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Economía

China inunda Europa de material médico defectuoso

La verdad brutal es que China parece ignorar las reglas de comportamiento normales en todos los ámbitos de la vida, desde la atención médica hasta el comercio y desde la manipulación de la moneda hasta la represión interna.

La verdad brutal es que China parece ignorar las reglas de comportamiento normales en todos los ámbitos de la vida, desde la atención médica hasta el comercio y desde la manipulación de la moneda hasta la represión interna.

Por Soeren Kern es miembro principal del Gatestone Institute, con sede en Nueva York.

Mientras el coronavirus hace estragos en Europa, un creciente número de países reportan que millones de componentes de los equipos sanitarios donados por o adquiridos a China para derrotar la pandemia son defectuosos e inservibles.

Dichas revelaciones alimentan la desconfianza en la campaña de relaciones públicas desplegada por el presidente chino, Xi Jinping, y su Partido Comunista para presentar a China como la nueva superpotencia humanitaria.

El 28 de marzo, los Países Bajos se vieron obligados a retirar 1,3 millones de máscaras fabricadas en China porque no cumplían con los requisitos de seguridad para el personal médico. Las máscaras KN-95 son una alternativa china –más barata– a las N-95 norteamericanas, de las que actualmente hay escasez. Las KN-95 no se ajustan al rostro tan bien como las N-95, por lo que pueden exponer el personal médico al coronavirus.

Antes de que se cursara la orden de retirarlas, ya se habían distribuido más de 500.000 a distintos hospitales neerlandeses. «Cuando las entregaron en nuestro hospital, las rechacé de inmediato», declaró un sanitario a la cadena pública NOS. «Si esas máscaras no aíslan como es debido, las partículas víricas pueden filtrarse. No podemos usarlas. No son seguras para la gente».

En un comunicado, el Ministerio de Sanidad neerlandés explicó:

El pasado sábado se entregó parte de un primer envío procedente de China. Eran máscaras KN-95 con el correspondiente certificado de calidad. Al someter el cargamento a inspección, se comprobó que no satisfacía nuestros criterios de calidad. Parte del mismo ya había sido entregado a proveedores sanitarios; el resto fue inmediatamente retenido y no se distribuyó.

Una segunda prueba arrojó igualmente que las máscaras no cumplían nuestros requisitos. Así que se ha decidido que no se emplee nada de todo ese cargamento. Los siguientes envíos serán sometidos a pruebas adicionales.

El diario local NRC Handelsblad informó el 17 de marzo de que Holanda sólo tenía mascarillas para unos cuantos días: «Todas nuestras esperanzas están en el cargamento aéreo que, procedente de China, llegará el miércoles». La mala calidad de las mascarillas entregadas por China hundió a los holandeses. El portavoz de un hospital de la ciudad de Eindhoven afirmó que los proveedores chinos estaban vendiendo «un montón de basura (…) a un precio muy elevado».

En España, el Ministerio de Sanidad reveló el 26 de marzo que 640.000 tests para detectar el coronavirus que había adquirido a un vendedor chino estaban defectuosos. Los tests, producidos por la compañía Shenzhen Bioeasy Company en Guangdong, tenían una tasa de acierto de menos del 30%.

El pasado día 2, el diario español El Mundo informó de que poseía documentación filtrada que demostraba que Bioeasy había engañado al Gobierno español sobre la precisión de los tests al asegurar, por escrito, que su nivel de precisión era del 92%.

También el día 2, Madrid reveló que otro millón de test entregados a España el 30 de marzo por otro fabricante chino eran igualmente defectuosos. Por lo visto, precisaban entre 5 y 6 días para detectar si un paciente estaba infectado con el coronavirus y, por tanto, no valían para hacer diagnósticos más tempranos.

El 25 de marzo, el Gobierno español anunció que había comprado suministros médicos a China por valor de 432 millones de euros (470 millones de dólares), y que los proveedores chinos demandaron que se les pagara por adelantado. El ministro de Sanidad español, Salvador Illa, explicó:

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Hemos comprado y pagado 550 millones de mascarillas, que empezarán a llegar ya y seguirán llegando durante las próximas ocho semanas. Llegarán 11 millones de guantes durante las próximas cinco semanas. En cuanto a test rápidos, hemos adquirido 5,5 millones para los meses de marzo y abril. Además, recibiremos 950 equipos de respiración asistida durante los meses de abril a junio. Estamos gestionando la compra de más equipos.

No está nada claro cómo hará el Gobierno español para garantizar la calidad de esas nuevas adquisiciones, o para recibir una compensación en caso de que tampoco cumplan los requisitos.

El 28 de marzo, el Gobierno francés, que al parecer sólo tiene suministros para unas pocas semanas, anunció que había pedido a China más de 1.000 millones de mascarillas. No está claro si los problemas de calidad padecidos por otros países europeos podrían afectar a los planes de compras de Francia.

Otros países –no sólo europeos– han criticado la calidad de los suministros médicos chinos:

  • Eslovaquia. El pasado día 1, el primer ministro, Igor Matovič, dijo que el millón largo de tests suministrados por China por valor de 15 millones de euros (16 millones de dólares) eran inadecuados y no servían para detectar el COVID-19. «Tenemos una tonelada de tests y nada que hacer con ellos», afirmó. «Deberían tirarlos al Danubio, directamente». China ha acusado a los médicos eslovacos de usar los tests de manera incorrecta.
  • Malasia. El 28 de marzo, Malasia recibió equipo médico donado por China y consistente en tests, mascarillas, máscaras quirúrgicas y demás equipo de protección. Un alto funcionario del Ministerio de Sanidad, Nur Hisham Abdulah, dijo que los tests serían sometidos a prueba luego de que envíos previos procedentes de China resultaran defectuosos: «Estos son distintos a los que analizamos previamente. Nos aseguraremos de que son de los homologados por la FDA. El embajador chino me aseguró que estos sin más precisos». Previamente Abdulá había declarado que la fiabilidad de los tests chinos «no era muy buena».
  • Turquía. El 27 de marzo, el ministro de Sanidad, Fahrettin Koca, dijo que se habían analizado algunos tests fabricados en China y que las autoridades «no estaban muy contentas». El profesor Ateş Kara, del equipo del Ministerio de Sanidad encargado de lidiar con el coronavirus, añadió que la fiabilidad de los tests era de sólo el 30-35%: «Los hemos probado. No funcionan. España ha cometido un gran error al utilizarlos».
  • Chequia. El 23 de marzo, la web informativa iRozhlas informó de que 300.000 tests para detectar coronavirus tenían un porcentaje de error del 80%. El Ministerio del Interior pagó 2,1 millones de dólares por ellos. El 15 de marzo, medios locales revelaron que los proveedores chinos habían estafado al Gobierno checo luego de que éste hubiera pagado por adelantado cinco millones de mascarillas, que se supone se iban a entregar el 16 de marzo.

El 30 de marzo, Pekín urgió a los países europeos a no «politizar» sus preocupaciones acerca de la calidad de los suministros médicos procedentes de China. «Los problemas han de ser resueltos atendiendo a los hechos, no a las interpretaciones políticas», declaró el portavoz del Ministerio chino de Exteriores, Hua Chunying.

El 1 de abril, el Gobierno chino dio un giro y anunció que estaba incrementando la supervisión sobre las exportaciones de tests de coronavirus. Ahora, los exportadores de los mismos deben obtener un certificado de la Administración Nacional de Productos Sanitarios para poder sortear la aduana.

Mientras, el gigante chino de las telecomunicaciones Huawei anunció que dejaría de donar máscaras a los países europeos como consecuencia de unas declaraciones pretendidamente despectivas del jefe de la política exterior comunitaria, José Borrell.

El 24 de marzo, Borrell escribió en su blog que China estaba incursa tanto en una «política de generosidad» como en una «batalla global de narrativas».

El 26 de marzo, un alto cargo de Huawei declaró al bruselense servicio de noticias Euractiv que, debido a los comentarios de Borrell, la compañía pondría fin a su programa de donaciones, porque no quiere verse implicada en una batalla geopolítica de poder entre EEUU y China.

El 28 de marzo, Huawei publicó un contenido patrocinado en Politico Europe en el que el jefe de su delegación ante la UE, Abraham Liu, escribió:

Déjenme ser claro: con lo que estamos haciendo, jamás hemos pretendido hacer publicidad ni favorecer a país alguno. Tomamos la decisión de no publicitarlo. Nuestra ayuda no es condicional ni forma parte de estrategia comercial o geopolítica alguna, como algunos sugieren. Somos una empresa privada. Estamos tratando de ayudar a la gente como mejor sabemos. Eso es todo. No hay una agenda oculta. No queremos nada a cambio.

El 30 de marzo, la BBC informó de que Huawei se estaba comportando como si nada hubiera cambiado desde que estalló la crisis del coronavirus:

Puede que resulte ingenuo por parte de la compañía. Si bien nada ha cambiado en lo relacionado con las cuestiones técnicas y de seguridad relativas a los equipos de Huawei, el clima político ciertamente ha empeorado para la compañía.

En un reportaje publicado este fin de semana por el Mail on Sunday se decía que Downing Street había advertido a China de que debía ‘asumir las consecuencias’ de su gestión del coronavirus. Y que probablemente se haya reforzado a los diputados que vienen diciendo al Gobierno que no se debería conceder rol alguno a ninguna firma china en las infraestructuras vitales para el Reino Unido.

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El 29 de marzo, el Daily Mail informó de que el primer ministro británico, Boris Johnson, y sus aliados parlamentarios se habían vuelto contra China debido a la crisis del coronavirus:

Ministros y altos cargos de Downing Street dicen que el Estado comunista tiene que pagar por su gestión del brote y que corre el riesgo de convertirse en un ‘Estado paria’.

Están furiosos por la campaña china de desinformación, por sus intentos de sacar provecho económico de la pandemia y por las atroces violaciones contra los derechos de los animales que los expertos apuntan como causantes del brote.

El 28 de enero, Johnson garantizó a Huawei un lugar en la red 5G británica, frustrando así los esfuerzos norteamericanos por excluir a la compañía del sistema de comunicaciones de nueva generación de Occidente, que, al parecer, puede ser utilizado para desarrollar labores de espionaje. El diario londinense Financial Times informó de que el presidente de EEUU, Donald Trump, descargó «furia apoplética» sobre Johnson en una tensa conversación telefónica. Johnson está ahora recibiendo presiones de su propio Gabinete, así como de varios diputados, para que rectifique.

Luego de que funcionarios chinos acusaran a EEUU e Italia de desatar la pandemia, el Daily Mail citó a una fuente del Gobierno británico diciendo:

Hay una campaña de desinformación en curso repulsiva e inaceptable. Ellos [el Gobierno chino] saben que lo han hecho muy mal, y en vez de asumirlo se dedican a esparcir patrañas.

El diario añadía:

Asesores científicos han advertido al señor Johnson de que las cifras oficiales chinas pueden haber sido «divididas por entre 15 y 40». Y [el Gobierno británico] cree que China está tratando de construir su poderío económico durante la pandemia con «ofertas predatorias de ayuda» a países de todo el mundo.

Se está aparcando la revisión de la política exterior británica como consecuencia del brote de Covid-19, y no se reportará hasta que pueda constatarse el impacto del virus. Una fuente gubernamental próxima a la revisión dijo: «Hay que volver al tablero diplomático después de esto. Repensarlo es quedarse corto».

Otra fuente apuntó: «Cuando esto acabe, tiene que haber consecuencias». Y otra fuente añadió: «La rabia llega hasta lo más alto».

Un miembro destacado del Gabinete afirmó: «No podemos quedarnos parados y permitir que el afán del Estado chino por el secretismo lleve a la ruina económica al mundo entero y no pase nada. Estamos permitiendo a compañías como Huawei no sólo ingresar en nuestra economía, sino ser una parte crucial de nuestras infraestructuras».

En un artículo publicado por el Mail on Sunday el 29 de marzo, el exlíder del Partido Tory Iain Duncan Smith escribió:

Por lo visto, aquí se puede discutir de todo excepto salvo de una cosa: el futuro de nuestras relaciones con China.

En el momento en que alguien menciona China, la gente se remueve incómoda en el asiento y sacude la cabeza. Pero aun así pienso que es fundamental que empecemos a debatir sobre el grado de dependencia que hemos desarrollado hacia un Estado totalitario.

[China] es un país que ignora los derechos humanos a la hora de perseguir sus despiadados objetivos estratégicos domésticos e internacionales. Sin embargo, este tipo de cosas parecen haber sido dejadas al margen en nuestra rauda carrera por hacer negocios con China.

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¿Recuerdan que George Osborne [ministro de Hacienda de David Cameron entre 2010 y 2016] hizo de nuestra relación con China un asunto capital? Los ministros estaban tan determinados a comerciar con los chinos que estaban preparados a hacer lo que fuera.

De hecho, en privado se me dijo que a esto se le denominaba Proyecto Prosternación, y en el diccionario Collins se define prosternarse como «ser servil u obsequioso».

No somos los únicos. En los últimos años, incontables líderes han ignorado el espantoso proceder chino en materia de derechos humanos en su ciega búsqueda de acuerdos comerciales con Pekín (…)

Gracias al Proyecto Prosternación, el déficit anual británico con China es de 22.100 millones de libras (27.400 millones de dólares). Pero no somos los únicos en estar endeudados con Pekín.

China ha amasado un superávit comercial de 339.000 millones de libras (420.000 millones de dólares). Angustiosamente, Occidente ha visto cómo numerosas áreas cruciales de su producción se han trasladado a China (…)

La brutal verdad es que China parece saltarse las normas habituales de conducta en cualquier ámbito de la vida, desde la salud al comercio y desde la manipulación de la moneda hasta la represión interna.

Durante demasiado tiempo, los países se han prosternado débilmente ante China con el desesperado afán de conseguir acuerdos comerciales.

Pero una vez nos libremos de esta terrible pandemia, es imperativo que repensemos nuestras relaciones y las asentemos sobre unas bases más equilibradas y honestas.

Este artículo se publicó por primera vez en Gatestoneinstitute.org

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