Por David Engels
El fabricante de dulces Katjes acaba de poner en escena a una mujer vestida de rosa, que lleva el hiyab musulmán y admite, con una sonrisa burlona, que a ella también le gusta picar, para promocionar así su nueva gama de dulces vegetarianos (y por tanto sin gelatina de cerdo). Lo que podría parecer un hecho puramente trivial – ¿qué hay de malo en que una empresa comercial trate de llegar a un nuevo público? – es mucho menos si miramos un poco más de cerca el contexto, y es precisamente a este nivel que una lectura renovada de Michel Houellebecq puede ser más que esclarecedora.
Postulando que la economía de mercado había ganado terreno en los vínculos emocionales y las actividades sexuales, el autor ha elaborado, desde Extension du domaine de la lutte, un cuadro despiadado de la degeneración de las relaciones entre los sexos, la atomización de los individuos y el resurgimiento de los extremos. Ahora, con la extensión de la publicidad a las comunidades religiosas, se acaba de dar un nuevo paso, quizás decisivo, hacia la mercantilización de las relaciones humanas. En primer lugar, que un comerciante de dulces conocido por su uso de residuos animales deba lanzar una gama específicamente halal para llenar sus cajas ya es bastante utilitario, por no decir hipócrita. Pero utilizar a una mujer con velo y vestida de rosa para dirigirse a toda la comunidad musulmana (umma) del otro lado del Rin ya es un paso adelante en el uso de estereotipos: reducir a la umma alemana al velo (cuando, en todo el mundo musulmán, las mujeres son perseguidas por querer disponer libremente de sus cuerpos), y la mujer con el color rosa y el mordisco de dulces desprecia alegremente todos los logros de la emancipación religiosa y sexual.
Pero lo peor de la historia: la actriz en cuestión, Vicenca Petrovic, de origen serbio, tiene tras de sí una deslumbrante carrera como modelo en pequeños trajes y tiene prohibido contractualmente expresar su afiliación religiosa, lo que deja poco margen de duda sobre su credibilidad como musulmana ejemplar. En consecuencia, el anuncio de Katjes no sólo transmite dudosos estereotipos sexuales y religiosos, sino que también utiliza un personaje opuesto a los códigos de conducta en cuestión, en un momento en que se acusa regularmente a los blancos que quieren vestirse de acuerdo con las normas de otras culturas de «ennegrecerse» y, por lo tanto, de racismo. No es de extrañar que un día, al echar aceite al fuego de los problemas de identidad, los pequeños fuegos causen grandes incendios…
Vide: Extension du domaine de la lutte, par Michel Houellebecq, éd. Maurice Nadeau, 1994, 180 pps.
Fuente: Traducido del francés para Tradición Viva por Carlos X. Blanco. Artículo original publicado en www.levif.be
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