Este pasado 11 de septiembre el Presidente Piñera entregó al País un Mensaje que lo retrata de cuerpo entero. Lo analizaremos pues representa el meollo de la mentalidad conocida como de “centro derecha moderada”.
Comenzó su discurso advirtiendo el clima de “divisiones, violencia, intolerancias, de atropellos a la democracia y el estado de derecho que se observa (…)”. Sin embargo, se omitió de indicar cuáles son las causas y los causantes de esa situación.
Abundando en esa mentalidad de no nombrar causas, sino limitarse a señalar algunos efectos, Piñera agregó: «igual como la pérdida de nuestra democracia fue una dura derrota, (1973) la forma ejemplar en que recuperamos la democracia fue un gran triunfo (1990)”.
El hombre de negocios que amasó una considerable fortuna en virtud de la “derrota de la democracia (léase el fin del Gobierno de Allende), sólo festeja la “recuperación de la democracia”. Se salta así, 17 años de nuestra historia, como si ellos no hubieran existido.
Nada dice la recuperación de la economía, nada de las bases del respeto a la libre iniciativa, de ella sólo mencionará -más adelante- las violaciones a los DDHH, pero sin tampoco mencionar a los culpables de la izquierda.
Al igual que como para él no existió un gobierno cívico-militar que impulsó la recuperación de Chile, tampoco existió una brutal agresión marxista.
Ahora, como bien dice el adagio “quien calla, consiente” el Presidente Piñera, al omitirse de mencionar los verdaderos causantes de la destrucción de los 70’ y de ahora, desmiente toda su entelequia de moderación.
En efecto, la “moral” revolucionaria sostiene que lo bueno es todo lo que favorece la revolución; y malo, todo lo que la impide.
Por lo anterior, si se olvida -o se calla- delante del procedimiento constante de los adeptos de esta ideología, que no son sino miembros de una verdadera secta atea que quieren dominar y demoler del País, estamos condenados a que se repita la tragedia, muy probablemente agravada.
Es por culpa de esa mentalidad, falsamente moderada, que el País podrá ser dentro de poco gobernado y destruido por un Jadué o una Jiles. Es la obra de los Kerenskys de ayer y de hoy.
La única actitud sensata ante el marxismo y sus “compañeros de ruta” es la denuncia constante, la vigilancia sin pausa y el combate permanente, dentro de la legalidad y de los preceptos de la moral católica.
No se trata de seguir la “política de los acuerdos” porque los marxistas se especializan en aparentar moderación y adoptar acuerdos en los cuales no creen ni piensan cumplir, y en la primera ocasión se valen de cualquier pretexto para olvidarse de sus promesas de paz y comenzar la violencia.
Por eso las acusaciones constitucionales a los ministros son constantes, la tramitación de los proyectos de ley contra la violencia se eternizan y se frustran, así como la agitación callejera y los atentados son presentados como muestras del descontento popular que no se debe reprimir, sino tolerar.
Nada de eso nos dijo el Presidente…
Por Juan Antonio Montes Varas – Credo; pasado, presente y futuro de Chile
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