Triste destino el suyo, ganado a pulso. Si Franco su mentor murió en la cama con sus plenos poderes, Juan Carlos ha muerto políticamente hace tiempo al aceptar ejercer de una república coronada, y socialmente ahora en un olvidado destino.
No hay cosa más triste para él que saber por dos veces que «sobra», al «abdicar» y ahora. Llegó en 1975 con fama de «el Deseado» -al menos por el testamento de su mentor el generalísimo Franco-, como Fernando VII en 1814, y desaparece de la escena y de la vida pública en 2020, con el mismo silencio de los españoles con el que desapareció el rey Fernando en 1833. Y eso que las dos formas de reinar en ambos casos han sido muy diferentes.
Si faltó a Juan Carlos la legitimidad de origen por corresponder a la rama carlista, tiró por la borda y rápidamente la legitimidad de ejercicio que pudiera exhibir y no exhibió -todo lo contrario- tras 1975. Tranquilos, que esa es la monarquía del mal llamado «mal menor». El se va, nos deja así, como estamos, con un gobierno socialista-comunista apoyado en melifluos o radicales separatistas, rodeados de estados de alarma, juegos circenses y España puesta a subasta pública.
Razón tuvo mons. Guerra Campos cuando enseñó ante la ley publicada el 12-VII-1985: “Mientras sea legal matar a los que viven en las entrañas de sus madres, toda la nación queda ensangrentada. Queda en entredicho su condición de Patria. Queda especialmente herida la Corona, incondicional amparadora de los débiles y del derecho natural”, “tanto si la Institución quiere y no puede como si puede y no quiere”.
No haremos leña del árbol caído, que allá cada cual con sus responsabilidades, pero si rechazamos “el sistema y sus nefastas consecuencias” (1995) que afectan a monarquías y repúblicas.
La monarquía liberal-socialista, generadora y resultado de una gran crisis, no es sino un torpe caricatura de la monarquía tradicional, lo que agudiza la responsabilidad de la primera, ya por generar el fracaso ya por comprometer y hace imposible la segunda.
Seguimos manteniendo lo dicho en Montserrat el 20-V-1984: “Sólo el Programa carlista puede llenar el vacío que hoy se observa en la gama de Partidos parlamentarios existentes, y ofrecer a los españoles una opción política a la que puedan adherirse no por razones negativas de mal menor sino positivamente querida como bien posible”.
El trono no es de una persona sino de todos los españoles, y repercute sobre todos lo que hagan y digan el titular o quien abdica.
Una realidad es el titular de la monarquía y otra la Institución, que en España no debe ser parlamentaria liberal-socialista, sino ser católica, social-foral y representativa.
José Fermín Garralda – Pte. de CTC de Navarra
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