En los últimos días, se ha venido leyendo, con cierta frecuencia, en algunos artículos de opinión y en las redes sociales, un uso de términos como «NKVD de Marlaska» o «NKVD española».
El momento más propicio para intensificar ese uso terminológico fue el momento de comienzo de las protestas de reacción espontánea contra el gobierno instalado en Moncloa: la coalición frentepopulista liderada por Pedro Sánchez y Pablo Iglesias.
Sabido es que el Ministerio del Interior, bajo órdenes de Pedro Sánchez acatadas gustosamente por Fernando Grande-Marlaska que prefiere ser un mal político a un buen ex juez, ha tratado de hacer lo imposible para mitigar ese enfado social.
Para ello, por las malas, han pensado en intensificar la monitorización de los contenidos en redes sociales y canales de mensajería instantánea, aparte de intensificar en exceso la vigilancia policial en zonas no conflictivas, a sabiendas de que no habría altercados.
Ahora bien, ¿por qué puede tener sentido hacer una equiparación del Ministerio del Interior así como de sus adyacentes Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado con el Comisariado del Pueblo para Asuntos Internos (abreviado, en ruso, como NKVD)?
Adaptando los aparatos soviéticos a los tiempos actuales
El NKVD no fue ni más ni menos que la unidad gubernamental de máxima responsabilidad de los actos de persecución política, ejecución, espionaje y secuestro a los que los soviéticos sometían a la población, tratando de aniquilar a la disidencia.
Fue creada bajo el leninismo y el estalinismo, que no fueron sino corrientes de aplicación práctica de la tercera fase de la Revolución (sustentada intelectualmente por las obras de Karl Marx, a considerar como ideólogo genocida).
Pero, ¿por qué remitirnos a esta comparativa a la hora de criticar al ejecutivo frentepopulista? Estamos bajo un régimen dictatorial y totalitario posmoderno, de inclinación comunistoide.
Asimismo, del mismo modo que un médico interno residente preferirá hacer prácticas en los hospitales de mayor renombre y prestigio, un hatajo de liberticidas puede inspirarse perfectamente en regímenes hostiles, inhumanos y totalitarios.
Un cuerpo policial muy a medida de los gobernantes
Para comenzar, recordemos que gracias a Marlaska, quien ostenta el título de «vicepandemias», es decir, Pablo Iglesias, disfruta de un amplio dispositivo de agentes de la Guardia Civil en su domicilio de la urbanización de La Navata, en Galapagar (Madrid).
Pero no es esa la única cuestión (por mucho que resulte no solo despótica, sino contradictoria, ya que Pablo Iglesias odiaba a los cuerpos policiales antes de entrar en el sistema de partidos, en consonancia con las connotaciones de la «derecha patriotera»).
Desde 2018, Pedro Sánchez ha sido consentidor y promotor de una remodelación de la jerarquía de la Guardia Civil, en tanto que aquellos que, cumpliendo con su buen hacer, tuvieran que implicar a gente del PSOE en alguna investigación de delitos.
En el verano de ese año, se suspendieron fondos de la Unidad Central Operativa (UCO) y se destituyó al coronel Manuel Sánchez Corbí. Daba la casualidad que esa unidad estaba investigando casos de corrupción política que salpicaban al PSOE de Andalucía.
Mientras, en la primavera de este presente 2020, se ha cesado a Diego Pérez de los Cobos, jefe de la comandancia de la Guardia Civil en la Comunidad de Madrid. Todo por un informe sobre la causa judicial relacionada con el aquelarre feminista del pasado 8 de marzo.
Por cierto, tampoco hay que olvidar el estricto control policial establecido en el Valle de los Caídos, días antes de la profanación del cadáver del general católico Francisco Franco. Se vulneraba (igual que con la praxis del Estado de Alarma) el libre ejercicio de la fe católica.
En cualquier caso, a la vista de estas cuestiones, habría que hacer una reflexión en torno a los puntos que enumeramos a continuación (quienes redactan estas líneas no se comprometen con otra cosa que no sea la Verdad, como camino hacia Dios):
- Sin menoscabar la buena intención profesional en la que en los casos que merezcan tal atribución contribuyen los agentes de seguridad estatal, recordemos que no dejan de ser titularidad del Estado, que está en manos de un determinado número de burócratas liberticidas, en detrimento de la sociedad.
- Nos enseñó San Agustín de Hipona que una ley injusta no podía ser considerada como tal cosa, mientras que nosotros consideramos que no existe nada más gratificante que obrar en pro del bien común, conforme a las enseñanzas y mandamientos divinos. Sobre esto deberían de reflexionar agentes y demás funcionarios.
- Uno de los motivos más «útiles» de creación de la Guardia Civil fue la represión policial del carlismo, de la acción armada del tradicionalismo católico español. De hecho, es interesante señalar que antes de los tiempos revolucionarios no existían cuerpos policiales monopolísticos.