La humanidad de golpe paró. Se topó con una situación crítica: la muerte asecha más de cerca. Sin duda, algo sobrepasa al hombre ¿servirá la crisis actual para reflexionar sobre las cuestiones vitales de la existencia? Todo fue demagogia este último tiempo para la humanidad. Nos ocultamos en falsas promesas, porque el ser humano decidió hace tiempo recorrer un camino que no le es propio.
Los paradigmas que sentaron su posición en la sociedad del siglo XXI parecen no tener respuesta a lo que se vive hoy. La carencia de objetividad cuando golpea la realidad se hace notar. A veces la vida nos tiene que dar un golpe en la cara para que despertemos. La sociedad opulenta, cómoda, bohemia, rebelde, revolucionaria o libertina; pareciera quedar en el mismo encierro que sufrimos todos.
La economía paró, el Estado paró, las sanciones de leyes pararon, las universidades cerraron, los colegios también, y un sinfín de lugares que absolutizamos, sufrieron el mismo destino. No obstante seguimos viviendo a pesar de lo anterior ¿tanta energía hemos depositado en todos esos lugares? ¿No hay un fin que nos trasciende? Entiéndase bien, no quito importancia a todo lo anterior, solo quiero reflexionar sobre lo importante: la vida misma y su rumbo. Nuestra existencia nos demanda centrarnos nuevamente en lo prioritario, es decir, en Dios, en el amor, en la belleza, en la amistad, en la naturaleza, etc.
¿Qué nos falta? La repuesta seria contemplar más la vida; refugiarnos en torno al misterio existencial. En definitiva tornar al absoluto, o sea a Dios. Pero, ¿cómo se hace? Podría ser: silenciándonos. Naturalmente no dando respuesta o mejor dicho no teniendo la respuesta, sino involucrando nuestro espíritu en la misma resonancia del silencio de Dios; y allí, precisamente, tendremos la respuesta. Pues despojándonos de nuestras miserias anhelaremos ascender a lo bello y lo perfecto. El mundo moderno se acostumbró a dar respuestas a todo; todo se teoriza y todo se totaliza bajo un paradigma humano. Nos habituamos a la asfixia constante y a un fingir sin sentido.
Cuando el misterio ya no alumbra el camino de la vida sin lugar a dudas entramos en guerra. Luego tenemos hechos de la vida como los acaecidos en los últimos días, por cierto lamentables. Pero, ¿acaso la humanidad ya no venía endémica? Nuevamente no se entienda para mal. Porque la reflexión apunta a que no solo nos sorprendamos por los males físicos que nos golpean actualmente, sino por aquellos males que ya veníamos sufriendo, aquellos que genera el propio ser humano con su constante inhumanidad.
Un suceso puede poner en crisis la realidad, o sea plantearnos nuevamente las reglas de juego y nuestro acontecer cotidiano. Pues hartos de ver la penumbra, quizás queramos despertar y ver el amanecer, es decir, despertar de una buena vez por todas. Buscar apreciar aquello que merece ser apreciado; tornar hacia aquellos objetos nobles de la vida. Y he aquí la oportunidad que se nos presenta con la crisis endémica que atraviesa el mundo, ya que la rueda se detuvo por un momento. Vemos como la vida sí importa; tiene su sentido. Podemos pensar; y podemos devolverle a la vida lo que le hemos matado, porque sin duda necesitamos tres cosas: fe, esperanza y caridad. Y, hoy tenemos la oportunidad de restablecerla; porque el mundo puede ser aniquilado, pero mientras tengamos nuestra mirada en lo alto, nada será imperecedero; todo lo noble vivirá en lo eterno.
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