Por Tomás Fisher
«Jovencita, acostúmbrate a beber vino porque el agua de Inglaterra no hay quien se la beba» Con estas palabras, la reina Elizabeth y lady Margaret (madre del rey Henry VII) daban la bienvenida a la familia Tudor a la que fuera la quinta hija de los Reyes Católicos, Catalina de Aragón. A lo que habría que añadir que en la Inglaterra de hace 500 años el vino tampoco era mejor que el agua, el buen vino, como Catalina de Aragón, llegó de fuera del país.
Sin embargo las cosas han cambiado en el presente, y aunque todavía no pueden competir con la calidad de los vinos de España, los vinos de Cornualles, de Kent, Sussex o Yorkshire hubieran sido muy valorados en la regia mesa de los Tudor, especialmente por esa inclinación, perfectamente comprensible, de los británicos por consumir sólo productos con la etiqueta «British».
Catalina tenía cuatro años cuando fue prometida en matrimonio a Arturo, Príncipe de Gales e hijo del rey Enrique VII, la joven Catalina y el joven príncipe no habían tenido la oportunidad de conocerse mutuamente salvo, quizá, por uno de aquellos retratos que hacían tan poca justicia a los retratados, la primera vez que se vieron ella había alcanzado la edad de quince años y él era un muchacho, de igual edad, muy apuesto. Lo suyo fue amor a primera vista, pues nada más que tuvieron la ocasión de estar, por primera vez, uno frente al otro, se enamoraron. Aunque, según dice la historia, ¡no se entendían! puesto que habían aprendido pronunciaciones distintas del latín, lo que no impidió que se amaran.
Posiblemente la historia de Catalina de Aragón en Inglaterra, como reina, habría sido bien diferente de no haberse cruzado en su camino la muerte repentina del príncipe Arturo de Gales, algunos de los eventos que se sucedieron posteriormente hicieron que la reina Isabel de Castilla advirtiera severamente al rey inglés Henry VII. Se podría afirmar pues que la muerte se interpuso entre Catalina de Aragón y su destino, y el infortunio persiguió a Catalina como mujer y como reina. Sin embargo fue su sólida formación y su esmerada educación (es decir su preparación humana y, se podría decir, también profesional) las que coadyuvaron a forjar su historia, y su leyenda. Perfectamente formada en las ciencias de la época, Catalina estudió derecho canónico y civil, aritmética, literatura clásica, genealogía y heráldica, historia, filosofía, religión y teología, sabía hablar, leer y escribir en castellano y latín, y hablaba con fluidez francés y griego, a lo que habría que añadir el inglés de la era Tudor en Inglaterra. Tenía una fe capaz, si no de mover montañas, si al menos le sirvió para que nadie pudiera removerlas. Le gustaba bailar, pues había aprendido danza, y también fue instruida en habilidades domésticas además de haber sido instruida en el arte de la educación y los buenos modales. En otras palabras; la joven Catalina de Aragón era extremadamente culta para la época, los medios ingleses de entonces destacaron cada uno de estos notables rasgos intelectuales que no solo asombraron a hombres y a mujeres, sino a reyes y a reinas de todo el continente Europeo, no es de extrañar que el propio Thomas Cromwell, dijera de ella: «Si no fuera por su sexo, podría haber desafiado a todos los héroes de la historia».
Y es que el prestigio de Catalina de Aragón era tal, que la casa Tudor se apoyó en este prestigio para reforzar ante el resto de casas reales de Europa el derecho de los Tudor al trono de Inglaterra.
La preparación intelectual de Catalina era de tal envergadura que fue nombrada embajadora de España, convirtiéndose en la primera mujer embajadora de toda la historia de Europa!
Pero como quiera que el evangelio advierte de la facilidad con la que la cizaña crece entre el trigo, el destino de Catalina se torcería con la muerte prematura de Arturo, su jovencísimo esposo, hasta el punto que su suegro pretendió casarse con la joven Catalina con tal de no tener que devolver la dote de 200.000 coronas y todo lo demás que los Reyes Católicos habían adelantado para sellar la unión entre los dos reinos, ay cuando se enteró la reina Isabel, su madre, que las intenciones del «viejo» eran desposar a su hija, una joven de 17 años, el enfado de la reina fue tan descomunal, que al rey inglés le faltó poco para arrojarse por un balcón del miedo que sintió al imaginar a los españoles invadiendo las costas inglesas.
De hecho Enrique VII y sus consejeros estaban convencidos de que Catalina era una «jovencita» fácil de manipular y se plegaría dócilmente a sus requerimientos, pero que equivocados estaban!.
Por lo que para honrar el tratado de Medina del Campo de 1489, y habiendo fallecido Arturo, se dispuso que Catalina se convirtiera en esposa del segundo hijo de Enrique VII, el que acabaría siendo el desenfrenado Enrique VIII
Sin embargo, y con todo lo importante que es el hecho de que toda Europa reconociera la grandeza de Catalina de Aragón, lo que hizo muy especial a esta gran mujer española fue que enamoró a todo un pueblo, el pueblo inglés, de hecho al lado de su tumba en la Catedral de Peterborough, los ingleses pusieron una placa en su honor en la que se puede leer «Una reina amada por el pueblo inglés por su lealtad, piedad, coraje y compasión» Y no era para menos, puesto que el pueblo inglés la amaba de verdad. Aprovecho este recordatorio para invitar a todos los lectores de Reino de Valencia a visitar la Catedral de Peterborough y conocer el lugar donde reposa el cuerpo de esta gran mujer, Catherine of England, que podía haber nacido para ser Reina de España pero que lo hizo para ser Reina de Inglaterra.
Así mismo cada 29 de enero se conmemora con un festival, el «Katharine of Aragon Festival» y una ceremonia el día en el que el cuerpo de Catalina de Aragón llegó a la Catedral de la ciudad para obtener su reposo, no les defraudará la visita, nunca faltan en su tumba ni flores frescas ni Granadas, a veces unas, a veces otras, a veces ambas. Pero cuando vayan a visitar su tumba, vayan pensando en lo que a esta gran mujer le tocó enfrentar, y que con una fe inquebrantable en Dios, luchó hasta el final de su vida para defender sus derechos.
Sufrió al abandonar España, sufrió al separarse de su madre, la reina Isabel de Castilla, de quien aprendió a amar a Dios, el honor, el orden, la ley, pero también el valor y el arrojo que caracteriza a la milicia, demostrando este valor enfrentándose a los escoceses en la batalla de Flodden, derrotándolos y entregando su victoria al rey, su esposo Enrique VIII, un sujeto que no le llegaba a Catalina ni a la suela de su zapato real, sufrió cuando falleció su esposo Arturo de Gales, le hicieron sufrir su suegro el rey Enrique VII, y finalmente le hizo sufrir el desenfrenado rey Enrique VIII, pero también le hicieron sufrir los consejeros del rey que no dejaban de buscar la forma de amargarle la vida a la verdadera reina de Inglaterra y, por supuesto, Catalina sufrió a causa de «la mala perra», la amante que luego se convertiría en la esposa del rey, Ana Bolena.
Catalina escribiría a Carlos V su sobrino; «mis tribulaciones son tan grandes, mi vida tan perturbada por los planes inventados a diario para promover las perversas intenciones del rey, las sorpresas que el rey me da con ciertas personas de su consejo, son mortales, y solo Dios sabe el trato que se me dispensa, que es suficiente para acortar diez vidas, mucho más la mía».
Catalina de Aragón, Catherine of England, tuvo que enfrentar a embaucadores, facinerosos, luchó contra la ambición, la envidia, la mentira y la deslealtad de muchos, tuvo que soportar las infidelidades de su esposo, y sufrió como nadie la traición. Le despojaron de todo pero hubo algo que nadie le pudo arrebatar, su fe inquebrantable en Dios y su hondo sentimiento de orgullo de sentirse española y reina de Inglaterra.
Honor, coraje, lealtad, valentía, orgullo y fe fueron los rasgos que mejor caracterizaron la figura de Catalina de Aragón en tanto vivió, no importa si libre, cuando lo pudo ser, o «confinada» en su arresto domiciliario en Kimbolton Castle por negarse a aceptar su pérdida de derechos, Catalina de Aragón, quinta hija de los Reyes Católicos, superó a todos en su época-
Sin duda al final, y si trazamos un paralelismo entre aquella otra mujer conocida como «la mala perra» con la situación por la que atraviesa España, lo único que puede brindar la «corona» de España (es decir; su gobierno) a la legión de pérfidos canes, que ayudados de sus ladridos y mordiscos, no cejan en su empeño por arrancar a España del mundo, lo único que puede rendir a España al control a los pérfidos canes es, como Ana Bolena (esa mala perra coronada en 1533) quien sólo tras la muerte de Catalina pudo decir: “¡Ahora por fin soy reina de Inglaterra!”. lo único que puede rendir a España para que los pérfidos puedan exclamar ¡por fín soy quien manda! es que no haya españoles sobre la tierra, o dicho de otro modo; que no haya españoles para defender a España.
En los tiempos de infamia que vive España ¿no es hora de hacer ondear la cruz de Borgoña?
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