Por Evaristo Palomar
De entre la serie sin término de cuestiones que nos acucian, algunas urgentes, otras más urgentes y todavía unas terceras, inexcusables, hemos optado de entre estas por atender los comentarios habidos con motivo del control sin fisuras acometido por el desgobierno que nos preside.
La contaminación en la que nos desenvolvemos es complejo que no nos afecte. Opera como atmósfera en la que nos desenvolvemos, y tiene en consecuencia cierta “normalidad”, expresándonos con lenguaje sociológico. Si en lo inmediato físico –a la hora de tomar aire- sucede lo referido, en lo cultural pasa cuatro cuartas partes de lo mismo. Nos va inundando una a modo de neblina mental que nos deja en cierta inercia y sin capacidad de reacción ante lo que acontece. De ahí que los desvaríos y locuras de SNCHZ & Cia, pretendan contestarse sin advertir que los presupuestos, no es que resulten semejantes, sino que son idénticos. En efecto, el control hasta la extenuación del más mínimo recoveco de disenso ha sido comentado como intento de instalar un Ministerio de la Verdad. Suele echarse mano a tal efecto que si Orwell, que si 1984, etc.
Adelantemos que lo que hace a nuestro pensamiento no es la libertad –que toca a la voluntad, supuesto el entender-, sino y precisamente la verdad. De ahí que ir contra los gráznidos, echándoles a la cara, pretender hacer de la verdad un Ministerio, es caer en la trampa tendida de genética hegeliana. Lo que hace al pensamiento, insistamos, no es que resulte libre, sino justamente su verdad. De ahí que las expresiones del propio pensamiento no admitan más respeto que el que ofrecen.
Es esta una cuestión tan determinante que pone sobre el tapete, nada más y nada menos, que la verdad del hombre, la verdad de la conciencia del hombre. Porque, precisamente, por constitución natural nos debemos como tarea y vocación primigenia a esto, y el resto de cosas en esto mismo: a la verdad. Y para empezar según el testimonio irrefutable de la propia conciencia, a rechazar su contrario, y por antonomasia a repudiar toda y cualquier mentira.
Si el error manifestado a la conciencia nos causa repudio, la mentira, en su alcance personal y existencial, imposibilita la más mínima condición humana tanto en lo personal como en lo social. De ahí, que nuestro dinamismo para con la verdad, humanamente considerado, resulta serlo determinantemente ministerial. No; no es verdad que se impulse desde el desgobierno un Ministerio de la verdad. Lo que se impulsa y obtiene –muy desgraciadamente- es un clima tenebroso de obscuridad y mentira sostenida.
Pero aún más. Dada nuestra condición desfalleciente por nuestra herida originaria afectante a la voluntad, tenemos necesidad de que la ortodoxia se afirme en nuestras costumbres, y por ende en nuestras leyes. Y es a quienes han sido instituidos como Pastores a quienes corresponde, en razón de su ministerio, velar de manera y alcance muy especial por la salvaguarda de la verdad. La verdad del hombre y la verdad de la conciencia del hombre.
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