Este sábado, por la tarde-noche, cobraba mayor fuerza la confirmación de una serie de «rumores» que venían dándose a lo largo de esta semana: el dictador comunista norcoreano Kim Jong-Un ha fallecido.

Quien alcanzara el poder a finales del año 2011, en sucesión de su padre, Kim Jong-Il (fallecido a consecuencia de un paro cardíaco durante un viaje) habría fallecido en una intervención quirúrgica cardiovascular (o justo después de la misma).

Por lo tanto, se abren los interrogantes correspondientes sobre el futuro político de uno de los regímenes revolucionarios más hostiles y herméticos existentes en el planeta (que en ocasiones ha amenazado con ataques nucleares que Donald Trump conseguía evitar).

Estos guardan relación con la cuestión de la sucesión política (se habla mucho de su hermana), la posibilidad de que las dos Coreas vuelvan a reunificarse y el carácter sociológico de la sociedad norcoreana.

La pelota está en el tejado de Kim Yo-Jong

Dado que los descendientes biológicos de Kim Jong-Un tienen una edad demasiado corta, la pelota está ahora sobre el tejado de Kim Yo-Jong, una mujer de 31 años que resulta ser hermana del fallecido tirano.

Yo-Jong es directora del área de agit-prop del «partido único» de Corea del Norte (oficialmente denominado «Partido del Trabajo). Saltó a la fama, también, durante la ceremonia de los Juegos Olímpicos de Pieonchang (2018).

Asimismo, se da por hecho que están preparando todo para que pueda ser la sucesora (incluso se especula sobre una demora intencionada en el anuncio del fallecimiento de su hermano, para indicar que «está todo bien atado»). Ahora bien, ¿qué hará?

La sociedad norcoreana está altamente hipnotizada

De acuerdo con WorldAtlas, dos tercios de la población norcoreana no profesarían ninguna religión (aparte de que la libertad para encontrar y acercarse a Dios está altamente cercenada en el régimen en cuestión).

De hecho, el régimen ha desempeñado una labor bastante potente para imponer la llamada «ideología juche» sobre la población, en torno a la cual se consolida esa sensación de necesidad de rendir culto a los distintos líderes humanos (Kim) que han gobernado.

En otras palabras, allí si que estaría bien alcanzado lo que se puede entender como sustitución considerable de Dios por el Estado, bajo la personificación de lo que en ocasiones se llama «Dinastía Kim».

De hecho, no es falaz que, pese a que algunos han conseguido escapar y narrar el horror de ese régimen, muchos de sus ciudadanos sientan un gran afecto hacia esas figuras (cabe recordar que no pocos lloraron con mucha carga la muerte de Kim Jong-Il, en 2011).

Ciertamente, hablamos de un sistema político muchísimo más hermético que aquellos instalados en países como Cuba y Venezuela. Pero es que no ha habido ningún anticuerpo sociológico.

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La ingeniería social habría hecho mella entre la población. Pero cierto es que tampoco ha habido esa capacidad reactiva contrarrevolucionario que en su día manifestaron mayorías sociales como la definida por los católicos polacos.

¿Reunificación de las dos Coreas?

En Corea del Sur hay cierto interés por la reunificación entre los coreanos de ambas regiones. Así se pone de manifiesto también por parte de las autoridades políticas de los Estados Unidos.

No obstante, Corea del Norte siempre ha rechazado esta reunificación (reversión de un estatus político posterior a la II Guerra Mundial), que podría asimilarse a la que se dio, a comienzos de la década de los 90, en Alemania.

Por lo tanto, si bien no se sabe qué ocurrirá, puede decirse que desde Estados Unidos y Corea del Sur (con respaldo de la OTAN) podrían «apretar más» la tuerca de la reunificación, mientras que la firmeza de la hipotética nueva dictadura también tiene que verse.

¿Cuál ha de ser el mejor escenario?

De nada serviría que Corea del Norte pasara a tener una «democracia» que pudiera volver a ascender a los que causaron el problema o dar oportunidad a perfiles igual de estatistas (conviene recordar que Venezuela es un buen ejemplo de «falsa oposición»).

Por lo tanto, si bien no llamamos a las injerencias militares en países extranjeros, no negamos el deseo de que la sociedad norcoreana despierte algún día y pueda tener libertad para hacer el bien así como para poder prosperar individual, familiar y socialmente.

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