y si no surgen problemas irreconciliables de última hora, el divorcio entre el Reino Unido y la UE se consumará definitivamente. Y se consumará ya que Boris Johnson iniciaba así su discurso tras la victoria de su partido en las elecciones de diciembre: «Rompimos el punto muerto, se acabó el estancamiento, no hay obstáculos» «el Brexit es ahora la decisión irrefutable, irresistible e indiscutible del pueblo británico».
Y un punto muy interesante de su discurso, en el que además de expresar su agradecimiento a quienes votaron por el partido Conservador, dibujaba el mapa de un Reino Unido plenamente Conservador; «Tengo un mensaje para todos aquellos que votaron por nosotros ayer, de una nación conservadora por primera vez» y en este sentido comentaba recientemente con mi honorable e inestimable amigo, el Coronel Francisco Javier Blasco, y a quien siempre digo que sus análisis tienen la mala costumbre de cumplirse de manera inexorable, que en Reino Unido los británicos no han votado a Boris Johnson y a los tories porque amen a uno y todos los ciudadanos sean de repente conservadores no, han votado a Boris Johnson y a los tories porque por encima de todo aman a su país y aman su estilo de vida y ningún británico desearía para su país lo que los españoles parecen haber elegido para el suyo, un gobierno podrido de comunistas, filoterroristas y traidores como lo habría sido Reino Unido de haber ganado Corbyn. De hecho en el mismo discurso Johnson constataría el deseo mayoritario del pueblo británico por «neutralizar» antes de navidad a Jeremy Corbyn y la política que pretendía imponer a todos los ciudadanos en base a su ideología.
Los británicos pues votaron por su país ¿y por qué o por quién votaron los españoles en las elecciones del 10 de noviembre del pasado año 2019? A la vista de quién es ahora mismo el presidente y quienes sus socios de gobierno creo que esta muy claro, por España no.
El periodista Sam Knight, crítico con Boris Johnson, escribía para The New Yorker que «Gana Johnson, los británicos eligen al diablo que conocen» reconociendo que «el debate del Brexit con la aplastante victoria de Johnson y los Conservadores había terminado».
Las elecciones de diciembre habían sido en realidad ese segundo referéndum por el que tanto clamaban los partidarios del remain, y lo habían vuelto a perder.
Ahora sin embargo es el momento de ver a un Boris Johnson que deje de actuar como el histriónico Bojo y empiece a comportarse como un verdadero PM…al menos eso es lo que se espera de él tanto en Reino Unido como en la UE, posiblemente, y dado que es un político, Mr.Hyde tendrá que dejar salir al Dr.Jekyll algo que, de haber ganado Corbyn, habría sido a la inversa.
Si las cosas no se tuercen, y el escenario no cambia de decorado a última hora, el 31 de enero del presente 2020 el Reino Unido dejará de ser uno de los más importantes miembros de la UE. En este punto el Reino Unido se parecería a aquel conde prusiano amante de sus puros y poco dado a soportar compañías incómodas, por lo que ruego me permitan compartir una anécdota protagonizada por este conde.
Al igual que a Sir Winston Churchill al conde Graf Von Haeseler no se le conocía sin un puro entre los dedos, era un gran fumador de habanos. En cierta ocasión, se encontraba en un tren fumándose uno de sus cigarros puros cuando entró en el compartimiento otro pasajero. El fuerte olor del puro le estaba causando molestia por lo que sacando un cigarrillo se dirigió al conde y le dijo:
«No hay nada mejor que fumarse uno de estos en buena compañía»
El conde Von Haeseler lo cogió, pero se lo guardó en su pitillera y siguió fumando tranquilamente su puro. Pero el mareado pasajero al ver que no apagaba el puro y se encendía el cigarrillo le preguntó: «¿Por qué no lo enciende?» A lo que el conde prusiano sin mirarle a la cara le contestó: «Como bien me ha sugerido señor, esperaré a encontrarme en buena compañía»
Es cierto que lo mismo se podría decir de ambos de la UE y de UK, pero no es menos cierto que no sólo el Reino Unido sino también países como los EE.UU, Rusia, China e incluso Israel, saben elegir muy bien esas compañías que, a diferencia de la UE, a la que en ocasiones se le ha visto coqueteando en compañía de países poco recomendables, ha renunciado a defender sus propios valores a la vez que ha ido permitiendo el arribo al continente de comportamientos ajenos a la identidad europea en aras de un «multiculturalismo» que ya ha demostrado ser incompatible con los valores que, supuestamente, son inherentes a la UE.
Y es que los británicos no pueden, aunque quisieran, dejar de ser Europeos, son Europeos! les pese o no, e igualmente son aliados de todas las naciones de la UE, en lo esencial nunca van a poder desligarse del todo, eso es imposible, sin embargo lo que queda evidenciado es que los británicos no se sienten cómodos en compañía de una UE tal cual lo es hoy.
Hace 2500 años Platón aconsejaba al gobierno ateniense sobre la necesidad de proscribir la práctica de las «religiones» ajenas al estado ateniense, las cuales estaban llegando en masa colándose por el puerto del Pireo traídas por comerciantes y viajeros.
El gobierno de Atenas no hizo absolutamente nada por seguir el consejo de Platón y las consecuencias fueron las que el insigne filósofo había advertido. Podemos hablar de religiones, pero también de ideología, en cualquier caso lo que sí se puede constatar es el hecho de que la UE es hoy tan sólo un recuerdo de lo que fue, y una sombra de lo que podría haber sido. Y ahora sí, ahora si se podría decir que el Reino Unido se niega a ser un simple recuerdo de lo que fue, y una sombra de lo que, de permanecer en la UE, podría llegar a ser.
Habría mucho que decir sobre los británicos, por supuesto, pero lo cierto es que los ingleses son así.
Quizá en otra ocasión.
Artículo publicado en el nº 122 de la Revista Reino de Valencia
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