Esta semana ha aparecido en algunos medios la noticia de que el gobierno holandés pretende extender la eutanasia a niños de 1 a 12 años con enfermedades terminales. Algunos se horrorizan con razón. Sigue a las decisiones judiciales que avalan permitir la aplicación de la eutanasia a pacientes que no la consienten, con lo que queda ya claro que de lo que se habla en realidad no es de suicidio asistido, como los especialistas en manipulación del lenguaje dicen defender.
Sin embargo, esta medida y las que les seguirán, no son en realidad tan graves. No lo son en términos cualitativos ni cuantitativos. No lo son en comparación con aberraciones mayores que llevan ya mucho tiempo entre nosotros y a las que parece que nos hemos acostumbrado. Los 70 millones de abortos que se estiman al año en el mundo son de lejos, más graves. Tampoco es tan grave en términos cualitativos, por la sencilla razón de que el mal ya estaba hecho con la primera ley que reguló la eutanasia.
Este proceso de ampliación de los supuestos deja entrever la verdadera técnica de destrucción de las leyes cristianas que todavía existen en occidente. Como saben sus promotores perfectamente, es materialmente imposible aprobar en ningún país occidental leyes de aborto y eutanasia sin restricciones. Por ello, sus promotores lo hacen por el sibilino método de la pendiente resbaladiza: se aprueba una excepción a la norma general que defiende la vida en los ordenamientos jurídicos de las naciones antiguamente cristianas y conforme los ciudadanos se van acostumbrando, conforme se “normaliza”, se promueven nuevas ampliaciones de dichos casos, derechos en neolenguaje.
En la masonería, promotora de la destrucción de la civilización cristiana desde hace más de 200 años se adora al Lucifer, al menos en sus capas más altas.
Esta técnica es profundamente antidemocrática. Porque a través de este tipo de manipulación, en la que se oculta el fin perseguido, se consigue que naciones acepten lo que de otra manera nunca prosperaría. Aborto hasta el día del parto o aborto no. Pregunten por ahí. Eutanasia para enfermos y sanos, viejos y jóvenes, personas conscientes que la pueden solicitar e incapaces. Pregunten. O la vida es sagrada, o no lo es. No hay moderación posible entre estos dos extremos. Quien pretende ser equidistante, es en realidad un defensor de la no sacralidad de la vida, consciente o inconscientemente.
Todas estas leyes que buscan la destrucción de la familia y de la vida, leyes que violan las bases cristianas de los sistemas jurídicos de occidente, no son promovidas desde logias por casualidad. El diablo busca la perdición de las almas y para ello, es más fácil que éstas vivan en un mundo sin referencias cristianas, un mundo donde la vida la da y la quita el hombre, no su Creador. El diablo sabe esto y sus adoradores también. Porque en la masonería, promotora de la destrucción de la civilización cristiana desde hace más de 200 años, por si todavía hay quien no lo sabe, se adora al Lucifer, al menos en sus capas más altas. Y las técnicas de los adoradores de Lucifer, son técnicas diabólicas. Deberíamos empezar a darnos cuenta, aunque sea demasiado tarde.
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