Ha llegado la segunda ola o «segunda fase» del virus que nos ha estado aturdiendo durante meses, con el número de infectados aumentando tras una relativa tregua en el verano. El Primer Ministro Portugués admite que la próxima semana llegará el número de casos por día a las 1000 . Si bien el ministro de Sanidad británico no descartó ayer un segundo encierro nacional (ya hay partes del Reino Unido en aislamiento local), António Costa fue radical: se acabó el mantra «quédate en casa» para afrontar el covid.

“El costo social del encierro fue brutal. No podemos volver a pasar por todo esto ”. No es la primera vez que Costa rechaza la idea de un segundo encierro , pero es la primera vez que lo hace cuando el número de contagios diarios empieza a tener proporciones alarmantes y él mismo admite un nuevo repunte.

Al poner la “responsabilidad” del control de la enfermedad en manos de cada ciudadano, negándose a cerrar la sociedad, Costa sigue un camino que en un principio parecía dudoso, pero que, de momento, está dando buenos resultados en comparación con otros países – el controvertido camino de Suecia .

Suecia, se recuerda, no cerró las escuelas para niños menores de 16 años, mantuvo abiertos los restaurantes y tiendas y puso el énfasis en la lucha contra la pandemia en la responsabilidad individual. No requiere el uso de la mascarillas (Portugal obliga en todos los espacios cerrados). Suecia ha fracasado en los asilos de ancianos, donde se han producido la mayoría de las muertes, un número muy alto en comparación con los vecinos Noruega y Dinamarca, pero muy por debajo de las cifras del Reino Unido, España o Italia. Pero en este momento Suecia no está experimentando una «segunda ola» de infecciones, lo que puede sugerir que ya se ha adquirido la famosa «inmunidad de grupo».

No se sabe mucho sobre el covid-19, desafortunadamente, excepto que lavarse las manos y el desapego social ayuda a detener la propagación. No existe una explicación científica para el elevado número de muertes en Reino Unido, España o Italia, en comparación con otros países. Pero se sabe que el confinamiento destruye la economía y se sospecha que también acaba con la salud mental. Cuando se promulgó el confinamiento, había varias profesiones que continuaban haciendo su trabajo: trabajadores de servicios esenciales, trabajadores de supermercados, médicos, enfermeras y otro personal de salud. El miedo al coronavirus es profundamente humano, pero el impulso por la vida, por la vida en sociedad, es lo que, en última instancia, logrará una cura.

Por ANA SÁ LOPES, artículo publicado originalmente en portugués en el diario publico.pt

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