Hoy, miércoles 6 de mayo, el Congreso de los Diputados ha votado a favor de la «enésima» prórroga de los resortes totalitarios presentados bajo un decreto-ley de Estado de Alarma. No se dio al final ese «empate técnico» que algunos presagiaban con cierto optimismo, teniendo así una esperanza del bloqueo de esta «peligrosa benevolencia».
Tanto el sentido de la votación como cierto transcurso de las votaciones parlamentarias ha sido bastante útil para tener nuevos y actualizados retratos políticos. No solo en relación a la política profesional, macarra e insultona cuyo nombre de pila responde a Adriana, que ha encontrado en el PSOE una gran experiencia institucional para su rol de agit-prop.
Las opciones preferidas de la «derecha sociológica española» también han hecho de lo suyo para que podamos emitir elementos de juicio (no necesariamente de cara a unos futuros comicios electorales). Hablaremos de las formaciones políticas lideradas por Pablo Casado, Inés Arrimadas y Santiago Abascal.
Escaramuzas parlamentarias de distinta intensidad
Anoche, los españoles se enteraban, por medio de la prensa y las redes sociales, de que Ciudadanos (C’s), esa formación «indefinida» en camino de extinción que solo es leal al Elíseo francés y a George Soros, se comprometía a «salvar los muebles» de Pedro Sánchez votando a favor de la prórroga.
De hecho, cómo estarán las cosas… «Pesos pesados» de la formación como Juan Carlos Girauta (razón de algunos para tener un criterio positivo hacia C’s, por oratoria básica e intelectualidad) y Carina Mejías (ex portavoz en el consistorio de Barcelona, ya «defenestrada» cuando se quiso «catapultar» a Masón Valls) han abandonado la formación.
En otras palabras habrían insinuado que salvar al «okupa de Moncloa» ha sido tirar todo el trabajo por la borda así como certificar la «defunción electoral» del experimento masónico en cuestión. Pero es que, además de ello, quizá convenga destacar que Inés Arrimadas ha hecho hoy una intervención ridícula, que no se puede coger ni con pinzas.
Eso sí, no han sido los referentes máximos del liberalismo afrancesado quienes, en sí, han hecho algo mal. El caso es que, como se temía, pese a lo que figuras autonómicas como Alberto Núñez Feijóo e Isabel Díaz Ayuso aconsejaban, el Partido Popular (PP) no ha votado en contra de la prórroga.
Como era de temer, han preferido no estar a la altura y, seguramente, temiendo ese escenario de asedio que podría perpetrar la extrema izquierda, han decidido no manifestar un sentido del voto negativo, sino abstencionista. No han querido posicionarse en contra pero, tampoco a favor, para no quedar tan mal ante sus votantes y simpatizantes.
Mientras tanto, hoy, VOX ha sido el partido que mejor ha actuado en el Congreso de los Diputados (no tanto por no haber vuelto a solicitar una extensión de estos resortes totalitarios, como pidieran en febrero e hicieran, votando a favor, en la primera votación de prórroga del confinamiento masivo). Las razones clave han sido las siguientes:
- Correcta batalla dialéctica anticomunista dirigida hacia el PSOE y PODEMOS: recuerdo de la olvidada masacre genocida de Paracuellos del Jarama (1936) y precisión sobre la faceta totalitaria y de desprecio hacia la dignidad humana de figuras como el Ché Guevara.
- Anuncio de una moción de censura (sobre lo que se hablará a continuación) que obligue a retratarse a aquellos parlamentarios que deseen que continúe gobernando el Frente Popular.
La moción de censura puede ser una buena estrategia
La moción de censura que ha anunciado Santiago Abascal no prosperaría. Ni siquiera aunque la versión española de la Coalición Cívica (Casado y Arrimadas) decidiera suscribirla, ya que suma una mayoría absoluta toda la configuración frentepopulista, con las fuerzas del nacionalismo periférico incluidas.
No obstante, tendría su utilidad estratégica, y no solo para posicionar a los bloques políticos (tenemos un régimen partitocrático en el que todo depende de estructuras monolíticas de organización jerarquizada), sino para suministrar cierto estímulo en la opinión pública.
El hecho de que se presentara una moción que, por lo menos, garantizase una batalla dialéctica en salas de prensa y tribunas parlamentarias, podría centrar la actualidad y motivar a algunos a intensificar o sacar a relucir su indignación contra este proyecto de dictadura comunista, que también supone un avance de la Revolución.
En cualquier caso, no hay que limitarse a esto así como tampoco a votar o no votar en unos hipotéticos próximos comicios legislativos. Desde la sociedad, tenemos también una tarea de incansable actividad y vigilancia, a fin de recuperar y fortalecer esa mayoría social católica que, sin complejos, podría salvar a nuestro país.
Hemos de desconfiar del régimen partitocrático, pero también denunciar la progresiva expansión del Estado así como todo ataque contra la Ley de Dios, la libertad bien entendida, la dignidad humana, la tradición católica hispana, la familia y el principio de subsidiariedad, por todos los frentes, en todos los ámbitos: virtual, artístico, intelectual, físico…
De hecho, sin incurrir en la arrogancia y el narcisismo (creemos que cualquiera tiene oportunidad de salvarse o de rectificar en pos de la Verdad) se puede «presumir» de que el tradicionalismo hispano fue la primera corriente se manifestó en contra estos secuestros dictatoriales y políticos, junto a otras corrientes como el movimiento paleolibertario.
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