La ciudadanía es un concepto revolucionario, y como todo concepto revolucionario, tiende a desarrollarse hasta el infinito. Con el cese de Pérez de los Cobos el Gobierno de Pedro Sánchez considera que ya es el momento de quitarse la careta, y convertir al ciudadano en esbirro fiel a la voz de su amo.
La revolución desarmó al pueblo mediante el concepto de ciudadanía, que si bien no era un concepto nuevo, si sufrió un cambio de sentido, y así los demagogos ilustrados nos hicieron creer que los individuos aislados, frente al tradicional concepto de pueblo, serían capaces de crear por sí mismos las normas que regularían la vida social; de esta forma desaparecieron los cuerpos intermedios de la sociedad (familia, corporaciones, gremios …), y el individuo se encontró solo frente al Estado. La revolución concibió a los ciudadanos como los sujetos destinados a crear las leyes con capacidad coercitiva, y desde ese momento ni la tradición, ni la costumbre, ni el derecho natural, ni siquiera el sentido común serían fuente de derecho. Tras la revolución, la supuesta voluntad libre del ciudadano sería suficiente para imponer al conjunto de la sociedad el deber de obedecer.
Desde esta perspectiva, el ciudadano se oponía al vasallo, al súbdito, sin reparar que el súbdito formaba parte de un pueblo, de una corporación, de un gremio, y como tal poseía los derechos que le correspondían, no solo como individuo, sino por su pertenencia a los diferentes cuerpos intermedios.
Sin embargo, la revolución no enseñó que la voluntad individual puede suponer la mayor de las esclavitudes, pues el ciudadano, que es supuesto portador de todos los derechos, sin embargo, se encuentra desarmado para enfrentarse al poder, ya no puede reclamar la ayuda de sus congéneres, solo le cabe cumplir con la ley, que supuestamente se ha dado el mismo, con independencia que esta ley sea justa, o injusta, oportuna o inoportuna, razonable o irrazonable.
Y en esta ficción de libertad vivíamos hasta que el ínclito Ministro Marlaska decidió cesar al Coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos, ¿el motivo? no plegarse al dictado del Gobierno, y no entregar un informe en el que precisamente se investiga al Gobierno de Sánchez por sus mentiras y negligencias en la crisis del COVID-19. Con este cese, el Gobierno de Pedro Sánchez descubre sus cartas, y transmite a “la ciudadanía” un claro mensaje: para este gobierno no existen leyes, no existen normas, la voluntad del Presidente es ley, y es imposible oponerse a la misma, ni siquiera la justicia tiene competencias para controlar el ejercicio del poder político.
Para aquellos que aceptaron acríticamente su condición de ciudadano, y olvidaron el concepto de soberanía social, solo cabe hacer una recomendación: prepárense para acatar acríticamente su condición de esbirros, y cumplir con la voluntad soberana del líder carismático.
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