Se diría que hay una contradicción en el título de este comentario. En efecto, ¿cómo hablar de “historia post mortem”, cuando la biografía de una persona está marcada desde su nacimiento hasta su deceso?
Plinio Correa de Oliveira falleció hace 25 años, el 3 de octubre de 1995; se diría entonces que ahí terminó su historia. Sin embargo, hay hombres que por la fuerza de su pensamiento o por la integridad de su Fe, continúan escribiendo su biografía, “post mortem”.
Un ejemplo característico de este principio es Santo Tomás de Aquino. Esta semana pasada me tocó asistir -vía zoom- a la presentación del libro del Profesor Juan Carlos Ossandón sobre el interesante asunto del bien común. El libro fue presentado por el profesor José Luis Widow. Ambos profesores se referían al pensamiento “tomasiano” como base de las tesis del estudio. Sin embargo, entre la muerte del Santo y la publicación de este libro median 746 años. Se puede decir entonces que el pensamiento “tomasiano” continúa perfectamente vivo, iluminando a los católicos.
Del mismo modo, estos 25 años transcurridos entre el fallecimiento de Plinio Corrêa de Oliveira y el día de hoy son un testimonio de la permanencia de su historia y del vigor de su pensamiento.
¿Cuál es ese pensamiento “pliniano”?
Plinio Corrêa de Oliveira no se enorgullecía sino de ser “un eco fidelísimo de todos los Documentos del Supremo Magisterio de la Iglesia”. Así lo llamó el Cardenal Giuseppe Pizzardo, Prefecto de la Sagrada Congregación de los Seminarios y Universidades (hoy Sagrada Congregación para la Educación Católica), por ocasión de la publicación de su libro “La libertad de la Iglesia en el Estado comunista”.
Un eco, sí, pero un eco que transmitía la voz del Magisterio enriquecida por las resonancias de las batallas.
Si hay algo que caracteriza el pensamiento “pliniano” es precisamente que éste se fue modelando al sabor de una auténtica guerra contra lo que él mismo llamó, “la Revolución”, con R mayúscula. Es decir el proceso 5 veces secular que desde el fin de la Edad Media, hasta nuestros días, se ensaña por destruir la Civilización Cristiana.
Las características de ese proceso anticristiano fueron estampadas en su libro magistral: “Revolución y Contra Revolución”. En esta obra el autor denuncia el proceso gnóstico e igualitario que, iniciado en el Renacimiento, va radicalizando sus utopías. Desde el socialismo hasta la revolución sexual, desde la teoría de género hasta el feminismo, sin dejar de lado la revolución que se lleva dentro de la Iglesia.
Todas estas etapas de la Revolución fueron sus adversarios y contra ellos levantó una verdadera cruzada de ideas y de acciones. A tal punto se identificó con el combate a los errores, que él mismo reconocía que no sabría vivir sin combatir.
Y como este combate continúa trabándose en nuestros días, su pensamiento sirve de orientación y guía a todos aquellos que en los 5 Continentes sostienen los estandartes de la fidelidad a los principios básicos de la Civilización Cristiana: la tradición, la familia y la propiedad.
Muchos fueron los méritos y virtudes que caracterizaron la vida terrena de Plinio Corrêa de Oliveira, pero -en estas enseñanzas contra revolucionarias- está lo principal de su legado y la actualidad de su pensamiento.
Esa especial perspicacia en discernir el proceso revolucionario, que a justo título ha sido muchas veces llamado de profético, se debía a la profunda adhesión al pensamiento católico y a una coherencia impar en percibir las últimas consecuencias del pecado original, cuanto, en sentido opuesto, las posibilidades casi ilimitadas del hombre cuando se abre a la acción sobrenatural de la gracia.
De ahí que él nunca perdiera la certeza, a pesar de todas las apariencias en sentido contrario, de que la Revolución será destruida y sobre sus escombros se reconstruirá la Civilización Cristiana.
Sin embargo, esa reconstrucción, de acuerdo a su pensamiento, no será una mera recomposición de lo ya existió a fines de la Edad Media. El orden cristiano medieval servirá como punto de partida para una época mil veces superior, que él mismo llamaba –al unísono con muchas almas marianas- el “Reino de María”.
La certeza inabalable de Plinio Corrêa de Oliveira en la venida de este Reino de María, es lo que anima y pervive en quienes hoy continúan la lucha contra-revolucionaria, a la espera del cumplimiento de la promesa formulada por la Madre de Dios en Fátima: “Por Fin Mi Inmaculado Corazón Triunfará”.
De ahí nuestra gratitud y nuestro profundo homenaje.
Juan Antonio Montes Varas– Credo, pasado, presente y futuro de Chile.
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