Por Ann Coulter
El pasado 14 de julio, los franceses celebraron el Día de la Bastilla, el ataque de la plebe a una prisión parisina que ha llegado a simbolizar la Revolución Francesa, un período de violencia masiva que no produjo nada más que miles de franceses muertos. Su revolución fue el chillido de la plebe, tal como lo estamos viendo en varias de nuestras propias ciudades y pueblos de hoy. Así que repasemos este evento absurdamente celebrado.
Como es común con la violencia de la plebe, el asalto de la Bastilla fue provocado por un rumor. La gente comenzó a susurrar que el impotente e indeciso rey, Luis XVI, iba a atacar al nuevo cuerpo legislativo, la Asamblea Nacional.
– ¡Manos arriba! ¡No dispares! (Incluso el Departamento de Justicia de Eric Holder descubrió que el reclamo era una mentira, después de varios millones en daños a la propiedad y sufrimiento humano).
– ¡Protestas masivas por la policía que mató a un inocente negro en Detroit! (Resulta que Hakim Littleton les estaba disparando un arma).
– La cara de Althea Bernstein fue quemada con un líquido más ligero y cuatro «chicos clásicos de la fraternidad de Wisconsin» le arrojaron una cerilla. (Después de la cobertura inicial de inundación de la zona, esa historia seguramente desapareció rápidamente).
Con la necesidad de armas para defenderse del ataque imaginario, en la mañana del 14 de julio de 1789, unos 60,000 ciudadanos franceses armados con picas y hachas se reunieron en Los Inválidos, un cuartel para soldados viejos, para exigir armas y municiones.
– Como los Sens. Mitt Romney y Marco Rubio pueden explicarle, los antifa llevan rocas, dispositivos incendiarios y candados para bicicletas solo para defenderse de los «fascistas».
Finalmente, la plebe atravesó la puerta de Los Inválidos y saqueó el edificio, incautando 10 cañones y 28,000 mosquetes. Pero no había municiones. Entonces se dirigieron a la Bastilla, que anteriormente había sido una fortaleza.
La chusma temía a la Bastilla debido a los rumores falsos de presos políticos torturados detrás de sus muros. De hecho, la Bastilla tenía solo media docena de prisioneros ese día, la mayoría de ellos falsificadores comunes. No estaban siendo torturados, y la prisión estaba en proceso de cierre, de todos modos.
Con legiones de parisinos golpeando las puertas de la Bastilla, el comandante de la prisión, Marqués de Launay, invitó a representantes de la gente a negociar durante el desayuno.
– Claro, soy el jefe de policía, pero me arrodillaré. Eso los callará.
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Su primer pedido fue que se retirara el cañón de las torres porque las armas montadas asustaban a la gente. De Launay estuvo de acuerdo, y el cañón fue retirado.»Como es común con la violencia de la chusma, el asalto de la Bastilla fue provocado por un rumor».
– ¿Qué pasa si enarbolamos una bandera «BLM»?
¡Pero la chusma afuera interpretó que la desaparición del cañón significaba que estaban siendo cargados, a punto de disparar contra la multitud! Por alguna razón, también creían que sus representantes, que permanecían durante el desayuno, habían sido tomados como rehenes.
A medida que la mafia crecía, los guardias de la Bastilla les dijeron que se dispersaran, alejándolos agitando sus gorros. La gente interpretó que agitar los sombreros era un estímulo para continuar el ataque. Y así fue, con disparos que interrumpieron los intentos de De Launay de rendirse.
Pronto, la chusma estaba disparando balas de cañón en la prisión, atacando el puente levadizo y escalando las paredes del patio.
Frente a decenas de miles de estos locos, de Launay hizo una oferta final: cedería el control total de la Bastilla, siempre que la transferencia se realizara pacíficamente. A menos que se satisfaga su demanda de una transición sin sangre, dijo, volaría toda la manzana. Resultó que debería haberlo hecho.
La oferta de De Launay fue rechazada. Se rindió de todos modos.
– ¡Hola, recintos policiales en Minneapolis y Seattle!
La chusma entró y saqueó toda la fortaleza, arrojando papeles desde las ventanas, matando a los guardias y tomando prisioneros a otros. Más tarde, un guardia capturado describió que marcharon por la calle con «masas de personas que me gritaban y me maldecían».
– Al menos no hemos visto masas de personas gritando y maldiciendo a los agentes de la ley.
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Mucho peor estaba reservado para De Launay. El comandante de la Bastilla fue paseado triunfalmente por las calles, donde la gente le agredió con espadas y bayonetas hasta que finalmente lo mataron a golpes, con lo cual los encantadores parisinos continuaron mutilando su cadáver. Un cocinero tuvo el honor de cortarle la cabeza a De Launay, ponerse las manos y las rodillas en la cuneta y cortarla con una navaja.
La cabeza de De Launay, junto con la de otro funcionario de la ciudad, fue expuesta en picas y bailaba en las calles de París para más burlas de celebración.
– Noticias de esta semana: la página de Facebook de la mujer blanca de Indianápolis se inundó con mensajes burlones de los partidarios de BLM después de que fue asesinada por decir «Todas las vidas importan».
– También esta semana, el homenaje de Savannah Chávez a su padre caído, oficial de policía, asesinado en una emboscada el sábado, fue bombardeado con tuits burlones de los partidarios de BLM.
En reacción a la toma de la Bastilla, Alexander Hamilton advirtió cortésmente al Marqués de Lafayette, héroe de la Revolución Americana: «Temo el carácter vehemente de su pueblo, a quien temo que no se podrá mantener dentro de los límites adecuados, después de haberlos puesto en movimiento «.
Lafayette no escuchó. Tres años después, huía de Francia por su vida. Espero que los demócratas tengan un mejor plan.
Este artículo se publicó originalmente en la revista Takimag.com en lengua inglesa.
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