España fue una vez el contrapeso de Inglaterra y del resto de naciones «colonialistas» de Europa como Francia y Holanda, y en menor medida Alemania y Bélgica.
La diferencia entre España y el resto es que a España la movia un interés evangelizador, mientras que al resto el único interés que les movía era el económico, evidentemente España no era idiota, los reyes católicos no eran unos lerdos, por supuesto que había interés económico en ellos también, pero siempre por delante iba la iglesia, algo que los ingleses y los demás países colonialistas hicieron a la inversa, primero el ejército y luego los misioneros.
Digo esto porque, como bien sabe España, en términos de espiritualidad, ha sido para el mundo un auténtico dolor de cabeza y desde hace mucho tiempo que las naciones de nuestro entorno buscaron la forma de arrebatarle a los españoles esa espiritualidad que hizo de España uno de los imperios más temidos (odiados) y respetados por el mundo entero. Al final lo han conseguido, llevan 40 años de ventaja y en estos 40 años el alma de los españoles ha quedado reducida a lo que vemos en la actualidad.
Inglaterra sigue siendo un país de piratas, Francia y Holanda siguen siendo países de comerciantes y usureros, pero España ya no es el país cuyo pueblo se agolpaba en las iglesias en busca de la fuerza y la esperanza que se encuentra en la fe.
Querían, y quieren, a los españoles sumisos, cobardes, incluso afeminados, y ahora pobres y necesitados para evitar así que España pueda tener la tentación de erigirse en la nación que un día fue, y ya lo han conseguido, pobre España donde el águila de san Juan es hoy una gallina desplumada, el caballo blanco de Santiago se ha convertido en un rocín famélico decolorado por la vergüenza, y la espada gloriosa del CID se ha transformado en un simple mondadientes.
Llegados a este punto sólo resta plantearse la siguiente cuestión, y es que a la pregunta ¿estás dispuesto a dar la vida por España? Y la respuesta es; depende de si mañana habrá una España por la que haya merecido la pena morir.
Por un país de comunistas, de políticos corruptos e indecentes, de reyes que no sirven para otra cosa que para posar ante las cámaras, y de un pueblo totalmente despojado del orgullo de su historia, del placer de su cultura milenaria, y de la gloria de un trapo que antes era una bandera que ondeaba por medio mundo, y que era respetada aún por sus enemigos. Pues estoy convencido de que ninguno de nuestros antepasados habría sacrificado tanto de haber sabido que hoy España sería esto.
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