Muchas son las sectas que se han formado para combatir a la Iglesia de Dios desde su fundación. Todas la han causado días de amargura y quebranto, derramando en varias épocas la sangre generosa de los mártires de la ortodoxia católica. En el siglo IV señalóse el arrianismo por las alarmantes proporciones que tomó y por la saña feroz que desplegó contra los católicos, contra quienes, además, envolvió a los emperadores y monarcas del siglo arriano.
En la edad moderna hemos sufrido también la tormenta funesta del protestantismo que desde el siglo XVI arrancó del seno de la Iglesia Católica a los Príncipes del Norte y centro de Alemania, convirtiendo a varios reinos en teatro de sangrientas guerras contra los católicos. Inglaterra fuer la tirana del catolicismo en tiempo de Enrique VIII y de Isabel.
Estas dos sectas, el arrianismo y el protestantismo, tuvieron muchos puntos de contacto y semejanza, no precisamente en el dogma, sino en la conducta, en el número y calidad de sus prosélitos, y en el sistema de propaganda.
Pero estas dos sectas, lo mismo que todas las demás, fueron amputadas del cuerpo místico de Jesucristo por el anatema de los Concilios. Desde entonces se dividieron los campos, los herejes fueron conocidos, y se señalaron pública y descaradamente.
Más, en el presente siglo, existe una enfermedad gravísima que aflige a la sociedad moderna, y que causa estragos en el Catolicismo, y en la sociedad, como quizás ninguna otra secta las causó iguales. Esta secta es el liberalismo, verdadero cáncer que extingue la fe de las inteligencias, relaja la moral, y roba a Cristo millones de almas.
El liberalismo tiene contagiadas todas las capas de la sociedad, y no se concreta a pervertir a los hijos del Catolicismo, sino que también invade a los secuaces de otras sectas y religiones. Su carácter se distingue por su universalidad, por su doblez, por su independencia, por su inmoralidad, por su indiferentismo en materias religiosas y políticas.
El liberalismo abraza dos extremos: la política y la religión. En cuanto a la primera no conoce otra autoridad civil que la soberanía del pueblo, y mejor la soberanía del individuo, y en esto quita el cetro a los reyes, y lo pone en manos de las cámaras populares, hechura de los poderes. La autoridad real, institución divina, en manos del liberalismo queda convertida en una pantalla, a cuya sombra se comenten todas las arbitrariedades, y los monarcas liberales ya no son sino empleados públicos de las naciones, a suelo fijo, expuestos a todos los caprichos y decisiones de las cámaras.
El liberalismo político no sufre reyes legítimos, que son la afirmación de la autoridad real, porque la base de esta secta estriba en la soberanía de la razón, y en la independencia de la voluntad del individuo y de la sociedad.
El liberalismo, aunque reforma y compone códigos, no guarda las leyes civiles sino en cuanto son favorables a su egoísmo, que mal puede obedecer a una ley el que es proclamado independiente.
El liberalismo destruye la propiedad, porque sienta por principio la igualdad, y si no véase con que compasión se echó siempre sobre los bienes de la Iglesia, sobre los bienes nacionales, sobre testamentarías, etc, por supuesto a título de protección, de administración … Su rapacidad en esta materia ha excedido a todas las persecuciones pasadas. El liberalismo ha dejado a la Esposa de Cristo únicamente la túnica inconsutil de la fe, y aun esta quieren sortearla como los verdugos de Cristo en el Calvario. Recuérdese la usurpación de los Estados Pontificios.
El liberalismo político es la ruina material de las naciones, con su administración desastrosa y sus ejércitos permanentes, la empleomanía y los sueldos fabulosos que derrocha en manos indignas.
El liberalismo político es responsable, causa perpetua de motines y revoluciones, de divisiones y bandos, es la tea de la discordia que enciende en cada estado y en cada pueblo cien partidos enconados, que desgarran las entrañas de la patria. El liberalismo político es, en suma la revolución legal autorizada, armada, que todo lo trastorna, todo lo avasalla, todo lo destruya, es el socialismo, el nihilismo. El liberalismo se desarrolla y sostiene por la fracmasonería.
El segundo extremo que abarca el liberalismo es la religión. Pero ¿de qué manera? Todas las sectas que han impugnado el Catolicismo, han atacado algunos dogmas, quedando en su cuerpo de doctrina algunos de los de la Iglesia. Mas el liberalismo religioso no tiene cuerpo de doctrina propio, admite el evangelio en todo lo que mejor sienta con su gusto y conciencia, toma o rechaza los dogmas o enseñanzas de la Iglesia con indiferencia o burla. Los preceptos son puras formalidades exteriores que según las circunstancias se pueden guardar o no guardar: es decir, que considera el liberalismo a la Iglesia como una Señora con la cual conviene guardar ciertas atenciones, pero a quien no siempre pueden satisfacerse sus exigencias.
De esta suerte quita a la Iglesia el carácter divino con que la selló el Salvador al fundarla, destruye la jurisdicción que por derecho divino tiene sobre los hombres y la pone al nivel de cualquier sociedad que sirve para mantener el orden y la moral del mundo. El liberalismo religioso desmoraliza la juventud, sentando que «se han de satisfacer todas las aspiraciones y necesidades del corazón, mientras no sea en daño de tercero», y en libros, y grabados, en fotografías, o pinturas, en objetos artísticos, todo respira voluptuosidad, lujuria … Que la juventud necesita expansión, y por eso por todos lados se la atrae al placer, al goce, a la diversión …
El liberalismo religioso hace numerosos prosélitos en el clero; lástima da decirlo, pero es así.
El liberalismo religioso, en teoría, esa una apostasía de la revelación, y en la práctica un escarnio de la fe; en teoría es el racionalismo absoluto, y en la práctica el indiferentismo religioso.
En resumen, el liberalismo considerado política y religiosamente, es una verdadera calamidad social y religiosa, un peligro inminente para la sociedad y un enemigo funesto del Catolicismo. El política conduce al socialismo, y en Religión al ateismo práctico.
¿Cuál es, pues la secta que causa mayores estragos a la Iglesia? El liberalismo.- J.M.S
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