Por Tomás Fisher | Analista de la información | Londres
El médico, científico y militar norteamericano Walter Reed, siguiendo las teorías de otro científico, el cubano Carlos Finlay, confirmó que el agente causal de la fiebre amarilla era un insecto, el agente transmisor de esta enfermedad era, de acuerdo a sus investigaciones, un mosquito. Sin embargo la comunidad científica de la época se mostró, en general, escéptica.
En rigor; no sólo escepticismo sino carcajadas (muy ilustres carcajadas dicho sea de paso) fue lo que provocó tan alarmista como peregrina idea porque ¿cómo un simple mosquito podía ser transmisor de una enfermedad tan terrible, y menos ser capaz de transmitirla a un hombre?.
Reed, dispuesto a demostrar que su afirmación se basaba en hechos que no admitían ninguna duda, invitó a una conferencia a todos aquellos científicos y médicos escépticos para que, además de poder exponer libremente todas sus dudas pudieran, si querían (o podían) reafirmarse en su escepticismo, por su parte el doctor Reed probaría ante tan insigne audiencia que su afirmación no era una simple teoría sino un hecho científico demostrado e imposible de refutar. Sobre el estrado colocó a la vista de los presentes un frasco de cristal en cuyo interior pululaban amenazantes decenas de mosquitos, el frasco tapado con una fina gasa era motivo de curiosidad sí, pero aquellos doctos oyentes no cesaban en su incredulidad ni en espetar al médico y militar que lo suyo era un enorme dislate científico.
Pero de repente la gasa se desprendió del frasco y una nube de mosquitos invadió la pequeña estancia donde se estaba celebrando la conferencia. ¿Qué ocurrió entonces? De repente el escepticismo de aquellas mentes brillantes se desvaneció como por arte de magia, todos, hasta los más encarnizados oponentes al descubrimiento del doctor Reed, por miedo al contagio, huyeron como alma que llevada por el diablo. ¿Acaso no era una idea descabellada apenas unos minutos antes? Sobra decir que en realidad aquella conferencia, y aquel frasco de cristal cubierto tan solo con una fina gasa y, por supuesto, la miríada de mosquitos (todos inocuos) que había en su interior, fueron un experimento, más bien una «broma» que Walter Reed quiso hacerles padecer a todos aquellos colegas escépticos para que se tomaran en serio que los mosquitos Aedes y Haemogogus eran los verdaderos agentes transmisores, y eso si que no era una broma, era un hecho científico demostrado. La «moraleja» o conclusión de este hecho real es comprobar lo fácilmente que las personas entran en pánico ante la posibilidad de enfrentarse a una enfermedad. Mantengan esta conclusión en su mente, por favor.
Sin entrar a analizar otras cuestiones, como por ejemplo el oscurantismo informativo típico de los países comunistas, y China ha ocultado información, se podría afirmar, y con rotundidad, que el viejo refrán de «la experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que damos a nuestros errores» se cumplió con Italia, se ha cumplido con España y, con permiso de Boris Johnson, se cumplirá en Reino Unido, y ya por extensión con todos aquellos países tanto del entorno de la UE como fuera de ella, y en todos los continentes.
En el caso del Reino Unido habría que recordarles que los virus, las enfermedades, las epidemias y las pandemias no atienden a fronteras, ni están interesados en políticas o ideologías, ni conocen más límite a su natural expansión que el que quiera imponerse a sí mismo por ese microscópico instinto de supervivencia que llevan impreso en su ARN.
Los que plantean desconexiones políticas nunca habían pensado en que estas no solo pueden estar fuera de lugar en un mundo que va camino de encontrar ese sentimiento de pertenencia, ya no a un país de la Tierra en concreto sino a un planeta en concreto, es que además esas desconexiones pueden resultar inoportunas, y el Brexit lo ha sido, nadie podía imaginarlo desde luego, pero no ha podido llegar para los Británicos en el peor momento.
A pesar de ello la ciudadanía en general y el gobierno Británico en particular, han estado perdiendo un tiempo precioso, como sin duda lo perdió España bajo el gobierno de Pedro Sánchez y su retahíla de ministros, y eso a pesar de que tenían un espejo en el que mirarse, que era Italia y, de manera muy especial por las recomendaciones de la OMS, las cuales el presidente español prefirió evadirse para sostener su agenda ideológica.
Quien parece que lo ha hecho como Dios manda ha sido el gobierno de Corea del Sur y sus resultados son incuestionables, pero en el caso del Reino Unido no, el gobierno de su Graciosa Majestad creía que el Brexit solucionaba todos los problemas del país ¿para qué perder el tiempo actuando como la UE si ya no somos miembros de esa UE llena de incómodos europeos sumidos en una burocracia agotadora y claramente coercitiva? Y en este sentido el gobierno conservador de Boris Johnson pensaba que el proverbial pragmatismo Inglés era suficiente para mantener bajo control al virus, y salvar la economía mientras la economía de la UE se hundía por incompetente.
El objetivo del PM Británico era, como obviamente también lo era, y lo es, el objetivo de cualquier gobierno en la UE, que no quedara paralizada y en consecuencia dañada la economía de todo un país, ya que uno puede salir más o menos tocado de una crisis sanitaria como la presente, puesto que las personas contagiadas duelen pero las personas que no superan la enfermedad duelen más, y duelen a toda la sociedad. Sin embargo cuando uno piensa en términos de economía, no sé si la frivolidad pero si el pragmatismo, tiende a pensar que de una pandemia se sale, pero de una debacle económica…
Por lo que Boris Johnson, asesorado por su equipo científico, valoró la posibilidad de dejar que toda la ciudadanía terminara contagiándose de este «virus», habría pérdidas humanas por supuesto, pero el planteamiento del PM Británico era que, por otro lado, la economía no sufriría graves consecuencias y el Reino Unido saldría fortalecido de esta crisis sanitaria, aún por delante de los países que conforman la UE, donde se han tomado y se están tomando medidas restrictivas para contener el virus a costa de ver como se hunden las economías respectivas de los países miembros de la UE.
Evidentemente ningún país de la UE, ni los EE.UU, ni Canadá, ni Australia ni ningún otro país que se precie de seriedad, ignora las consecuencias económicas de esta crisis sanitaria y el efecto que, para la economía, significa parar enteramente toda actividad y mantener confinados en sus casas a los ciudadanos (¡la de teorías que han surgido al respecto!) los gobiernos no son idiotas solo que, posiblemente, han valorado como más importante velar por la seguridad de los ciudadanos, pues al final los que han perdido a seres queridos por culpa de esta pandemia no perdonarán a los gobernantes quienes, por irresponsabilidad manifiesta o por desprecio de la vida humana, hayan antepuesto el beneficio económico del país por encima de los ciudadanos de ese país.
Por ello el objetivo inicial del PM Británico Boris Johnson era dejar que los ciudadanos se contagiaran unos a otros, lo cual tiene base científica y es lo que se conoce como «inmunidad de grupo» un término similar al empleado en medicina veterinaria para determinar la inmunidad de manada, o «inmunidad de rebaño» que es, como bien pueden suponer, la forma más eficaz para detener la cadena de infección de una enfermedad, y esto ocurre cuando llega el punto en el que todo el grupo es inmune, de esta manera no importa si de repente aparece una persona susceptible de ser infectada, ya que el hecho de que exista esa inmunidad de grupo hará que esa persona no le afecte la enfermedad. Lo malo es que esto no es una enfermedad cualquiera, es una pandemia por lo que hasta llegar a esa inmunidad de grupo ¿de cuántos muertos se podría responsabilizar Boris Johnson y el gobierno conservador?. Viendo pues lo que esta ocurriendo en otros países de la UE, sus asesores le aconsejaron que empezara a tomar medidas antes de que fuera demasiado tarde.
He de decir que al tiempo de estar escribiendo este artículo apenas ha tomado medidas efectivas, y las que ya se están asumiendo, las habían tomado los ciudadanos Británicos antes de que Boris Johnson hablara de ellas aún como sugerencias. Una de esas «medidas» ciudadanas siguen la pauta de comportamiento que se ha podido observar en otros países afectados por esta pandemia, supermercados arrasados y estanterías vacías (ah, ¡y el dichoso papel higiénico!) que, en el caso de Reino Unido, empezó a ocurrir una semana antes de que el PM Johnson escuchara a sus asesores científicos y diera sus primeros consejos, los cuales tampoco han sido ni muchos ni urgentemente restrictivos, aunque en estos momentos escucho por Tv a un muy grave Boris Johnson advirtiendo con severidad que las restricciones impuestas son de absoluto obligado cumplimiento.
¿Recuerdan cuando al principio les solicitaba que recordaran lo fácilmente que las personas entran en pánico ante la posibilidad de enfrentarse a una enfermedad? Los ciudadanos Británicos, y hablo del área en la que habitualmente resido, entraron en pánico mucho antes de que Boris Johnson empezara a tomarse en serio los efectos que puede causar este virus en la ciudadanos de todo el Reino Unido, buena parte de ellos votan conservador, pero no es un pánico de manual no, es un pánico con grandes dosis de egoísmo, tanto como para que el propio Boris Johnson [*] haya tenido que intervenir y pedir a los ciudadanos británicos que a la hora de acumular comida ¡no sean tan egoístas! y que piensen en los demás.
En cuanto a las restricciones…ya llegarán, y tienen que llegar porque el ciudadano británico tiene pánico por lo que ve en las noticias pero a la vez la traicionera flema inglesa les ha obnubilado la mente y se les puede ver en eventos multitudinarios, pegaditos unos a otros como auténticos ceporros. No obstante esas restricciones, las de verdad, cuando lleguen lo harán, tal como ha asegurado el PM, con el apoyo de 20.000 soldados del ejército Británico que se desplegarán por todo el país para ayudar en todas las tareas necesarias, y en cualquiera de sus formas, para combatir al coronavirus en todo el territorio desde Escocia al condado de Cornualles, y desde Gales a Dover.
De momento la única medida importante, seria, necesaria que ha adoptado Westminster, afecta al Palacio Buckingham, y es que la Reina ha sido trasladada a una residencia más segura y apartada del bullicio de Londres, que por cierto es una ciudad infectada por el coronavirus, en su lugar el Príncipe Guillermo ha sido el encargado para representar a la Corona Británica, asumiendo de facto funciones de Rey.
Esta pandemia, sin embargo, debería enseñar a todos, absolutamente a todos los ciudadanos de la UE y del Reino Unido, y de todo occidente, que frente a todas esas «emergencias ficticias» cuyas banderas hacen ondear determinados partidos políticos con muy determinadas ideologías para atacar y debilitar muy determinados objetivos, existen emergencias que son muy reales y tenemos una de estas emergencias justo encima la estamos viviendo y a muchas personas las está matando en tiempo real.
Dios salve a la Reina, pero que se acuerde también de todos los demás.
[*] Posiblemente en España habrá sorprendido la noticia de que el PM Británico Boris Johnson dio positivo en coronavirus.
Lo cierto es que lo verdaderamente sorprendente no es que Boris Johnson haya dado positivo (¿o no?) lo verdaderamente sorprendente es que Pedro Sanchez, teniendo a esposa, suegra, miembros de su gabinete, a personal de Moncloa, del Congreso, y quien sabe a cuántas otras personas más de su entorno, mediato, e inmediato, infectadas de coronavirus, el propio Sanchez no haya dado positivo, todavía.
Quizá habría que analizar las apreciables diferencias que existen entre España y el Reino Unido, que no son pocas, tal vez en otra ocasión. No obstante que Johnson haya podido dar positivo no sorprendió en el país, ¡se empeñó bastante en conseguirlo! visitando hospitales, saludando a personas infectadas con este virus, tocando todo por todas partes sin reparar en el uso de las protecciones adecuadas…un desastre de hombre desde el punto de vista de los «expertos» normal y previsible que en algún momento acabara dando positivo. Solo que el gobierno en general y el PM Británico en particular tenían un problema, los ciudadanos británicos no estaban por la labor de confinarse en sus casas, y menos si la orden, por mucho que la defendieran los «expertos», apestaba a conculcación de derechos y libertades. El motor económico en Reino Unido no se ha paralizado, si bien se han cerrado Pubs, Restaurantes, clubes, gimnasios, teatros, cines y cualquier otro local o negocio que implique aglomeración de personas.
No está permitida la reunión de grupos de entre dos y cinco personas, por lo demás los niños pueden salir a los parques, se puede pasear, hacer deporte, salir a por alimentos, por lo que (y hablo de la ciudad en la que resido) salvo por los locales de ocio y restauración que permanecen cerrados la vida, en la práctica, sigue igual, no se ha paralizado la economía en lo que respecta a la industria y a las finanzas y la proverbial rebeldía del pueblo británico sigue siendo un dolor de cabeza para este gobierno, como lo sería para cualquier otro que tuviera el control del Parlamento.
Pero volvamos al contagio del PM Boris Johnson.
Recapitulemos:
– Última visita «política» a un hospital para saludar y animar a pacientes COVID-19 el 1 de marzo.
– 27 de marzo. Da positivo en COVID-19.
– 5 de abril. Termina su confinamiento y es ingresado en el hospital St. Thomas
– 6 de abril. Ingresa en UCI no necesita intubación.
– 9 de abril. Sale de UCI 72 horas después de su ingreso de «urgencia»
– 12 de abril «Boris Johnson leaves hospital»
¿Conclusiones?
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