Por Enrique Monsonis
Aprovechando esta fecha de la Diada, toca hablar de Cataluña. La España actual es consecuencia directa de la repoblación medieval durante la Reconquista, pues aquellos núcleos de resistencia iniciales se transformaron en los diferentes reinos cristianos peninsulares. Entre ellos, del núcleo pirenaico oriental, nacería Cataluña, y de otro núcleo pirenaico contiguo, Aragón, que se juntaría con Cataluña dando lugar a la Corona de Aragón y su posterior expansión en el reino de Valencia y Baleares formando lo que hoy es el área identitaria catalano-valenciana-balear, pues en el caso del Levante, el reino de Valencia fue repoblado por catalanes tras las campañas del rey Jaime I el conquistador, como queda patente en los libros del repartimiento (Llibre del repartiment). del Archivo de la Corona de Aragón. Y otro tanto se puede decir del reino de Mallorca.
Cataluña es triplemente europea: se trata de una superposición de celtas (cultura indoeuropea de los Campos de urnas), con las influencias de elementos culturales greco-latinos (la Tarraconense en la Hispania romana y las colonias griegas de Ampurias en la Costa Brava), y germánicos (visigodos).
Es necesario recordar que en la «España imperial» tan añorada por los nacionalistas españolistas, en Cataluña se hablaba catalán y sólo catalán. Y eso fue así durante todo el reinado de la dinastía de los Austrias, es decir, durante todo el Imperio español.
Para comprender de dónde parten las tensiones interiores en España, y la génesis del nacionalismo catalán, tendríamos que remontarnos a la guerra de Sucesión al trono entre el Archiduque Carlos de Austria y Felipe V de Borbón a comienzos del siglo XVIII. Y después las guerras carlistas en el siglo XIX.
En ambos casos, vascos y catalanes defendieron una idea de España tradicional e imperial, idea que fue la verdadera derrotada en los dos enfrentamientos civiles antes mencionados.
Por otro lado, hay que denunciar que el nacionalismo catalán y vasco han tergiversado claramente la historia propia en función de esto, e intentan ocultar que durante muchos siglos vascos y catalanes participaron como protagonistas activos en todas las grandes gestas españolas, desde la reconquista al descubrimiento y conquista de América, que, sin ninguna duda también son gestas tan vascas y catalanas como castellanas. Un ejemplo de esta manipulación de la historia es la fecha del 11 de septiembre de 1714 en Barcelona.
Analicemos el verdadero significado histórico de esa fecha, que ha quedado como la Diada de Catalunya:
Dentro de las manipulaciones, tergiversaciones, falacias y falsedades históricas, se aprovecha la fecha del 11 de septiembre, festividad de la Diada de Cataluña, para deformar la realidad de lo ocurrido. La Guerra de Sucesión no tuvo un cariz secesionista ni separatista, lo que realmente tuvo fue un carácter meramente sucesorio.
Los catalanes eran partidarios del Archiduque Carlos, en contra del nieto del rey francés Luis XIV, Felipe de Anjou, de la Casa de Borbón y que sería proclamado después como Felipe V.
Como sea que la historia catalana se ha escrito y se sigue escribiendo con apasionamiento, con romanticismo, con fanatismo, con parcialidad y con miras políticas, uno de los grandes prosistas catalanes contemporáneos, Josep Pla, se preguntaba: “¿Tendremos algún día en Cataluña una auténtica y objetiva historia? ¿Cuándo tendremos una Historia que no contenga las memeces de las historias puramente románticas que van saliendo?”.
El documento más importante de aquel 11 de septiembre de 1714 es el Bando o Pregón que leyó Rafael Casanova en Barcelona, se divulgó en esa fecha y que salió publicado en el libro “Los Fueros de Cataluña”, de José Coroleu y José Pella Forgás, abogados del Ilustre Colegio de Barcelona. Fue editado en Barcelona en 1878. El Bando auténtico y completo vio la luz en el 2º Tomo de la Historia del memorable sitio de Barcelona, de Editorial Bruguera.
Dice así:
Pregón. “Se hace saber a todos generalmente, de parte de los tres Excelentísimos Comunes, considerando el parecer de los Señores de la Junta de Gobierno, personas asociadas, nobles, ciudadanos y oficiales de guerra, que separadamente están impidiendo que los enemigos se internen en la ciudad; atendiendo que la deplorable infelicidad de esta ciudad, en la que hoy reside la libertad de todo el Principado y de toda España, está expuesta al último extremo de someterse a una entera esclavitud. Notifican, amonestan y exhortan, representando así a los padres de la patria que se afligen de la desgracia irreparable que amenaza el favor e injusto encono de las armas franco-españolas, haciendo seria reflexión del estado en que los enemigos del Rey N.S., de nuestra libertad y patria, están apostados ocupando todas las brechas, cortaduras, baluartes del Portal Nou, Sta. Clara, Llevant y Sta. Eulalia. Se hace saber, que si luego, inmediatamente de oído el presente pregón, todos los naturales, habitantes y demás gentes hábiles para el ejercicio de las armas no se presentan en las plazas de Junqueras, Born y Plaza de Palacio, a fin de que unidos con todos los Señores que representan los Comunes, se pueda rechazar los enemigos, haciendo el último esfuerzo, esperando que Dios misericordioso, mejorará la suerte. Se hace también saber, que siendo la esclavitud cierta y forzosa, en obligación de sus cargos, explican, declaran y protestan los presentes, y DAN TESTIMONIO A LAS GENERACIONES VENIDERAS, de que han ejecutado las últimas exhortaciones y esfuerzos, QUEJÁNDOSE DE TODOS LOS MALES, RUINAS Y DESOLACIONES QUE SOBREVENGAN A NUESTRA COMÚN Y AFLIGIDA PATRIA, Y EXTERMINE TODOS LOS HONORES Y PRIVILEGIOS, quedando esclavos con los demás españoles engañados y todos en esclavitud del dominio francés; pero así y todo se confía, que todos como verdaderos hijos de la patria, amantes de la libertad, acudirán a los lugares señalados, a fin de derramar gloriosamente su sangre y su vida por su Rey, por su honor, por la patria y por la libertad de toda España, y finalmente dicen y hacen saber, que si después de una hora de publicado el pregón, no comparezca gente suficiente para ejecutar la ideada empresa, es forzoso, preciso y necesario llamar y pedir capitulación a los enemigos, antes de llegar la noche, para no exponer a la más lamentable ruina de la Ciudad, para no exponerla a un saqueo general que profane los Santos Templos, y al sacrificio de niños, mujeres y a los religiosos. Y para que a todos sea generalmente notorio, que con voz alta, clara e inteligible sea publicado por todas las calles de la presente ciudad. Dado en la casa de la Excelentísima Ciudad, residiendo en el Portal de S. Antonio, presentes los mencionados Excelentísimos Señores y personas asociadas, a 11 de Septiembre, a las 3 de la tarde, de 1714”.
Como vemos en dicho bando, nada de secesionismo se desprende del mismo.
Posteriormente, un siglo después, la lengua y la literatura catalana alcanzaron su mayor auge con la Renaixença, que fue un movimiento cultural y literario en los territorios de habla catalana, que llegó a su esplendor durante la segunda mitad del siglo XIX, con grandes autores de la lengua y literatura catalana en poesía, teatro, narrativa y pintura como Joan Maragall (1860-1911), Jacinto Verdaguer (1845-1902), Angel Guimerá (1845-1924), Buenaventura Carlos Aribau (1798-1862), Teodoro Llorente Olivares (1836-1911), Victor Balaguer (1824-1901), Antonio de Bofarull (1821-1892), Constantí Llombart (1848-1893), etc. Su nombre surgió de la voluntad de hacer renacer el catalán como lengua literaria y de cultura después de los siglos de diglosia respecto al castellano (periodo llamado genéricamente Decadència, del siglo XVI al XIX). Es paralelo a otros similares, como el Rexurdimento gallego. La palabra fue acuñada por primera vez en 1864 por el dramaturgo Eduard Vidal i Valenciano, y uno de los puntos clave de su difusión fueron los Jocs Florals, los juegos florales instaurados en Barcelona el primer domingo de mayo de 1859 gracias a las iniciativas de Antoni de Bofarull y de Victor Balaguer, con el lema «Patria, Fides, Amor», en alusión a los tres premios ordinarios. El estilo de la Renaixença es parecido al Romanticismo europeo, con un predominio de los sentimientos, la exaltación patriótica y los temas históricos. La lengua catalana utilizada mezclaba cultismos y neologismos con palabras de la cultura popular.
Por entonces, se redactaron las Bases de Manresa (o Bases para la Constitución Regional Catalana), un documento que fue presentado en una reunión catalanista como proyecto para una ponencia de la Unión Catalanista ante el consejo de representantes de asociaciones catalanistas reunidas en Manresa (Barcelona) el 25 y 27 de marzo del 1892 por iniciativa de la Lliga de Catalunya.
Anteriormente, en 1887 el Centre Català vivió una aguda crisis producto de la ruptura entre las dos corrientes que lo integraban, una más federalista encabezada por Valentí Almirall, y otra más catalanista aglutinada en torno al diario “La Renaixença”.
Los integrantes de la corriente catalanista abandonaron el Centre Catalá en noviembre de 1887 para fundar la Lliga de Catalunya, a la que se unió el Centre Escolar Catalanista, una asociación de estudiantes universitarios de la que formaban parte los futuros dirigentes del nacionalismo catalán de carácter más conservador. A partir de ese momento la hegemonía catalanista pasó del Centre Català a la Lliga, que en el transcurso de los Jocs Florals de 1888 presentaron un segundo memorial de greuges (agravios) a la reina regente en el que entre otras cosas le pedían «que vuelva a poseer la nación catalana sus Cortes generales libres e independientes», el servicio militar voluntario, «la lengua catalana oficial en Cataluña», enseñanza en catalán, Tribunal Supremo catalán y que el Rey jurara «en Cataluña sus constituciones fundamentales».
En 1891 la Lliga de Catalunya propuso la formación de la Unió Catalanista que enseguida obtuvo el apoyo de entidades y periódicos catalanistas, y también de particulares — a diferencia de lo que había ocurrido cuatro años antes con el fracasado Gran Consell Regional Català propuesto por Bernat Torroja, presidente de la Associació Catalanista de Reus, y que pretendía reunir a los presidentes de las entidades catalanistas y los directores de los periódicos afines —. La Unió celebró en marzo de 1892 su primera asamblea en Manresa, a la que asistieron 250 delegados en representación de unas 160 localidades, donde se aprobaron las Bases per a la Constitució Regional Catalana, más conocidas como las Bases de Manresa, que se suelen considerar como el «acta de nacimiento del catalanismo político», al menos el de raíz más conservadora. La presidencia la ocupó Lluís Domènech i Montaner y Enric Prat de la Riba actuó como secretario. Y la comisión encargada de redactar las Bases estuvo presidida por el sacerdote y obispo de Vic, Josep Torras i Bages (1846-1916), escritor en lengua catalana, e impulsor del regionalismo catalanista, tradicionalista y católico, cuyo sepulcro se encuentra en la catedral de Vic, y autor de la frase “Cataluña será cristiana o no será”, y que en su obra “La Tradició catalana” afirma: […]un breviari del culte a la pàtria-terra; però que de cap manera s’oposa, ans al revés, al culte d’Espanya, és un conjunt de pobles units per la Providència.
(“Un breviario del culto a la patria-tierra, pero de ningún modo se opone, por el contrario, al culto de España, conjunto de pueblos unidos por la Providencia”). Torras y Bages, Josep, “La Tradició Catalana”, Barcelona 1892.
En las Bases de Manresa se dice:
«Las Bases son un proyecto autonomista, en absoluto independentista, de talante tradicional y corporativista. Estructuradas en diecisiete artículos propugnan la posibilidad de modernizar el Derecho Civil, la oficialidad exclusiva del catalán, la reserva para los naturales de los cargos públicos incluidos los militares, la comarca como entidad administrativa básica, la soberanía interior exclusiva, unas cortes de elección corporativa, un tribunal superior en última instancia, la ampliación de los poderes municipales, el servicio militar voluntario, un cuerpo de orden público y moneda propios y una enseñanza sensible a la especificidad catalana.»
La Base 1.ª se ocupaba del Poder central y el resto (Bases 2.ª a la 17.ª) del Poder regional. La base 2ª preserva la antigua legislación catalana, la 3ª establece que la lengua catalana será la única oficial y representará una cláusula obligatoria para el ejercicio de cualquier cargo público o administrativo. La Base 4ª reserva a los naturalizados en Cataluña toda función pública; la Base 7ª establece Cortes anuales elegidas por sufragio corporativo.
Además, se establece la formación de un cuerpo de voluntarios para formar un ejército, la oficialidad del idioma catalán y la división territorial de Cataluña en comarcas y municipios.
Como vemos, el primer catalanismo era regionalista, pero no era antiespañol en absoluto. Siendo así, la solución pasaría por volver al paradigma anterior, abandonar cualquier jacobinismo iluminista, y recuperar la idea de las Españas, es decir, de la defensa de las identidades y de las lenguas de los pueblos que conforman España. Todo esto evidentemente no es tan sencillo, pero es importante decirlo, y denunciar la «ceguera», la ausencia de propuestas y la falta de capacidad política de gran parte del nacionalismo español ante estas cuestiones, que a día de doy sigue siendo incapaz de un reconocimiento de las patrias carnales, de lo vasco, lo catalán, lo gallego, lo castellano, … como manifestaciones concretas del “ser español” y del «ser europeo» y que como tales deben tratarse.
El problema es más profundo: La debilidad de una identidad (la española) ha sido la brecha para atacar a todas las identidades y a la propia identidad como concepto. Basta constatar, por ejemplo, los pivotes sobre los que levantan el «discurso» nacionalista catalán los organismos políticos y culturales que lo «gestionan»: «todo el que vive en Cataluña es catalán», ergo ser catalán se define porque nuestro nombre figure en un padrón de un municipio de cualquiera de las cuatro provincias, ya sea ese apelativo Alí, Ngema, o Li. En otras palabras, «catalán» es un adjetivo aplicado a un hecho administrativo y no a un hecho nacional y mucho menos a uno étnico. Pero que nadie piense que esto es algo exclusivo de Cataluña. La extensión del paradigma liberal y de las ideologías de la “modernidad” ha provocado que el nexo de unión invocado en España, en el nuevo «marco administrativo» sea el «Documento Nacional de Identidad», en fórmula acuñada hace tiempo por una conocida política jacobina, Rosa Diez, según la cual, lo que nos une a los españoles es el DNI. Por tanto, el liberalismo ha logrado así solucionar el problema de España, con una única lengua común, el español, que bien podría ser mañana el inglés.
Por eso, en el caso catalán es preciso dejar de llamar “nacionalistas” catalanes a quienes no lo son. Se podrían poner infinidad de ejemplos al respecto. Expondré un par de ellos: Hace años, ERC, partido independentista catalán que manipula a su conveniencia argumentos identitarios en los que no cree, llegó a repartir en algunos de sus mítines propaganda bilingüe en catalán y ¡en árabe!
Es palpable en los hechos el afán de destrucción de la identidad y cultura catalanas por parte de todo el entramado separatista: ERC, PDECat, JxCat, CUP, ANC, Omnium Cultural…que tratan de destruir todo el pasado del hecho étnico catalán, ignorando cómo nace Cataluña, escondiendo quiénes fueron Oter Cataló, Wifredo el velloso, Jaime I el conquistador, los almogávares, Sant Jordi, para así poder presentar hoy a Cataluña como “un país abierto y de todos”, “la Republica de todos”, convirtiendo así a todos estos partidos supuestamente “nacionalistas” en un peligro para la identidad de los pueblos, al aprovechar y manipular el sentimiento popular de identidad y la conciencia identitaria que aún no se ha perdido del todo en algunos pueblos, para destruirlos cultural y demográficamente, y para sí poder imponer su proyecto mundialista e inmigracionista, que conduce a la destrucción de los pueblos.
Un ejemplo más reciente: El hondureño Anthony Corey, presidente de la organización subvencionada “Joves Nous Catalans», para la que hay espacio para los MENAs, para la inseguridad, para el odio anti-catalán, pero en cambio quieren que no haya espacio para quienes denuncien el impacto nefasto de la inmigración masiva.
No se puede llamar “nacionalistas” a esas organizaciones mundialistas e inmigracionistas que consideran “nous catalans” a los inmigrantes que ni siquiera son europeos. No podemos dejar la bandera identitaria en este tipo de gente, que son marionetas del mundialismo apátrida y favorable a la invasión inmigratoria de Europa.
Por otra parte, el “nacionalismo” catalán de izquierdas es un invento del franquismo, pues el izquierdismo de los nacionalistas catalanes de los años 30 era el de los republicanos federalistas y el de ERC, que en aquellos años era poco de izquierdas, de un izquierdismo moderado. La Lliga eran catalanistas pero no eran de izquierdas. Pero el “nacionalismo” catalán de izquierdas con arraigo y votos es un invento del franquismo. En los años 30 existía una izquierda españolista y republicana que hoy no existe.
Pero no son esos pseudonacionalistas separatistas los únicos que tergiversan la historia de España. También manipulan la historia los españolistas separadores y centralistas que confunden la unidad de España con la uniformización de España, negando o menospreciando su diversidad y tratando de centralizar las lenguas, culturas e identidades de los pueblos que conforman España. Su manipulación de la historia consiste en negar esa diversidad de los pueblos de España, en tratar a sus lenguas despectivamente como dialectos, en situar el origen de España ya desde la Hispania romana, o en negar que ha existido centralismo al menos desde los Borbones y más aún después con los liberales, o pretender negar la existencia misma de Cataluña con el ridículo “argumento” de que nunca fue un reino sino un principado o unos condados dentro de la Corona de Aragón, como si la existencia de un pueblo no fuera un hecho étnico y cultural sino que dependiera de unos reinos y coronas que hace siglos que dejaron de existir.
Pero en el campo españolista, no todos han sido separadores afortunadamente. Veamos algunos autores interesantes al respecto:
Aunque la Renaixença había ya acabado en Cataluña hacia los años 30, y todos sus grandes hombres habían muerto ya, quedaban aún algunos grandes de las letras catalanas, fundamentalmente dos: Josep Pla y Eugenio D´Ors.
Ignacio Agustí Peypoch (1913 – 1974), escritor y periodista catalán, lligista y después falangista. Novelista y poeta en lengua catalana y castellana, primero en catalán, y luego, a partir del régimen franquista, en castellano. Fue uno de los artífices del Premio Nadal, el premio literario más antiguo que se concede en España. Es autor de “Ningún día sin línea: El catalanismo español. Antología de artículos y crónicas literarias” (Fórcola, 2013). Su primera novela, “Mariona Rebull” (1943) alcanzó mucha popularidad, y fue serializada por TVE bajo el título “La saga de los Rius”. Después publicó “El viudo Rius” (1944). También es conocido por su serie “La ceniza fue árbol”, donde narra el devenir de la familia Rius en el entorno de la Barcelona de finales del siglo XIX y la guerra civil española.
Al estallar la guerra civil, huyó de Barcelona y tras una corta estancia en Alemania, entró en la zona nacional vía Lisboa. Llegó a Salamanca a principios de 1937, y se incorporó poco después a la Falange. Se instaló en Burgos ese mismo año, donde dirigió la revista “Destino” en sus primeros años, para reunir entorno a esa revista a todos los catalanes contrarios a la República. Entre otros, colaboró en esa revista Josep Pla. También fundó más tarde Ediciones Destino. Antes de ser falangista militó en su juventud en la Lliga Regionalista, y ejerció como periodista en “La Veu de Catalunya” y en L´Instant; y como se ha dicho antes, comenzó a escribir en catalán, hasta 1936, pero después de la guerra, sólo escribió en castellano, porque eso de escribir en catalán en los primeros años del franquismo no estaba bien visto.
Desde 1962 hasta 1971, Ignacio Agustí fue el presidente del Ateneo de Barcelona.
Josep Pla i Casadevall (1897 – 1981), escritor y periodista ampurdanés y catalán, y figura referente de la literatura catalana, era un hombre reservado y sensible, fue un escritor prolífico y descriptivo en lenguas catalana y castellana, que nunca se interesó por la política, por lo que nunca participó activamente en la vida pública, aunque estuvo vinculado a la Lliga Regionalista y con Francesc Cambó, lider del catalanismo moderado antes de la República, y del cual publicó poco después una biografía política muy favorable al personaje. También colaboró después en la revista “Destino” que dirigió y formó Ignacio Agustí y José María Fontana en mayo de1937 en Burgos para reunir a todos los intelectuales catalanes contrarios a la República, que se refugiaron en Burgos. En septiembre de 1939 publicó su primer artículo en “Destino”, el semanario mencionado con sus amigos catalanes. Acabada la guerra, Ignacio Agustí reanudó la publicación de la revista ya desde Barcelona y, a comienzos de 1940, se incorporó Josep Pla. En esta época se editó bajo el subtítulo de “Semanario de FET y de las JONS”. En este seminario colaboraron, entre otros, además de Ignacio Agustí y José María Fontana, Azorín, Juan Eduardo Cirlot, Josep Maria de Sagarra, Carles Sentis, Santiago Nadal, Eugeni D´Ors, Martí de Riquer, Pere Pruna, José Ramón Masoliver, Xavier Montsalvatge, Ignasi Blajot, Joseph Verges o Joan Fuster.
Durante la guerra civil, Pla se exilió en Marsella, y después en Roma, donde escribió por encargo de Francesc Cambó buena parte de la monumental “Historia de la Segunda República española”, publicada en 1939.
Su original y extensa obra literaria, que abarca de forma ininterrumpida seis décadas y más de 30 000 páginas, fue esencial en la modernización de la lengua catalana y en la divulgación de las costumbres y tradiciones locales. Sus artículos de opinión, sus crónicas periodísticas y sus reportajes sociales de numerosos países constituyen también un singular testimonio de la historia del siglo XX. Todo ello le ha consagrado de forma unánime como el prosista más importante de la literatura catalana contemporánea.
Eugenio D´Ors (1881 – 1954), fue un escritor, ensayista, periodista, dibujante, filósofo y crítico de arte catalán, que escribió en lenguas catalana y castellana. “Xènius” se formó en el modernismo, con el que luego rompió para después proponer lo que denominó el Novecentismo. Su juventud estuvo en lucha abierta con la burguesía derechista, a la que combatió desde la revista “El poble català”. En sus escritos de crítica de arte en “El poble català” durante la segunda mitad de 1904 y la primera de 1905, comenzó a desear una regeneración artística de Cataluña. Y pronto tomó un camino tradicionalista en el sentido de militancia contra la transmutación de valores hacia el materialismo.
En 1911 fue nombrado secretario del Instituto de Estudios Catalanes.
Fue Director de Escola de Bibliotecàries (1919-1920), y Director general de Bellas Artes (hasta 1939).
Católico en su “Glosario”, es Académico en 1927. Se acercó pronto a la Falange. La guerra le cogió en Paris, pero retornó a la zona nacional, en 1937, y se trasladó a Pamplona, donde reanudó su “Glosario” en el diario “Arriba España”, y comenzó a colaborar en la reorganización de las instituciones culturales del bando nacional, entre otras, en la revista “Jerarquía”. Fue nombrado Jefe Nacional de Bellas Artes, inspirador del Instituto de España en plena guerra civil, y con José Maria Pemán fue uno de los dirigentes de la vida intelectual en la España nacional. Miembro de la Real Academia Española y de la de Bellas Artes de San Fernando, impartió conferencias en diversos foros. Destacó como ensayista y como creador de un particular género de ensayo: la glosa. Su estilo, sin embargo, le valió algún reproche, como el de Josep Pla: «Eugenio d’Ors habla en cursiva».
Desde 1942, D’Ors se volcó con la Academia Breve de Crítica de Arte, primera institución española de difusión del arte moderno y contemporáneo tras la guerra.
Roberto Bassas Figa (1889-1939), Jefe Territorial de la Falange en Cataluña, abogado que procedía del nacionalismo catalán, utilizaba el catalán como lengua y participaba en instituciones culturales y excursionistas en la Cataluña de los años 20, fue miembro del grupo La Opinión, encuadrado en el catalanismo de izquierdas, según afirma el escritor falangista catalán José María Fontana en su libro “Los catalanes en la guerra de España”, Acervo, 1977. Roberto Bassas fue íntimo colaborador y amigo de José Antonio, no apoyó el levantamiento del 18 de julio de 1936, seguramente por un cúmulo de circunstancias propias de la clandestinidad y la descoordinación en aquel momento, de los jefes de la Falange, de los cuales no pocos de ellos no veían bien colaborar con el ejército, empezando por Julio Ruiz de Alda, que al conocerlo de primera mano por haber sido militar, tenía más claro que no era partidario de ir con los militares a ninguna parte. Y el mismo José Antonio también tuvo sus dudas al respecto. Lo que sí es innegable es que la Falange en Cataluña se cubrió de sangre y de heroísmo. El propio Roberto Bassas fue fusilado al final de la guerra junto a su hermano Andrés, el 30 de enero de 1939 durante el fusilamiento masivo de medio centenar de prisioneros en el santuario de Santa María del Collell, del que sobrevivió el escritor falangista Rafael Sánchez Mazas.
El mencionado falangista catalán José María Fontana Tarrats (1911-1984) mantuvo una visión crítica con el carácter centralista del nacionalismo español. Ya en 1933 se manifestaba contrario respecto al «españolismo homogeneizador», que a su juicio «sólo haría crecer el separatismo». En ese sentido, llegó a defender la tesis de un federalismo sustancial como forma de organización político-administrativa, y la doble capitalidad de Madrid y Barcelona. El historiador Ismael Saz ha venido en considerar los planteamientos de José María Fontana como un catalanismo falangista.
JM Fontana es autor, entre otros, del interesante libro «Los catalanes en la guerra de España»(1951), que son sus vivencias juveniles durante la II República y esencialmente en la guerra.
En 1977 se manifestó en estos términos respecto a la política del régimen franquista y la política autonómica de la transición:
“Ya en 1940 deslizamos la observación de que subsistía el problema y eran inoperantes las pseudosoluciones adoptadas después de la guerra civil […] Por desgracias fuimos profetas, y en 1976 ha explotado el llamado problema regionalista por causa y culpa, previsibles, de una falsa política, de los titubeos y de las lamentables equivocaciones producidas […] Porque los errores de 1939-1975 son hoy sustituidos por las «soluciones», ya ensayadas y fracasadas, del estatutismo republicano de 1931-1936 […] Los hechos diferenciales no son hechos justificativos de nacionalidad y menos de separación. De ahí el tremendo error cometido coactivamente contra los hechos diferenciales naturales y apolíticos. La unidad no es uniformidad ni es centralismo. La unidad es un hecho tan natural como la variedad, y en defensa de tales doctrinas estuvimos los falangistas, apoyados en la doctrina joseantoniana, desconocida, desdeñada y hasta oscurecida por algunos miembros centristas de los gobiernos de los últimos cuarenta años, con la penosa y lamentable cosecha que hoy estamos recogiendo”.
José María Fontana, como Jefe territorial del Movimiento en Tarragona, fomentó la cultura catalana ante la castellanización ciega realizada por los monárquicos de camisa azul, y se posicionó en contra de la infravaloración de las lenguas regionales, algo de lo que él responsabilizaba a los «monárquicos de camisa azul».
Joan Fuster (1922-1992), ensayista valenciano y catalanista, del cual dijo Josep Pla:
«Joan Fuster representa una nueva mentalidad. No es un valenciano estricto, ni un catalán de Valencia, ni un valenciano catalanizado. Fuster es un elemento normal de la totalidad de nuestra área lingüística».
En su juventud se había afiliado tanto al Frente de Juventudes, donde llegó a ser jefe de escuadra, como, automáticamente al alcanzar la mayoría de edad, a Falange Además, ocupó cargos en organizaciones universitarias falangistas y en la década de 1950 colaboró en la publicación oficial del sindicato universitario falangista, el SEU, Claustro, y en el periódico “Levante”, el cual por entonces formaba parte de la red de periódicos del Movimiento.
Es interesante mencionarlo porque siendo valenciano, contribuyó a mostrar lo absurdo que resulta un valencianismo anticatalán, tanto desde un punto de vista lingüistico como histórico, dado que las raíces étnicas de los valencianos actuales son las de los repobladores y colonos catalanes del Reino de Valencia durante las campañas de Jaime I el conquistador en el siglo XIII.
En 1962 publicó su obra más influyente, el ensayo “Nosaltres els valencians”, libro en el que propone la «reconstrucción nacional» de la Comunidad Valenciana dentro de un marco compuesto por los territorios de habla catalana, tal es el término que él mismo popularizó con la expresión “Països Catalans” en referencia a toda el área etnolingúistica y etnocultural catalana.
Fue miembro agregado del Instituto de Estudios Catalanes, de la Institución Valenciana de Estudios e Investigaciones, formaba parte del Consejo Valenciano de Cultura, del Instituto Valenciano de Filología y del consejo asesor de la Biblioteca Valenciana. Promotor y primer presidente de Acción Cultural del País Valenciano (1978) y presidente de la Asociación de Escritores en Lengua Catalana (1987-1991).
En 1975 le fue concedido el Premio de Honor de las Letras Catalanas.
Aunque falleció en 1992, la puerta de su casa en la localidad valenciana de Sueca, asi como el monumento del escritor, museo y centro cultural, fueron vandalizadas por distintas pintadas de los blaveros en las que lo tachaban de “nazi” y catalanista.
Para terminar, recordar que con un 13% de paro, la inmigración legal o ilegal que necesita Cataluña, así como toda España, es cero, pues el nefasto impacto de la inmigración masiva entraña un peligro real de reducción de los salarios, y, por tanto, de las condiciones de vida de los obreros. Frente a eso solo se puede oponer un nacionalismo identitario que esgrima los valores del enraizamiento. En ese sentido, liberar a Cataluña es liberarla de la clase política que quiere convertirla en una Republica multicultural, y reducir su identidad únicamente a la lengua, y, por otro lado, defender una Cataluña española es defender una Cataluña catalana, y eso se traduce en la educación por la inclusión en la enseñanza en los colegios de Cataluña de una asignatura de “identidad catalana”, aunque habría que ir más lejos, y es que en todos los colegios de toda España se diera a conocer las identidades de los pueblos que conforman España, porque la identidad es la base para educar una sociedad sana y vital.
Feliç Diada de Catalunya!
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