Por Francisco Lupiañez-Villanueva, UOC – Universitat Oberta de Catalunya; Cristiano Codagnone, UOC – Universitat Oberta de Catalunya y Diego Polo-Friz, University of Milan
El debate público que ha surgido en muchos países como consecuencia de la pandemia de COVID-19 plantea un difícil compromiso entre la salud y la economía. El foco de la comunidad científica está puesto en investigaciones relacionadas con problemas epidemiológicos (número de infecciones y víctimas causadas por COVID-19) y clínicos (terapias, vacunas, etc.). Sin embargo, han sido pocos los estudios centrados en las consecuencias económicas y de salud mental relacionadas con el proceso de confinamiento que están sufriendo los ciudadanos.
Para llenar este vacío, entre el 24 de abril y el 1 de mayo llevamos a cabo una encuesta en Italia (3.504 sujetos), España (3.524 sujetos) y Reino Unido (3.523 sujetos). El objetivo no era otro que analizar las consecuencias del confinamiento en los tres países en términos sociales, económicos y de salud mental de la población.
Deprimidos, cansados y sin energía
Utilizando escalas validadas científicamente se constató que, durante los últimos siete días, una gran mayoría de encuestados se habían sentido deprimidos o sin esperanza, habían tenido problemas para conciliar el sueño, habían sentido cansancio o se habían notado faltos de energía. Las respuestas muestran que estas sensaciones están fuertemente relacionadas con la vulnerabilidad social y económica.
Situaciones como estar desempleado, vivir con más personas, tener hijos en edad escolar en el hogar, perder el empleo y ver reducidos los ingresos aumentaban el estrés psicológico y su impacto en la salud mental. Por el contrario, el nivel de estrés se reducía en caso tener un ingreso familiar relativamente más alto, tener una casa en propiedad sin hipoteca, disponer de una superficie habitable relativamente grande y contar con un “colchón” para pagar las facturas durante algún tiempo.
Las estimaciones para cuantificar el alcance de los problemas de salud mental durante este período de confinamiento nos dicen que un promedio del 42% de la población en los tres países está en riesgo de tener problemas de salud mental como consecuencia de la alta vulnerabilidad social y económica. Concretamente, el 41.5% en Italia, el 41.8% en Reino Unido y el 45.8% en España.
Desacuerdo unánime con las políticas de comunicación del gobierno
Estos resultados deben leerse junto con una segunda parte del estudio en la que se analizaron cuestiones políticas. Los datos obtenidos destacan que más del 60% de los ciudadanos encuestados en los tres países están de acuerdo con la declaración de que “el gobierno no debería centrarse sólo en prevenir contagios sino también en evitar una mayor crisis económica”.
Este consenso es igual de significativo ante la afirmación de que “el gobierno no debería sólo comunicar a los ciudadanos qué hacer para adherirse a las medidas de seguridad, sino explicar también claramente como es el plan de salida”. En definitiva, se muestra claramente el desacuerdo de los ciudadanos sobre las políticas de comunicación de los gobiernos en los tres países encuestados.
Hasta ahora, el debate político se ha centrado en los aspectos de salud de la pandemia, con expertos clínicos y epidemiólogos en primera línea. Pero además del problema del contagio, hay otra emergencia que requiere igual atención: las consecuencias económicas y de salud mental de los ciudadanos.
El alcance del problema es tal, especialmente para las personas más vulnerables, que los ciudadanos esperan respuestas urgentes de los gobiernos. Esta demanda está presente en igual medida en tres países que afrontaron la pandemia de manera muy diferente. Un detalle que, además de confirmar la validez externa del estudio, sugiere cuán similar es la preocupación económica que afecta el estado mental de las personas.
Queda atrás esa primera fase en la que, comprensiblemente, las autoridades han seguido el principio de precaución y, en consecuencia, han priorizado la lucha contra el contagio. Lo que toca ahora es centrarse en reiniciar la “normalidad” con un enfoque más equilibrado, que transite desde la precaución hacia un análisis de costos y beneficios (también para la salud mental) de las diferentes opciones futuras que se abren ante nosotros.
Giovanni Liva, investigador de Open Evidence, ha colaborado en este artículo.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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