En Francia arde la Catedral de Nantes, una joya del gótico, en un incendio intencionado. Se trata de un crimen de firma anarquista y que emula la oleada revolucionaria jacobina que ha sembrado de llamas los templos de Estados Unidos de costa a costa.
Han ardido las iglesias de San Juan (en las proximidades de la Casa Blanca), tres iglesias en Louisiana, la misión española en San Gabriel (California), la iglesia de Greenville (Misisipi), la parroquia de San Pedro (Boston), etc.
También ardió Notre Damme…
En España se han profanado, desde ZP, multitud de templos y catedrales. El castigo: ninguno.
Esto es una revolución, es la misma revolución de color que sembró en el caos las calles de Estados Unidos con la excusa de la muerte de Georges Floyd.
Una revolución de color cuyo fin es el sometimiento de la sociedad occidental a los intereses mundialistas de Soros y Cia(siempre Soros pero no solo él).
Y el catolicismo es el enemigo a batir puesto que se opone a los intereses económicos e ideológicos mundialistas.
Esos intereses son la desaparición de la soberanía de las naciones (y de ellas mismas) y su sometimiento a un gobierno mundial liderado por la ONU que impondrá, como viene ya viene siendo habitual, la ideología y creencias “correctas” de la nueva sociedad.
Esta ideología correcta será la aceptación de la doctrina LGTBI cuyo objeto final no es ningún derecho sino la reducción de la población mundial (Piedras Guía de Georgia), la destrucción de la familia como núcleo educador y de resistencia, y el sometimiento del individuo, el cual, siendo más débil, y educado por el Estado a través de las directrices mundialistas, se convertirá (sin saberlo) en un esclavo de una sociedad degenerada y zombificada. Además la extensión y generalización del aborto cuyo objeto es doble: reducir la población mundial y generar beneficios económicos (Planned Parenthood y franquiciados). Por último, la nueva ideología incluye el control del niño y del adolescente a través del monopolio estatal de su educación; como ya dijo nuestra ministra Calvo “los niños no son de los padres”, ese niño se convertirá, bien moldeado, en el adulto de la nueva sociedad.
Y quien se opone a esto es perseguido. Y quien mayormente se opone a esto es la Iglesia Católica, y por ello arden sus templos.
Las cosas no pasan por casualidad, siempre existe una causalidad.
Es desde las élites que se financia e impulsa la campaña anticatólica (anticristiana), la cual, emulando los crímenes de la Revolución Francesa, riega de incendios los templos sin ni siquiera respetar su valor artístico: hay que eliminar al cristiano o someterlo, ese que se opone a las nuevas ideologías, la mejor Iglesia es la que arde o en boca local «ARDERÉIS COMO EN EL 36» es el grito de anarquistas y podemitas, el grito con el que Rita Maestre profanó (en cueros) la capilla de la Universidad Complutense, un grito muy de progresista.
La profanación de lugares de culto comenzó en suelo patrio a raíz de la revolución liberal de 1812, en 1834 ya se registran casos, un año después de la muerte de Fernando VII fueron asesinados 74 monjes en un convento madrileño, la relación entre anticlericalismo y revolución (liberal) era patente. Antes de la revolución liberal no se quemaban templos ni se asesinaban religiosos.
Por muy descontento que esté el pueblo siempre se necesita alguien que encienda la mecha y que dirija el incendio al lugar correcto.
En España la profanación de templos se avivó en 1909 por las soflamas del Partido Radical de Lerroux y se generalizó en 1931 con la República (última revolución del ciclo burgués); fue una de las causas, una más, desencadenantes de la guerra civil. Decía Azaña: «En Alicante han quemado alguna iglesia. Esto me fastidia (…) el Gobierno republicano nace como en el 31, con chamusquinas».
Ahora también es patente la relación entre los incendios de catedrales y revolución, es una revolución post liberal y a la vez anarquizante, realmente la revolución es mundialista, la cual utiliza como peones de combate a grupúsculos de izquierda, anarquistas y feministas, simples títeres del mundialismo.
Expuestas así las cosas es previsible que los incendios a templos continuarán en el civilizado mundo Occidental. Al menos que se sepa qué es lo que está detrás.
Por José Manuel Castaño
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