Sin ánimo de ser exhaustivos, en este artículo se expondrán algunas ideas y algunos hechos que son verdaderos. Hubo un tiempo en el que la moral considerada normal, y aceptada como tal por ideologías tanto de derecha como de izquierda e incluso libertarias, mantenía que el amor verdadero consistía en la relación entre un hombre y una mujer.
Esta moral, que es la moral natural, es la que permitió el desarrollo de las sociedades y la propia supervivencia de la especie humana.
Las mentalidades más libertarias (de pensamiento anarquista) si bien no aceptaban la institución de la familia por ser una superestructura de poder opresora, en su imaginario, sí que aceptaban en cambio, y como natural, las relaciones entre hombres y mujeres, eso sí sin ataduras.
La Iglesia mantuvo su hegemonía moral durante siglos en España y aún después de la separación Iglesia-Estado, primero durante la II República y más tarde tras el Concilio Vaticano II (1959). Con la Transición española tal separación se intensificó y la disminución de la influencia religiosa en la sociedad lo hizo en progresión geométrica; con ello también disminuyó el número de hijos abriéndose, así, una fase demográfica de crecimiento cero primero y negativo después: nuestra sociedad se envejeció como nunca antes.
Ya irrelevante la influencia de la Iglesia en amplísimos sectores de la sociedad, la concepción de las relaciones afectivo-sexuales normales permaneció inalterable, siendo de hombre y mujer.
Ni en los sectores más progresistas de nuestra sociedad, esto es, en la izquierda, se ponía en cuestión tal naturalidad. En la España de inicios de la Transición los hombres de izquierda mostraban una mentalidad en estos temas casi tan conservadora como los de derechas, su modernidad en este sentido era, pues, superficial en dicho momento.
A todos, en aquel tiempo, les parecería disparatado otra forma de moral en las relaciones humanas.
Pero lo inimaginable se hizo realidad y todo cambió.
Fue allá por los tiempos de ZP “El Risueño” (año 2002) cuando el orden establecido empezó a cuestionarse de manera especialmente intensiva. Para ello se emplearon cualquier tipo de plataformas informativas-manipuladoras. Recordemos series, de impulso zapateril, como “Física y Química” (prohibida en Italia), auténticos panfletos televisivos de propaganda de lo que poco después comenzó a divulgarse entre las masas como “género” (gender). En dicha serie se popularizó la idea de la normalidad en las relaciones de otro tipo, de carácter homosexual y más allá de ellas, siempre presentados los primeros como auténticos ángeles celestiales en un mundo corrompido por las ideas hetero…La ingeniería social echaba a andar en nuestro país avanzando a paso de gigante.
La cuestión del “género”, sin embargo, hunde sus raíces más cercanas en la desaparición de la URSS (enero 1991) en el momento en que la izquierda revolucionaria europea (italiana fundamentalmente) cambió la lucha política a lucha cultural: el llamado Marxismo Cultural, con antecedente en la Escuela de Fráncfort.
Antonio Gramsci, teórico marxista italiano afirmó muy tempranamente: “La única forma que tenemos de hacernos con el poder como comunistas: infiltrarnos en la sociedad, infiltrarnos dentro de la Iglesia, infiltrarnos dentro de la comunidad educativa, lentamente e ir transformando y ridiculizando las tradiciones que se han sostenido históricamente, a fin de ir destruyéndolas y formando la sociedad que nosotros queremos”
Entre dichas tradiciones a derribar figuraba la familia (tradicional) y las tradicionales relaciones afectivas.
No faltaron escritores y escritoras (feministas) que teorizaron sobre otras formas de afectividad y de sexo en la primera mitad del siglo XX e incluso afirmaron, sin prueba científica alguna, que la mujer era una “construcción cultural” y por ende cualquiera podía ser mujer… Ninguna de estas propuestas se tomó en serio aunque poco a poco, como termitas, fueron socavando el orden moral natural; para ello necesitaron otros aliados de tinte neomalthusiano (reducción de la natalidad) y neoliberal (reducción de costes laborales, reducción de la conflictividad laboral, aumento del mercado de consumo).
La caída de la URSS, antes citada, abrió un nuevo frente de lucha: de la lucha de clases a la lucha de sexos, y la “liberación” de esos sexos (iniciada en el Mayo del 68 francés) pero a escala superlativa.
Las mentes más avanzadas en el progresismo tomaron como bandera el “pluriamor”: no solo existían otras formas de afecto sino que, además de visibilizarse, debían potenciarse.
Esas nuevas formas de afectividad a potenciar eran siervos de los objetivos neomalthusianos de las élites, que como Bill Gates, pregonan el exceso de población en el mundo y la necesidad imperiosa de frenarlo; Gates y sus vacunas han sido acusados de extender la infertilidad en países africanos. Las nuevas formas de afectividad menos prolíficas contribuirían activamente en la reducción de la población, la enfermedad del planeta.
Hoy vemos como estas nuevas formas de afectividad y sexualidad se publicitan en programas televisivos de entretenimiento-propaganda-ingeniería social como First Dates, por citar lo popular, que es lo que le llega a la gente.
Esas nuevas formas de hacer las cosas son mantenidas por la Ideología de Género, la ONU, y los colectivos LGTBI (lo que ahora ya se llama LGTBIQ+)
Ahora lo más normal del mundo son las relaciones afectivo-sexuales entre varios hombres, varias mujeres, varios hombres y varias mujeres, hombres que se sienten y visten mujer con otras mujeres, mujeres que se sienten y visten de hombres con otros hombres (o con otras mujeres), hombres que no se sienten ni hombres ni mujeres con otros “seres”, la luna inversa…Los raritos, en este tiempo, son los heterosexuales (pobres), tal vez porque no han probado otra cosa…
Dentro del “kolectivo”, antes citado, y en consonancia con la ideología LGTBIQ+ existen multitud de géneros y posibles relaciones, todos ellos identificables por sus banderas. Así, tenemos a los asexuales, a los hetero-aliados, a los bisexuales, a los demisexuales, a los gays, a las lesbianas, a los intersexuales, a los miembros de la comunidad del oso (pedófilos: oso Pedobear), a los queer, a los intergender, a los pansexuales, a los transexuales, etc. También citan a los heterosexuales siendo estos una minoría en tan abultada lista de posibilidades; han tenido además la gracia de ponernos una bandera sin nosotros saberlo: una de franjas azul celeste, blanca y rosa claro (que lo sepan los que la vean).
Dentro de estos grupos llaman la atención muchos pero especialmente los miembros de la comunidad del oso (pedófilos), con la bandera de franjas marrones y la garra del oso, y cuyo lobby trata de normalizar su situación aprovechando cualquier evento; de ellos ya se habló en otro artículo, de la NAMBLA, de la COC y de la psicóloga alemana pro-pedofilia Mirjam Heine. En Holanda cuentan con un partido político: Partido del Amor Fraternal, la Libertad y la Diversidad.
Además de estos existen otros movimientos “pro derechos”, activos en los ámbitos socialistas de los países nórdicos y, fundamentalmente, en el seno de sus juventudes. Así, en 2016, las juventudes del Partido Liberal de Suecia, y por boca de su portavoz, Cecilia Johnson, defendían abiertamente la práctica de relaciones sexuales entre vivos y muertos. Se basaban en la idea de un acuerdo en vida entre dos personas las cuales darían su consentimiento para que, cuando una de ellas estuviera muerta, poder hacer el amor con ella. Esto no es una anécdota y es la muestra de lo que se viene moviendo.
Expuesta la relación de hechos, recordamos el año del Señor de 1990 cuando una noche, y en Tele 5, Pedro Reyes (humorista) declaró su amor por una vaca ante los espectadores de toda España. Hablaba Pedro Reyes de una historia de amor muy bonita y se preguntaba dónde estaba el amor, en qué consistía…Fruto de la casualidad, relataba, sintió la intensa mirada de amor, mirada que cuya dueña era una vaca, una mirada tan intensa que le dolía. Él, como persona normal, consideraba que la afortunada vaca estaba “buena”. Llegó el punto en el que sin su vaca no podía vivir. Dicho amor se lo contó a su familia, puesto que los amores hay que compartirlos. Y se fue a vivir con ella a una pensión… Como sucede en todas las parejas, por circunstancias de la vida, aquella relación se rompió y Pedro Reyes terminó destrozado emocionalmente.
Pedro Reyes (siguiendo con aquella parodia), para su infortunio, vivió en la prehistoria, pues de vivir en el progresismo de nuestros tiempos su amor seguramente tendría defensores y podría ser practicado: de hecho parece que es posible en algunos países, y tal afirmación se sostiene con pruebas.
“Krafft-Ebing” es el término que utilizan los defensores de la zoofilia, término que usan para dignificarla en sustitución de la bárbara e intolerante “bestialismo”. Los defensores de esta práctica recurren a los clásicos en obras pictóricas como “Leda y el cisne” de Miguel Ángel Buonarroti. Se dice que Teodora de Bizancio, antes de ser emperatriz consorte, y ejerciendo de prostituta, se esparcía en sus partes íntimas granos de maíz para que los gansos las lamieran.
En el año 2016 el diario “Público” (y la hemeroteca está ahí) informaba de la legalización en Canadá de la zoofilia siempre y cuando no existiera penetración; su titular era el siguiente: “Canadá considera que el sexo con animales no es delito si no hay penetración”. Se afirmaba que existía una sentencia respaldada por el Tribunal Supremo de Canadá. Si bien la información no era totalmente correcta, pues no se legalizaba la zoofilia, sino que no se penaban ciertas prácticas con animales, debido a un vacío legal. Lo cierto es que dichas prácticas existen y tienen sus grupos, grupos que luchan por sus “derechos”. En algunos sitios bien informados se puede leer: “ figura en la entramada cultural de naciones tan avanzadas como Alemania, Suiza, Dinamarca, España, Canadá y Estados Unidos de NA y otras; en países suramericanos, africanos y asiáticos es una práctica generalizada. “ (http://www.laong.org/zoofilia)
Y a lo que vamos, que es la conclusión, vivimos desde inicios de los años 90 en una corrupción generalizada de la sociedad fruto de una intensísima ingeniería social, una sociedad con nuevas verdades, nuevos dogmas, nuevas doctrinas y nuevas religiones. Una sociedad cada vez más degenerada, deconstruida, desvertebrada y extraña que encuentra en lo que León Degrelle denominaba “anormales sexuales” la normalidad más absoluta.
Esta “nueva normalidad”, modifica la historia para construir otra historia nueva, es la que impone el Nuevo Orden Mundial, que no busca ampliar derechos sino volvernos esclavos de una sociedad deshecha, débil, maleable, manipulable, adicta al hiper-consumo y laboralmente dócil. Una nueva moral para el servicio de las élites.
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