El mundo está en manos de una reducida pléyade compuesta por los principales banqueros, una minoritaria élite económica y las sociedades secretas. Tienen todo el poder económico y político. Acaba de comenzar una nueva Era que va a durar como mínimo varios siglos. Pretender luchar directamente contra la dinámica de la Historia es tan absurdo, como si alguien pretendiese destruir el Imperio Español el día siguiente a la toma de Granada.
La élite es propietaria de todos los medios de comunicación, controla las empresas estratégicas, los servicios de inteligencia, los cuerpos policiales y militares en sus cúpulas, todas las instituciones de los estados están en sus manos y ejerce su control directo sobre los gobernantes de las naciones, en pleno proceso de extinción. No se puede luchar contra el orden de cosas con medios tradicionales, como un partido político, las asociaciones o los sindicatos, porque directamente el sistema neutraliza toda amenaza. Tampoco se puede pretender subvertir la situación siguiendo las directrices de Gramsci, porque él era un revolucionario y concebía la cultura como un arma más de combate, con la que poder transformar la sociedad por medio de la batalla cultural.
La primera llamada a la acción, es crear un estado de conciencia. Tomás Moro, encarcelado y después ejecutado, lo tuvo e hizo que sus creencias pervivieran. No se puede luchar contra un estado de conciencia. El estalinismo convirtió las iglesias en balnearios y piscinas, y no pudo eliminar la conciencia religiosa del pueblo. Cuando el Muro de Berlín cayó, las iglesias regresaron a su pleno esplendor tras el telón de acero.
Hay que crear un estado de conciencia, que invite a despertar para luego provocar una reacción en forma organizada. Aunque vivamos en la era de la imagen que explique el fenómeno del auge de las nuevas formaciones políticas, sería importante disponer de un periódico diario nacional de peso, capaz de crear una masa crítica que permita luego el nacimiento de movimientos sociales, partidos políticos, etc. El proceso no sería bidireccional, sino de un único sentido, es decir, no habría que crear un partido político primero, sino después de haber conseguido formar el magma necesario para hacer que surja no una corriente ideológica, sino un movimiento defensor de los valores del pueblo y sus verdaderas necesidades.
Ese movimiento, no debería mirar al pasado y anclarse en paradigmas históricos, sino que habría de englobar a toda persona necesitada de sentirse representada, bien porque la izquierda se ha entregado al servilismo del dinero y ya no ampara sus ideas, o en otro espectro porque no encuentra quien respalde sus valores tradicionales.
Sería necesario, para concluir, que el pueblo en su conjunto supere sus trazos de pensamiento político, en las tradicionales categorías, para lograr que despierte primero a la realidad que nos atenaza, y reaccione después bajo la forma de una organización necesariamente innovadora, con el fin de lograr que pueda defenderse y recuperar las conquistas sociales perdidas, y un marco de convivencia en el respeto mutuo. De no darse dicho movimiento, nos esperará como inequívoco destino la esclavitud y la eutanasia involuntaria.
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