Cuando hablamos del carlismo debemos remitirnos a la Constitución de Cádiz, pero ¿por qué?, pues porque es dónde triunfa el liberalismo y también cuando se hace el gran texto español de crítica al propio liberalismo: El Manifiesto de los Persas. En este documento, una serie de diputados realizan un escrito en el que acusan a los liberales de ponerse del lado de las ideas que precisamente habían defendido contra el invasor francés (Ayuso Torres, 2015).
Es un documento magnífico, desde el punto de vista político e histórico, en el que se recogen las ideas contrarias al liberalismo y que fueron firmadas por 69 diputados contrarios a la Constitución de 1812.
Fueron estas ideas contraliberales las que después se agrupan, cuando nace el carlismo, y se concentran en todos los sectores contrarios al liberalismo.
El carlismo encuentra como uno de los pilares básicos la monarquía, la cual se encontraría limitada por la Ley Divina y los principios fundamentales. Sus amplias ideas que se recogían en el lema: «Dios, Patria, Fueros y Rey» hicieron que numerosas fuerzas coexistieran dentro del propio movimiento, ya que eran muy generales y unían a diferentes grupos sociales que a partir de 1833 se fueron cohesionando.
Sus núcleos principales se encontraban en el País Vasco, Navarra y Cataluña, aunque también destacó la zona del Maestrazgo, en Castellón y en Aragón. El primer carlismo era realmente un movimiento de resistencia a las consecuencias que la revolución trajo a España: Proletarización del campesinado, disolución de los gremios, centralización, crisis religiosa, etc (Asín, y Bullón de Mendoza, 1987). Los apoyos sociales con los que contó van desde pequeños propietarios rurales, hasta llegar a campesinos, sabios de ideas antiliberales, buena parte del clero y en general, todos aquellos contrarios a la Constitución de 1812, a las ideas liberales, al centralismo y a la supresión de los fueros.
Todos estos grupos se aglutinaron en 1833, en torno a Carlos María Isidro e inician el 2 de octubre de ese año la Primera Guerra Carlista con el levantamiento en Talavera de la Reina. No explicaremos aquí toda la guerra carlista porque no es el objetivo de este artículo. Para ello, tenemos la gran tesis doctoral del catedrático Alfonso Bullón de Mendoza que explica la Primera Guerra Carlista (Bullón de Mendoza, 1991) detalladamente, los ejércitos por los que estaba compuesto cada bando y las batallas que hubo en esta guerra de siete años que tuvo enormes gestas y batallas épicas por parte de los dos bandos, como la de Oriamendi o la toma de Morella e incluso se asedió por parte de las tropas carlistas Bilbao, pero los legitimistas no consiguieron la toma de esta ciudad que tanto habían deseado.
Finalmente, con el Convenio de Vergara y la traición del general legitimista Maroto, España ponía fin a una guerra civil sangrienta en la que los bandos enfrentados suscribieron una reconciliación. No así muchos de los carlistas que decidieron acompañar a don Carlos al exilio. Por tanto, debemos señalar que en ningún caso, esta reconciliación fue real y los conflictos armados entre liberales y carlistas continuarían durante todo el siglo XIX.
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