Luego de una atenta lectura del informe final producido por la Cumbre vaticana entre Francisco y los presidentes de todas las Conferencias Episcopales del mundo se podrá coincidir con parte o con todo el diagnóstico y con las buenas intenciones de los prelados de terminar con estos abusos y con la tolerencia cero.
Ahora bien, es sabido que no sólo en medicina para poder tener una buena terapia hay que hacer un disgnóstico preciso y competo. De lo contrario no sobrevendrá la cura!
Y aquí radica el problema. En el informe final que Francisco hace de la Cumbre se habla de sinodalidad, de abuso de poder, de clericalismo….pero no hay una sola frase que aluda al real motivo por el cual un ministro consagrado puede sentirse atraído de abusar de un varón menor de edad (que son más del 80 por ciento de los casos). Y esa razón es la extensión de la homosexualidad y la existencia incluso de lobbys gays dentro del clero católico!.
Por qué algunos obispos admiten a los seminarios a candidatos que son homosexuales, porque aunque vivan la castidad, el riesgo de que tengan caídas es mucho mayor que en el caso de los varones heterosexuales candidatos al sacerdocio. Nos tememos que la respuesta es una sola: la secularización y el relajamiento de la disciplina sacerdotal, de la que participan esos mismos obispos, los lleva a actuar como lo hacen! Y a mirar para otro lado cuando se registran abusos. Cambiando al ministro simplemente de parroquia, con lo cual el mal se sigue diseminando libremente!
Una encuesta reciente de la Conferencia Episcopal Alemana muestra que la mitad de los sacerdotes admite no rezar ni confesarse. Que se puede esperar con estos hechos!!!.
Casi todos los asistentes a la Cumbre, afirma Gabriel Ariza, son conscientes de que la génesis del mal de los abusos radica, en gran medida, en la entrada masiva de homosexuales a los seminarios (las víctimas son, en un 80%, varones menores de 18 años). Pero son pocos los que se atreven a decirlo. Y los que se atreven a decirlo son ignorados y, eventualmente, reprendidos.
La nota que dirigieron a los integrantes de la Cumbre los cardenales Burke y Brandmuller fue olímpicamente ignorada. Y en ella se expresaban estas reales causas del problema: la secularización, la falta de espiritualidad y ascesis en los seminarios y la tolerancia con el ingreso de candidatos al sacerdocio que son homosexuales.
Hace ya años que Benedicto XVI había aprobado un Protocolo de actuación para estos casos y de qué ha servido? Mientras no se erradiquen las causas verdaderas del problema no habrá tolerancia cero que valga. Mientras tanto seguirá el descrédito del clero, pagando justos por pecadores, habrá menos espiritualidad y confianza de los laicos para con sus pastores, se seguirán reduciendo los ingresos por colectas, y concomitantemente aumentando las indemnizaciones que las Diocesis deberán pagar a las víctimas de los abusos por parte del personal clerical o religioso infiel y abusador.
El panorama reclama la asistencia del Espíritu Santo y la confianza en que las Puertas del Infierno no prevalecerán contra la Iglesia, como prometió Jesucristo porque poco cabe esperar de las decisiones de la Jerarquía cuando ésta no quiere reconocer la raíz del problema!
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