Ahora es el momento de echar el cierre a la tienda y hacerlo con tranquilidad, mientras en el fuego se calienta el agua para hacer té. Fuera arde la pandemia, el horror de la muerte descontrolada con muchos miles de víctimas, en virtud de la ineptitud de unos presuntuosos inopes, temerarios e incapaces y la sensación de no mandar en nuestro futuro. Ya va siendo tiempo de recapacitar sobre nuestro entorno.
No me cabe duda de que desde oriente han sorprendido nuestra buena fe, por hacer algo que hemos confundido con remedio, bajo el señuelo de ventajas numerarias.
¿A quién sorprende ser víctimas de un sistema comunista, cerril y falsario en sucesivas componendas? Ha venido produciéndose de un tiempo a esta parte y occidente ha cedido al espejismo, mientras se destruía empleo en sectores importantes a través de los años. Ahora nos dan matarile. ¿Quién les ha avalado? Yo no. China es un fenómeno que hemos contribuido a engordar desde la codicia de fabricar barato, sin mirar, ni analizar en qué se basa el sistema pervertido.
No hay a la vista un san Martín para este animal. Al contrario, hemos hecho un monstruo de trapo que va tomando consistencia a costa nuestra y que atisba y ve ya cómo puede acabar con la supremacía occidental y capitalista que disfrutamos. ¿No les parece? ¿Alguien va a esperar que suelten el sobrero? No tienen remedio, son como el escorpión. Mal temperamento y un vicio inveterado. No se pueden mantener relaciones abiertas y complacientes con un régimen comunista fosilizado, aunque lo pinten de verde y utilicen apariencias capitalistas. Debemos virar en redondo y recoger velas. Estamos a tiempo todavía.
Vemos que China es algo no bueno para los suyos, ni para los de fuera. Son 1.400.000.000 de habitantes, muy cerca del 20%, o quinta parte, de los 7.500.000.000 habitantes del planeta.
China, la China comunista, es hija adulterina de la URRSS, dócil a un partido absolutista, asesino, opaco y arbitrario, sin respetar derecho humano alguno, y encima admitido en la ONU de árbitro y poco menos que homologado por el occidente, de un tiempo a esta parte.
No se supo escuchar al general Patton en su día y el comunismo de garrafa nos procuró una guerra fría hasta acabar en el 89 con el cierre por derribo del sistema URRSS, y ahora ese sistema caduco en la persona de China comunista ha llegado a un PIB de 13,6 billones de dólares gracias al repugnante occidente capitalista, que es un 66% del PIB de USA (15.600) billones, prácticamente el mismo que el europeo (15.860). Es pues, el tercer poder planetario. O nos bajamos ahora o nos arrepentiremos. Con los comunistas no se puede jugar, por más que nos saluden cariñosos o se hagan los muertos. Se les ve el rabo y las orejas por la barda.
Lo que ocurre –lo sabe todo el mundo- es que ellos no aplican ese PIB en beneficio del pueblo, no hay reparto ni redistribución para el PIB per cápita, sino que se arman escandalosamente hasta que puedan poner la bota sobre nuestro gaznate y disponer a su arbitrio. No me cabe duda que es su objetivo comunista preferente, como lo quiso hacer la URRSS, que hoy ostenta un PIB de 1.660 billones de dólares –no más de un 10% de cualquiera de ellos- y no tiene otra que perdonarnos la vida putinianamente. Durará lo que este zar. Rusia se salvó y llegará el tiempo de asimilarse.
Son muy pocos los chinos beneficiados, los riquísimos, que son muy afectos al régimen que les ha hecho ricos, por lo que no les interesan los derechos humanos, los sindicatos, ni otras cositas que sí tenemos en occidente y que hacen los costes para nosotros más altos y más anchos que los de ellos. Lo que nos venden es de una calidad tirando a mala, de mal resultado y tóxica. Fraude y desconocimiento. Copio, copias, copiare. Eso sí, barato paisa.
Esa es la verdadera razón por la que hay que cerrar filas ante su amenaza, que no solo ha desindustrializado el sur de Europa, sino que acabará con todo el empleo occidental que no sean servicios turísticos y meterán sus sucias garras en África y América. No nos van a dejar vivir. Hemos caído estúpidamente en la falacia y en el error por no afrontar la realidad. Hay que recuperar ya mismo la primacía, la industria que nos han guindado y el prestigio de la calidad total, que ya brilla por su ausencia. Y eso al coste occidental que nos gastamos. Se nota una economía “de los chinos” y otra de verdad. A nadie se le oculta.
¿Estamos transigiendo con un régimen inadmisible a cambio de mano de obra barata, beneficios ya y sacrificio de millones de vidas en bien de unos déspotas que no se apean de prácticas absolutistas y asesinas, nada transparentes? Sí, padre.
Hay que poner coto al progreso en ese camino. Si lo que hacemos, engordar a un monstruo inmoral, capaz de la más artera fechoría a lo Fu-man-chu, más nos vale dar ese giro, interponer barreras aduaneras y aranceles, y poco a poco –sin prisas ni pausas- cerrar los cauces abiertos, entorpecerlos mal que nos pese y regresar al aislamiento sanitario de prácticas infames. Exigir cambios, transparencia absoluta y aperturas en compensación y serio propósito de la enmienda.
Solo nos falta caer en maoísmos de segunda y tercera generación. Vender la primogenitura para ser asesinados por la espalda no nos favorece, ni a corto siquiera. A largo, hoy por hoy no hay color, pero puede ponerse hormiga oscuro si lo retrasamos.
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