Por José Casanova
Muchas personas creen saber qué es uno u otro sistema económico y político, y se adhieren en bloque a ellos según lo que consideran más justo o mejor. Pero la realidad es muy diferente de los conceptos básicos que la mayoría creen que definen a uno u otro sistema económico y político. En este artículo no voy a hacer un estudio profundo de los sistemas en cuestión, pues se haría demasiado técnico y largo, pero voy a dar las nociones fundamentales y a desmentir creencias populares mal entendidas.
—En primer lugar, respecto al CAPITALISMO, el capitalismo NO es que exista propiedad privada ni que se utilice dinero. La propiedad privada y el dinero han existido miles de años antes de que surgiera el capitalismo. Decir cuando nace exactamente el capitalismo es muy difícil y dependiendo de la fuente y el autor, nos encontraremos diferentes opiniones. La realidad es un lento proceso que no duró años, si no siglos, en el que se van implantando unas ideas ante diferentes hechos, que culmina con la obra de algunos pensadores, siendo los más reconocidos, Adam Smith, con su libro Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones de 1776, y sobretodo John Locke, fallecido en 1704, llamado por algunos padre del Liberalismo Clásico (como hoy se conoce). El capitalismo surge dentro de una corriente de pensamiento, el Liberalismo.
El liberalismo como corriente de pensamiento parte de una idea sencilla, el hombre es el centro de todo y se libera de todo lo ajeno a él y no aceptado por él mismo. Surge dentro del cambio social del teocentrismo (Dios como centro de todo) al antropocentrismo (el hombre como centro de todo), y en consecuencia no acepta la existencia de normas morales previas al ser humano, “liberándose” de todo lo que él no haya escogido, tanto moral y filosóficamente, como política y económicamente, YO decido sobre todo lo que me afecte, y por supuesto surge además necesariamente otras concepciones, el individualismo y la igualdad absoluta, destrucción de todos los elementos naturales donde no se dan estos conceptos (como la familia) y es en estos aspectos donde se fragua realmente el capitalismo dentro del liberalismo, o como consecuencia de él, pudiendo gestarse realmente de forma simultanea siendo consecuencias ambas del cambio de la concepción moral y filosófica. Es cuando están las ideas liberales y capitalistas, más o menos, perfectamente definidas, cuando los estados nación surgidos en este contexto, bien desde los nuevos agentes del poder, bien desde la burguesía emergente, se lanzan a cambiar radicalmente el modelo de estructura social y económico para implantar clara y de forma general el capitalismo; se prohíben los gremios, se desamortizan enormes extensiones, se arruinan, expropian o expulsan directamente las obras de beneficencia, asilos, orfanatos, colegios, hospitales de la iglesia y los gremios, se empiezan a expropiar las tierras comunales o vecinales, y es en este contexto, destruido todo apoyo y seguro previo para vivir y progresar a las personas y sus familias, con miles de desplazados a las emergentes grandes ciudades, cuando se implanta el nuevo libre mercado, las grandes fábricas, se centraliza el poder y la población, desaparecen los controles sociales y gremiales de la competencia, plasmando la perfecta forma liberal de eliminar cualquier control social sobre la producción y el consumo, defendiendo (los capitalistas) la mínima intervención estatal o de cualquier otra clase, como buenos liberales, enfrentando a la nueva clase obrera entre sí para conseguir un puesto de trabajo para poder comer algo. Ellos entienden que todos son libres de hacer lo mismo y que gane el más fuerte o el mejor.
—En segundo lugar, tras la implantación y desarrollo del capitalismo (liberal) donde surge, no mucho tiempo después de su real implantación el SOCIALISMO. Si bien llegados a este punto hay que preguntarse ¿qué es el socialismo? Muchos creen erróneamente que el socialismo y el liberalismo son opuestos, que el socialista y el liberal no tienen nada que ver, y eso es una terrible confusión. El socialismo surge del liberalismo, en palabras del siempre citado Donoso Cortés: “El socialismo es la peor de las escuelas nacidas del liberalismo” y como decíamos en anteriores artículos: “Por lo que respecta al liberalismo como movimiento histórico universal, el socialismo es el heredero legítimo, no sólo desde un punto de vista cronológico, sino desde el punto de vista sociológico”. El socialismo no surge de la nada, surge de los pensadores liberales, que parten de la concepción antropocentrista, compartiendo toda la doctrina moral y filosófica del liberalismo, trascendiendo SÓLO en lo político y económico. El hoy llamado “liberal” se quedó con ese nombre en el momento de surgimiento del socialismo, con la denominación que siempre se le había dado -liberal- (pudiendo ser llamado Liberal clásico) y el socialismo al oponerse a parte de los que estos “liberales clásicos” defendían (al mínimo intervencionismo estatal y el libre mercado), se llamaron “no liberales” o incluso anti liberales (cuando lo que son es liberales post clásicos). Muchos por ello erróneamente siendo socialistas creen que no son o no tienen nada de liberales, teniendo una visión general de la historia sesgada, pensando que antes del liberalismo no existía nada, y que en el panorama político-económico, sólo existen pues liberales y socialistas, error, pues el liberalismo destruye el sistema tradicional anterior. Y podría criticarse que es sólo mi opinión, pero mejor dejo las palabras de alguien que sabe más de socialismo que yo, Pablo Iglesias Posse (no el marqués de Galapagar), fundador del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y de la Unión General de Trabajadores (UGT). Considerado el padre del socialismo en España; dijo (y cito textualmente): “Quienes contraponen liberalismo y socialismo, o no conocen el primero o no saben los verdaderos objetivos del segundo”.
El socialismo (liberales post clásicos), trascienden al liberalismo (liberal clásico) al entender que una concepción social individualista, choca con la realidad de la vida del hombre en sociedad y la necesidad de la coordinación de las relaciones humanas, especialmente las de carácter económico. La lucha del hombre contra el hombre en el plano económico favorece a unos pocos privilegiados y condena a la mayoría a un servilismo desmesurado; en consecuencia se crea esta idea socialista (colectivismo) de eliminar el concepto individualista de las relaciones económicas y políticas, lanzándose el socialista a eliminar la independencia del ciudadano en el plano político y económico en pos de un bien mayor, el “interés general”, se crea la concepción de que es la propiedad privada lo que permite que unos tengan mucho y otros nada, considerando que el estado debe intervenir, ya que el “estado” es elegido por todos; me recuerda a aquellas palabras de un político nazionalista catalán de cuyo nombre no quiero acordarme (Quim Torra): Yo soy el pueblo. En el socialismo, el estado (que por lo visto somos todos) adquiere toda la riqueza que se produce por todos y cada uno de los ciudadanos, en la teoría de que lo repartirá de forma igualitaria a todos y cada uno de los ciudadanos, asegurándoles casa y comida, siendo todo “público”. Suena maravilloso, de verdad lo digo, de ahí que millones de personas en la historia se hayan encuadrado en el socialismo, incluyendo hoy día, incluso a católicos, felices de llamarse socialistas y anti liberales… Malo es creer que algo “público” significa gratis y que es de todos, cuando significa que lo pagamos todos y es del estado; pero peor es creer que sólo existe socialismo o capitalismo, cuando uno es consecuencia del otro. El socialismo sigue defendiendo la base social liberal en el individuo, como unidad básica de la sociedad e independiente de los demás sujetos, cuando la base social es la familia, ya defendido así en POLÍTICA de Aristóteles diciendo que “la familia es la comunidad, constituida por naturaleza”; compartiendo pues la base moral y filosófica liberal (los socialistas) y sólo cambiando en lo político y económico. Ni siquiera dejan de ser capitalistas los socialistas, pues como decíamos, el capitalismo no es la propiedad privada ni el libre mercado, es mucho más, especialmente el modelo productivo y competencial; en el socialismo el modelo económico capitalista se mantiene y sus formas de organizar la sociedad y la producción, sólo sustituyen al empresario beneficiario por el estado, siendo ahora el estado el gran capitalista y todos los ciudadanos sus empleados obreros, que ya no serán pagados en metálico, sino en teóricos servicios sociales, siendo dependientes del estado, sin posibilidad de decisión o resistencia. Son esclavos del estado, al no poseer nada, no tener nada, viviendo a la voluntad exclusiva de ese estado “que somos todos” pero encarnado en unas personas reales que serán los que decidan por los demás. Largo podríamos hablar de las nefastas consecuencias de los estados socialistas, que amargamente han sembrado ejemplos fallidos a lo largo del mundo y la historia, pero no vamos a alargarlo más.
—Habiendo dejado claro que el capitalismo y socialismo son uno consecuencia del otro y hermanos en la base filosófica liberal (sin olvidar el desarrollo posterior y las concepciones en lo que están en contra), dejando pues en evidencia que no son las dos únicas alternativas, sólo queda preguntarse ¿Qué más hay pues? La respuesta es el SISTEMA TRADICIONAL la subsidiariedad del estado (Principio de subsidiariedad).
En el principio de subsidiariedad se protege a las personas por parte de ellas mismas, de los abusos de las instancias sociales o políticas superiores procurando que sean las familias y los grupos que ellas forman, los que se organicen según sus costumbres o regiones, creando los cuerpos intermedios para desarrollar las tareas que por sí solos no llegan. Este principio se impone porque toda persona, familia y cuerpo intermedio tiene algo de original que ofrecer a la comunidad. La experiencia constata que la negación de la subsidiariedad, o su limitación en nombre de una pretendida democratización o igualdad de todos en la sociedad, limita y a veces también anula, el espíritu de libertad y de iniciativa. Es la propia sociedad la que conoce sus necesidades, y la mejor forma de solucionar los problemas o repartirse las funciones según su realidad histórica, cultural y geográfica; creando pueblos y municipios, las funciones a los que estos cuerpos no pueden llegar solos, se unen con otros cercanos creando esos cuerpos intermedios, realidad que ni hoy en el sistema de poder formado de arriba a abajo pueden negar o eliminar ( como las mancomunidades de aguas energías o basuras, en las que se unen varios pueblos haciendo la función por un organismo único formado por ellos), pudiendo unirse con unos para unas necesidades y el mismo pueblo con otros para otro asunto, siendo la unión de estos cuerpos intermedios los que formarían un sector nacional en dicho asunto, quedando claro que el poder no cede competencias a entidades centralizadas a medio camino (como comunidades autónomas) sino el poder realmente va de abajo hacia arriba, no pudiendo las entidades superiores entrar en los asuntos a los que los de abajo llegan por si mismos. Relacionado con este principio (que es el históricamente defendido por la Doctrina Social de la Iglesia), nos encontramos que también afecta a los sectores puramente económicos y productivos. En el principio de subsidiariedad, son los trabajadores los dueños de los medios de producción, no en un sentido socialista (o utópico anarquista), con la creación de gremios, colegios profesionales, cajas de ahorros etc (como eran autenticamente y no en lo que los han convertido ahora) repartiéndose las zonas de venta al público, como hoy se mantiene en las farmacias y los estancos, no permitiendose la apertura de grandes superficies que arruinan a los pequeños propietarios y creando la gran diferencia entre un rico y muchos pobres, manteniéndose una clase social media mayoritaria, siendo los propios ciudadanos los que se unen y crean mutualidades, los colegios e instituciones de enseñanza específica, hospitales y demás entidades conocidas hoy como mínimas dentro del “estado del bienestar”, desapareciendo el problema de los impuestos abusivos y el de las empresas privadas, que pueden hacer valer más las ganancias que la salud, pues son los propios ciudadanos que van a ese hospital, los dueños del mismo. Hoy es difícil de comprender este sistema, pero animo a todos a no centrarse en este artículo para verlo, más bien, sea simplemente el punto de partida de unas ideas más claras sobre los sistemas económicos tratados, y se puedan empezar a formar cada uno de los lectores en la autentica doctrina social justa y moral, en la auténtica sociedad civil tradicional.
Y si algo de lo que he dicho es contrario a la ley de Dios, no es por desacuerdo si no por error, que estaré encantando de rectificar si alguien me hace ver el lugar de la equivocación.
Este artículo se publicó por primera vez en AhoraInformación.com
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