El Instituto Internacional del Corazón de Cristo (IICC) tiene como fundamento el misterio luminoso del Corazón de Jesús: «Mirarán al que atravesaron» (Jn 19, 37). De ahí se deriva su misión: contemplar, vivir y anunciar al mundo el amor de Dios encarnado en Cristo Resucitado, como una llamada a vivir su dinamismo salvador. María, modelo de fe en el amor, nos precede en el camino del descubrimiento de las entrañas de Dios y nos acompaña para acariciar ese arcano, que ella hizo tangible, gracias a su asociación al misterio de Dios hecho hombre y a su obra salvadora, por lo que imitando su radicalidad en la donación, el IICC quiere gestar, como ella lo hizo en su vientre, y después cuidó, la tarea maternal de entregar al mundo, un espacio donde se vele por presentar, custodiar y profundizar  en el Corazón humano y Corazón divino de nuestro Señor, como epicentro de la manifestación del Amor de Dios a la humanidad.

Al presentar el Corazón de Jesús como centro de la Buena Noticia, no se hace otra cosa que recalcar el núcleo del designio de salvación, a saber, el Amor de Dios manifestado en Jesucristo, «En esto se manifestó entre nosotros el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él» (1Jn4, 9), al mencionar al Corazón de Jesús se hace referencia al Cristo Total: encarnación, vida oculta, ministerio, pasión, muerte y resurrección. Desde esta raíz, este Instituto hace suyas las actitudes, opciones y tareas que llevaron a Jesús al extremo de tener su corazón traspasado en la cruz, entrando plenamente en su obra reparadora como Hijo, que se traduce en tomar como alimento la voluntad del Padre, «Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra» (Jn 4, 34), y reunir por su Sangre a los hijos de Dios dispersos «Jesús iba a morir por la nación; y no sólo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos» (Jn 11, 51-52). Por eso el IICC surge con vocación internacional, queriendo llegar a todos los hombres de buena voluntad y colaborar con todos aquellos que, animados por el Espíritu, trabajan por construir un mundo de justicia y de amor, signo del Reino.

Un aspecto muy importante a destacar en esta labor es enfatizar el Corazón de Cristo como Corazón Eucarístico de Cristo, ya que por él entramos en comunión con la acción de gracias de Jesús Resucitado, Pan de Vida, presencia del amor en medio de su Iglesia. El fomento al culto de la Eucaristía, fuente y cumbre de la vida de la Iglesia, y la adoración contemplativa, es un objetivo que asume este Instituto, recordando la urgencia de trabajar en la transformación del mundo, según los criterios evangélicos, siempre siendo fieles a la Iglesia y a la Palabra de Dios: Tradición Apostólica y Sagrada Escritura.

En esta misión del IICC se urge a la nueva evangelización, como lo hizo su S.S. Juan Pablo II en el discurso programático de Puerto Príncipe, con un llamamiento que lanza con fuerza y hace de él su bandera: «una evangelización nueva. Nueva en su ardor, en sus métodos, en su expresión» (S.S. Juan Pablo II, Discurso al CELAM, Puerto Príncipe, 9/3/1983, 3). Más adelante invitó una y otra vez a toda la Iglesia a llevar adelante una Nueva Evangelización. Esta nos hace entrar en el dinamismo interior del Amor de Cristo por su Padre y por el mundo, especialmente por los pobres, los afligidos, los marginados y los que no conocen la Buena Noticia. Para que el Reinado de Dios se haga presente, este Instituto busca la transformación del corazón humano y procura ser agente de comunión en el mundo. En solidaridad con los más pobres, trabajando por una sociedad justa y reconciliada. Se pone a disponibilidad de la Iglesia para sus necesidades y urgencias, en el devenir histórico, discernidas a la luz del Espíritu, así como tiende a la capacidad de adaptación a las circunstancias y acontecimientos de cada momento.

Estos estatutos quieren ser la materialización de este proyecto, centrado en el Corazón de Cristo, para aunar fuerzas y para utilizar un instrumento organizativo que pueda secundar los objetivos ya expuestos. Se han redactado en conformidad con las exigencias de estos tiempos y teniendo en cuenta la doctrina y el espíritu del Concilio Vaticano II, que exhorta a los fieles cristianos a formar asociaciones que fomenten la unión de la vida práctica y la fe de sus miembros, conservando con fidelidad el carácter especial de la vida espiritual de la propia asociación. Aquí se concretizan la naturaleza de la asociación, los fines que persigue, lo relativo a los miembros, el régimen jurídico del Instituto, el régimen económico y las disposiciones finales. Todo ello como un servicio encarnado en la Iglesia para encauzar toda una espiritualidad, la del Corazón de Jesús, y una forma de ser-estar en medio del Pueblo de Dios.

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