En afortunada expresión del escritor Rafael García Serrano, hubo un tiempo en que los dioses nacían en Extremadura. Y es que hablar de Extremadura es hablar de los conquistadores Hernán Cortés. Francisco Pizarro, Francisco de Orellana, etc, que fueron los grandes protagonistas de la gesta y proeza del Descubrimiento y conquista de América.
Pero remontándonos en el tiempo, es un mito falso la idea de que el celtismo en la península ibérica se circunscribe únicamente al norte de la península. La celtización de la península fue completa, hasta tal punto que bien hubiera podido ser llamada península céltica. En el caso de Extremadura, las tribus celtas que habitaron esa zona fueron los vetones, que también vivían en castros en la Edad del Hierro.
Durante la Hispania romana, allí estuvo una de las más importantes villas romanas, como fue Augusta Emérita (Mérida), que data del 25 a.C., y de la que hoy nos queda un maravilloso puente romano, y el espectacular teatro romano en el que se celebra el Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida. En la época imperial romana, Mérida fue capital de la provincia romana de Lusitania, que formaba parte de Hispania. Cáceres es también una ciudad de origen romano, que se encontraba en la Via de la Plata, la legendaria calzada romana que unió el Occidente de Hispania, que iba de Augusta Emérita (Mérida) hasta Asturica Augusta (Astorga).
Más adelante en el tiempo, en el decurso de la historia de Castilla, y en su avance hacia el sur, durante la Reconquista, siempre hubo una frontera, y esa frontera en la Edad Media cristiana, siempre fue conocida como Extremadura.
En su empuje conquistador, los reinos de León y de Castilla ganaron a los moros los territorios que todavía les pertenecían, territorios con numerosos mozárabes que, conservadores de la tradición visigótica, hacen que rápidamente se puedan organizar las conquistas recién practicadas.
Las tres regiones que durante mucho tiempo formaron las fronteras de los reinos cristianos van a ser las actuales Extremadura, Toledo y la región de La Mancha, y Murcia; la primera, Extremadura, como consecuencia del avance leonés, y las siguientes, como consecuencia del avance de los castellanos. Hay que hacer constar que la primera Extremadura castellana estuvo situada en el alto Duero, como se ve en el escudo de la ciudad de Soria, en el que reza el lema: «Soria pura, cabeza de Extremadura». Con el tiempo, la frontera pasará a estar situada en Segovia, hasta las conquistas de Alfonso VIII en tierras de La Mancha.
Al mismo tiempo, el reino de León se expande, y sus Extremaduras comenzarán en Salamanca, más tarde vendrán Ciudad Rodrigo, Cáceres, Trujillo, Mérida y Badajoz, hasta que en el año 1230 se produce la unión de los dos reinos cristianos de León y Castilla. La región que hoy conocemos como Extremadura, corresponde a la antigua Extremadura leonesa.
En la Reconquista y posterior colonización de tierras extremeñas aparece un estamento nuevo que marcará el futuro de dicho territorio: las Órdenes militares, primero la Orden del Temple, y tras su desaparición, las Órdenes de Santiago, Alcántara y Calatrava. Sus miembros, caballeros o clérigos, vivieron colectivamente en casas o conventos bajo el mando del Comendador de cada distrito – encomienda – e implantaron un género de vida monástico-guerrero en las zonas fronterizas, cuya defensa les es encomendada.
Faltos de medios y poco interesados en otras actividades económicas que la ganadería, debido en gran parte a sus necesarias estructuras bélicas, las Órdenes apenas se preocuparon de repoblar sus extensas posesiones, y esta situación creó un campo abonado para un régimen latifundista a ultranza, cuyos efectos habrán de pesar en la estructura económica y social de la región hasta nuestros días.
Hoy, Extremadura es una región injustamente olvidada, como lo hemos visto cuando los extremeños han reclamado con razón una infraestructura ferroviaria digna, ya que siguen teniendo unos railes del siglo XIX. Pero que nadie se confunda, porque es verdad que hubo un tiempo en que los dioses nacían en Extremadura.
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