El tradicionalismo es crítico del liberalismo económico. Todos los referentes de esta corriente política son partidarios de una organización profesional de la economía, pero mientras algunos tienen un juicio negativo respecto de la economía de mercado, otros la ven compatible, dentro de ciertas condiciones, con un orden social cristiano. Así, Michel de Penfentenyo afirma, contra una visión sesgada de la historia, que la Iglesia Católica favoreció el surgimiento del capitalismo “al legitimiar el papel del capital mo-biliario, de la moneda, de las técnicas bancarias, del crédito”, la licitud de los beneficios, la distinción capital- trabajo, una economía más dinámica, la noción de precio justo como estimación común, la estabilidad monetaria, los títulos extrínsecos que tornan justo el préstamo a interés (o como él prefiere decir, las inversiones de dinero), etc. Contrapone a esto, la usura, el capitalismo anónimo, la concentración de las riquezas, el crecimiento desmesurado del sector financiero, la tecnocracia, el “cuasi automatismo” de la competencia individualista, la despersonalización de las relaciones mercantiles, etc.

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