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Guerra Civil Española, sin complejos

Fernando Paz hace honor al nombre de la colección, y nos relata una historia sin complejos de la Guerra Civil del 36.

La editorial Sekotia publica uno de esos libros de lectura obligatoria en nuestro actual páramo cultural. Un libro que sería innecesaria si no hubiéramos sufrido, en los últimos cuarenta años, una total reescritura de nuestra historia desde parámetros ideológicos, y prescindiendo totalmente de criterios históricos.

Efectivamente, las nefastas consecuencias de la memoria histórica son cada vez más palpables, pues según avanza el revisionismo histórico, menos avanza el estudio histórico. Sin duda alguna, las numerosas publicaciones en los últimos años que tienen como objeto la II República, y la Guerra Civil, se deben a esa necesidad política de ocultar la realidad histórica, y crear una ficción histórica poco respetuosa con los hechos indubitados y con los datos ciertos. En este contexto hay que situar la nueva obra del meritorio historiador Fernando Paz, una obra que tiene un claro sentido: rebatir las mentiras y las falacias difundidas desde el poder político, con el claro fin de legitimar posturas políticas que solo pueden encontrar justificación desde la manipulación.

Fernando Paz acomete con valentía una magistral refutación de los falsos argumentos vertidos en las últimas décadas, con los que se nos quiere pintar una república arcádica, y democrática, haciendo total abstracción de la realidad histórica, pues jamás fue voluntad de los republicadnos que todos los españoles se sintieran integrados en un régimen constitucional, en que la ley no valía, y en el que la exclusión de las mayorías fue la guía y norte.

“La guerra civil española, sin complejos deja bien clara la posición del autor: la Constitución de 1931 era abiertamente sectaria, era un inmenso “trágala”, la imposición de una minoría alentada por la masonería con el único objetivo de imponerse frente a cualquier postura disidente de la cosmovisión izquierdista y revolucionaria. El propio presidente de la República llego a afirmar que la Constitución del 31 “invitaba a la guerra civil”, pues efectivamente, suponía el destierro de la vida pública de la inmensa mayoría del pueblo español.

La historiografía moderna ha querido imponer la tesis de que el principal debate dirimido, primero durante la República, y después durante la guerra civil, era el debate izquierda- derecha, sin embargo, la objetividad de los hechos demuestra que el verdadero debate político y social era revolución- contrarrevolución; así, durante el transcurso de la guerra quedaron claras las posiciones, pues el bando republicano sufrió precisamente en sus filas la división causada por las diferentes formas de entender la revolución (los comunistas, los socialistas, los anarquistas, y el POUM no solo enfrentaron un enemigo exterior – los nacionales- sino que mantuvieron una guerra civil interna que a la postre ganaría el Partido Comunista).

Podemos pensar que la Guerra Civil en realidad era la única vía de solución a un régimen republicano que nació viciado de origen, por cuanto los republicanos no ganaron las elecciones del 31, que por lo demás eran elecciones municipales, siendo derrotadas sus listas electorales por un amplio margen. A este vicio de origen habría que sumar el golpe de estado que supuso la revolución de Asturias del 34, en el que la izquierda perdió toda legitimidad histórica para reprochar el movimiento del 18 de julio.

En todo este proceso revolucionario, que ya se venía gestando desde finales del siglo XIX, y que florece en la Semana Trágica de 1909, la masonería jugo un papel relevante, hasta el punto que en el primer gobierno republicano fue mayoritaria la presencia de los hermanos masones.

Desde su inicio la República hizo todo lo posible para acorralar a los católicos, a los derechistas, y a todo aquel que defendiera la ley y el orden, así, tanto al Ley de Defensa de la República, como la Ley de Orden Público fueron los instrumentos que permitieron a los gobiernos de turno poder actual al margen de cualquier criterio democrático, sometiendo la ley y los tribunales, al arbitrio del poder político. Cuando en agosto de 1933 el Gobierno Azaña aprobó la Ley de Vagos y Maleantes, los campos de concentración pasaron a ser una realidad muy presente (la República abrió cuatro campos de concentración en Burgos, Alcalá de Henares, Puerto de Santa María y en la isal de Annobón).

El libro de Fernando Paz que hoy comentamos, a pesar de ser breve, es sumamente esclarecedor, sobre todo para las jóvenes generaciones que se han acostumbrado a escuchar la historia construida desde el interés ideológico y partidista, y prescindiendo de cualquier dato objetivo. Paz, en ocho breves capítulos, trata de responder con datos históricos, y argumento contrastados, a las principales manipulaciones históricas realizadas en los últimos años:

  • ¿Fue el Alzamiento Nacional un golpe contra la república y un gobierno democrático?
  • Cuando estalló la guerra, ¿Quién llevaba ventaja?
  • ¿Fue republicana la zona comunista?
  • Quién fue más beneficiado por la ayuda internacional.
  • Los bombardeos de población civil.
  • ¿Era fascista la zona nacional?
  • ¿Hubo un genocidio en la guerra civil?
  • ¿Cómo evolucionó militarmente la guerra?

En sus páginas el lector podrá comprobar como una historia real se construye con datos, con hechos, con testimonios, con documentos, y con objetividad. En este sentido, en escasas páginas Fernando Paz es capaz de demostrar cómo la República fue incompatible con la democracia, y cómo no cabe duda de que el gobierno salido de las elecciones de febrero del 36 era un gobierno ilegítimo, no solo por su origen (los resultados electorales fueron manipulados), sino ante todo por su ejercicio sectario. En este sentido, los militares alzados en julio del 36 lo hicieron contra un gobierno ilegítimo, por eso su propósito inicial era rectificar la trayectoria de la república, no cambiar de régimen, es decir los militares se sublevaron contra el gobierno, no contra la república, aunque en este sentido es necesario recordar que los motivos que llevaron al carlismo y al falangismo a apoyar el levantamiento militar sí eran de un mayor calado, y no se conformaban con un cambio de gobierno, pues ambos movimientos buscaban un cambio de sistema (los carlistas la vuelta a la monarquía tradicionalista no liberal, y los falangistas la instauración de una nueva forma de Estado nacional sindicalista). Lo que si resulta evidente e indiscutible es que la sublevación del 18 de Julio no fue, en ningún caso, la rebelión contra un sistema de libertades, contra una democracia garantista, y reformista, fue como resumió José María Gil- Robles, la expresión exasperada de media nación que no se resignaba a morir.

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Los hechos históricos llevan al autor a la única conclusión posible: al estallar la guerra la ventaja era indudablemente del bando republicano que perdió la guerra por su propia incompetencia. Efectivamente, excepto Sevilla y Zaragoza, ninguna gran ciudad había caído del lado nacional. La República contaba con el reconocimiento internacional, con la cuarta reserva de oro del mundo, con la mayor parte de ejército, con la prácticamente la totalidad de la flota, del arsenal armamentístico, y de la aviación militar, y con las grandes regiones industriales, y con el mayor porcentaje de la población, en este sentido el bando nacional solo contaba con la razón, pero el republicano contaba con la fuerza.

Al estallar la guerra el bando nacional solo contaba con las tropas de élite, la legión y el aguerrido ejército de África, pero las tropas estaban en África, y el paso a la península solo fue posible tras un golpe de astucia del entonces General Franco. Fuera de estas tropas de élite, los nacionales sólo contaban con un escaso número de falangistas dispersos por la geografía española, y con el ardor guerrero de los carlistas, que permitieron al bando nacional controlar la zona de Navarra, y Sevilla, y a la postre facilitar la conquista de las provincias vascas, aportando las mejores unidades paramilitares.

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Otro de los mitos que desbarata Paz es el de la supuesta superioridad en la ayuda internacional del bando nacional, pues aunque este contó con la ayuda alemana e italiana, el armamento enviado a España no fue ni técnica, ni numéricamente, superior al proporcionado por la URSS al bando republicano, es más, la ironía histórica es que el principal proveedor de armamento del bando nacional fue precisamente el régimen comunistas, pues fue numeroso el material que el bando nacional incauto en todas y cada uno de las batallas perdidas por el bando republicano. De esta forma el bando republicano tuvo que contemplar como en el Desfile de la Victoria el bando nacional exhibió una de sus joyas de la corona: los blindados T-26 de fabricación soviética, que tan buen desempeño cumplieron.

Igualmente, la obra que nos presente la editorial Sekotia, desmonta el famoso mito de Guernica, dado que los primeros bombardeos a la población civil fueron realizados por el bando republicano, así los días 17 y 18 de julio la aviación gubernamental bombardeo Ceuta, Larache, Tetuán y Melilla. Igualmente, la República bombardeo Zaragoza, Oviedo y Huesca a los pocos días de la sublevación. Granada, Valladolid, Cabra, o el Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza también sufrieron los bombardeos republicanos, sin que algunos historiadores reparen en estos casos en las víctimas civiles.

Por último, Fernando Paz desvela, con datos, el fuerte componente másonico del republicanismo español que determinó la presencia en la primera legislatura de nada menos que 180 diputados de filiación masónica. Fue precisamente la masonería la que desató, desde el primer momento de instaurarse la República, la quema de iglesias, y de conventos, y la persecución no solo de curas, frailes, y monjas, sino de todo lo que sonara a católico. Con el estallido de la Guerra esta persecución se convirtió en genocidio, sin que hasta la fecha el sistema salido de la Constitución del 78 haya reconocido oficialmente la existencia de un criminal genocidio, que no sólo segó la vida de miles de católicos, sino que destruyó un patrimonio cultural que ya nunca podrá ser recuperado, personas represaliadas simplemente por ser católicas, y obras de arte geniales (de Van Dyck, de Claudio Coello, de Zurbarán, de Alonso Cano, de Valdés Leal …), bibliotecas maravillosas, y bellezas arquitectónicas que ya nunca podrá ser admiradas.

En resumen, Fernando Paz hace honor al nombre de la colección, y nos relata una historia sin complejos.

  • Datos del libro
  • Título: Guerra Civil Española, sin complejos
  • Autor: Fernando Paz
  • Editorial: Sekotia
  • Páginas: 175
  • ISBN: 9788416921812
  • PVP: 17,95 €
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