Algún que otro burócrata, incluyendo a alguna figura de las élites como Bill Gates (ese mismo que comenzó a hacerse millonario con la comercialización de un sistema operativo cuyo distintivo de UX/UI resultó ser un presunto plagio de prototipos de Steve Jobs), da su peculiar perspectiva sobre la «normalidad» post-coronavirus.

Se nos «vende» que nada podrá volver a ser como antes hasta que se comercialicen y administren vacunas específicas (aunque algunos profesionales de la medicina y la farmacología han señalado que no todos podrán «beneficiarse» de la misma, por ejemplo, por el desarrollo de una inmunidad natural, habiendo de priorizar a grupos de riesgo).

Ahora bien, esta hipotética vacuna no deja de generar motivos para la objeción que, precisamente, nada tienen que ver con ese movimiento anti-vacunas que simplemente, sin darse cuenta, parecía querer jugar a la selección natural que teorizó el científico Charles Darwin, así como con el destino de las personas.

Uno de los motivos vendría a ser la preocupación ante la posibilidad de que estas incorporasen unos nanochips o dieran lugar a una posterior expedición obligatoria de «cartillas digitales de vacunación». Esto podría suponer uno de esos enésimos ataques a la privacidad que se intensificarán con el pretexto de la pandemia.

Pero no es el único. Hay más, que no son menos preocupantes. Resulta que algunas de esas vacunas a comercializarse no solo suponen un problema en tanto a ciertos efectos secundarios, sino a que contendrían células de fetos asesinados mientras que se estaban gestando en el vientre de sus respectivas madres.

De acuerdo con el portal de noticias estadounidense LifeNews, de las 16 vacunas que ya estarían en ensayos clínicos registrados o en fase de prueba pre-clínica temprana, algunas pertenecerían a alguna de unas cinco compañías que estarían utilizando células de bebés abortados.

Entre estos programas figurarían los procedentes de entidades como CanSino Biologics (China), el Instituto de Biotecnología de la Academia de Ciencias Médicas Militares de China, la Universidad de Oxford, Janssen Research & Development Inc. (Estados Unidos) y la Universidad de Pittsburgh.

Ahora bien, ¿qué se puede y debe de hacer? Aparte de otras consideraciones, deberíamos de señalar, a modo de denuncia, en pro de la santidad humana, de todas aquellas entidades que buscan beneficios políticos y económicos a costa de la sangre derramada por multitud de niños inocentes que no pudieron nacer.

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