Charles Louis de Secondat, barón de Montesquieu, pasa por ser el padre de la teoría del sistema de gobierno moderno basado en la separación de poderes, que él identificaba con el ejecutivo, el legislativo y el judicial. Entre sus muchas obras es el Espíritu de las leyes, publicado en un temprano 1748, la que mejor desarrolla su pensamiento. Desde entonces para acá no hemos hecho más que desarrollar sus ideas.
Desde mucho antes de que nuestro hombre expusiese su pensamiento político estaba claro que el auténtico poder residía en el dinero. En la antigua Roma, muy documentada, desde las elecciones en tiempos republicanos al alistamiento de legiones, todo pasaba por el financiamiento económico; Augusto no hubiese podido enfrentarse a Marco Antonio sin la herencia de su padre adoptivo, Cesar, quien a su vez había dilapidado fortunas para apuntalar su carrera política y, una vez en el poder, depredado las de otros.
El genio napoleónico, pese a lo que pueda pensarse tras Waterloo, fue vencido, después de derrotar a seis coaliciones, por la mayor capacidad financiera del Imperio británico, entonces, tras doblegar al español, en pleno apogeo económico. Es este, el poder económico, en definitiva, el más importante de los conocidos como poderes fácticos, junto con la Iglesia y el Ejército, hoy completamente desaparecidos en cuanto a su capacidad de influir en la acción de gobierno. Pero hay otros.
Sera también en Londres por esa época, finales del XVIII, cuando Edmund Burke identifica en la tribuna superior del Parlamento británico, donde se sentaba la prensa, al conocido desde entonces como cuarto poder. La prensa informa a la ciudadanía y también le da forma en cuanto que trasladaba a los lectores, después a los oyentes y también televidentes, los puntos de vista o visión de la cabecera editorial a la que cada uno pertenecía. Su importancia es tal que nuestro vigente vicepresidente ha llegado a afirmar que hoy el ciudadano ya no pertenece, ideológicamente, a un partido sino que es seguidor de un medio de comunicación; de ahí la importancia que para los políticos tiene su control que pasa a ser prioritario para lograr la victoria en la contienda política.Sin embargo no debemos engañarnos, es el poder económico, propietario de los medios de comunicación, la mano que mece la cuna de la información y quien marca las líneas de apoyo o de confrontación con los gobiernos de cada momento, o con la información o el tratamiento que se da a determinadas crisis, como la que actualmente vivimos.
Ayer el Eurobarometro, el equivalente al CIS del Parlamento europeo, publicaba que el español es el gobierno más criticado en Europa por sus propios ciudadanos, a gran distancia del segundo clasificado en tan negativa percepción. ¿Cómo es posible que nosotros, los españoles, no nos hubiésemos enterado y tenga que venir Europa a decírnoslo? ¿Para quién trabaja el cuarto poder?
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