La Corte Suprema de Australia, en una decisión unánime de sus siete integrantes, reconoció que dos sentencias dictaminadas en contra del Cardenal George Pell, hallado culpable de dos delitos de abuso sustentados en un único testimonio, fallaron en respetar el principio de la presunción de inocencia y emitieron su condena sin pruebas que vincularan al acusado.
El Card. Pell recordó en su declaración sobre el reconocimiento de su inocencia, la cual ha defendido consistentemente desde el inicio del proceso, que «el único fundamento para la justicia es la verdad». «No tengo mala voluntad hacia mi acusador, no quiero que mi absolución aumente el dolor y la amargura que muchos sienten; ciertamente hay suficiente dolor y amargura», expresó el Cardenal Pell en una declaración oficial tras el anuncio de su absolución.
«Sin embargo, mi juicio no era un referéndum sobre la Iglesia Católica; ni un referéndum sobre cómo las autoridades de la Iglesia en Australia trataron el delito de pedofilia en la Iglesia. El punto era si había cometido estos crímenes horribles, y no lo hice». Las palabras del purpurado revelan el difícil momento que atraviesa la Iglesia tras la revelación de escándalos de abuso y una agresiva campaña mediática que culminó, indirectamente, en la condena al Cardenal Pell.
Es llamativo que el anuncio de la sentencia que exonera al purpurado de los cargos en su contra haya sido precedida de la publicación de una miniserie televisiva sobre la crisis de abusos en la Iglesia que presentaba al Card. Pell como «Goliat» y afirmaba que su condena había llevado el tema de los delitos de abuso al centro de poder de la Iglesia en el mundo.
Habla el Arzobispo de Sídney
«Me complace que el Cardenal sea liberado ahora y pido que la persecución que nos trajo a este punto cese ahora», afirmó el Arzobispo de Sídney, Mons. Anthony Fisher. «Casos como estos pueden reabrir las heridas de los sobrevivientes de abuso, que sienten que también están siendo juzgados. Pero la justicia para las víctimas nunca es servida por la condena injusta y el encarcelamiento de nadie. Espero y rezo para que el fin de los procesos legales traiga cierto cierre y sanación a todos los afectados».
La Sala de Prensa de la Santa Sede emitió un comunicado al conocer el reconocimiento de la inocencia del purpurado: «La Santa Sede, que siempre ha expresado su confianza en la autoridad judicial australiana, acoge con beneplácito la decisión unánime de la Corte Suprema sobre el Cardenal George Pell, absolviéndolo de las acusaciones de abuso de menores y anulando su sentencia».
El comunicado recuerda que «el cardenal Pell siempre ha mantenido su inocencia y ha esperado que se determine la verdad. Al mismo tiempo, la Santa Sede reafirma su compromiso de prevenir y perseguir todos los casos de abuso contra menores».
¿Por qué se exonera al Cardenal Pell?
La Corte reconoció que «hay una posibilidad significativa de que una persona inocente haya sido puesta en prisión porque la evidencia no establecía la culpa al punto requerido por el estándar de la prueba». Esta frase técnica revela para el analista Neil Addison en su comentario para Catholic Herald, que «debería hacerse claridad en que el Cardenal no fue absuelto sobre la base de algún tecnicismo legal menor, sino sobre los principios fundamentales de la ley».
En un juicio penal, se debe comprobar más allá de cualquier duda razonable que el acusado cometió un delito, y esta carga de la prueba recae sobre el acusador. Para Addison, en el proceso contra el Card. Pell, el purpurado se vio en su lugar forzado a probar que él no había cometido delito alguno, sin que existieran pruebas en su contra. Un programa con mucho impacto de Sky News Para el comentarista australiano Andrew Bolt, de Sky News, el proceso representó «uno de los más grandes abortos de la justicia de la historia de Australia».
Bolt declaró que las acusaciones eran imposibles, y que «muchas personas hoy deberían estar avergonzadas de su papel en la persecución, la cacería de brujas y el encarcelamiento – por 404 días – de un hombre inocente». Esta expresión en fuertes términos califica un caso en el que las irregularidades del proceso no sólo generaban serias dudas sobre la pretendida culpabilidad del Cardenal Pell de un delito, sino sobre si el delito mismo había ocurrido realmente. Las acusaciones presentaban severas contradicciones, como lo es la retractación, ante sus padres, de una de las supuestas víctimas antes de su muerte y el establecimiento de una fecha supuesta del delito por parte de la parte acusadora que no coincidía con el testimonio, pero en la que parecería posible el hecho.
El Maestro de Ceremonias de la Catedral de Melbourne, Mons. Portelli, aportó en cambio evidencias que contradecían el único testimonio: El Cardenal saludaba a los fieles en la puerta del templo tras la Eucaristía, el prelado siempre iba acompañado mientras estuviera revestido dentro de la Catedral y siempre ha existido un tráfico continuo de personas en la Sacristía de la Catedral durante los 15 minutos siguientes a una Eucaristía, según sintetizó Addison. «Era significativo que la parte acusadora nunca sugiriera que Mons. Portelli o ningún otro personal de la Catedral estuviera mintiendo en su evidencia», agregó. «El argumento de la parte acusadora era más sutil: sólo porque algo fuera la ‘práctica usual’ no significaba que siempre ocurriera».
La inversión de la carga de la prueba fue evidente en el argumento ante la Corte Suprema de Australia: para los acusadores, la evidencia dejaba «una posibilidad realista de que la ofensa hubiera sucedido». Fue con base en esta «posibilidad realista» que el jurado de la primera instancia condenó al Card. Pell, en una controvertida decisión respetada por dos de los tres jueces de la Corte Suprema de Victoria que estudió la apelación del purpurado.
Noticia redactada con información de Vatican News, Catholic Weekly, Catholic Herald y Sky News. Contenido publicado en es.gaudiumpress.org.
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