Derecha e izquierda son conceptos que bailan en la gran mascarada en que se ha convertido el mundo en el que las propias palabras son máscaras que ocultan un significado oculto conocido sólo por los iniciados en la ciencia esotérica. Uno es de izquierdas o de derechas dependiendo de la silla en que se siente (las que queden vacías) cuando los banqueros centrales excéntricos dejan de tocar la flauta que nos hace bailar a todos y nos hace ir a la guerra o a las guerras, todas ellas en defensa de los intereses de los Globalistas y su red clandestina de asesinos a sueldo.
Si cuando estalló la revolución francesa la derecha la representaban aquellos que se amparaban en la figura del rey para contener al terror jacobino en ciernes que se olían. ¿Ahora quienes la representan? ¿La representan en Norte América los patriotas que se oponen a la disolución de su estado por parte de los Globalistas que son las parteras del Nuevo Orden Mundial masónico que cuenta con el beneplácito de la banca y de la mafia que es lo mismo? Si y no.
¿Los que negamos la existencia de la epidemia de coronavirus basados en el sentido común que es el menos común de los sentidos estamos a la izquierda o a la derecha del gobierno en la sombra de la banca? Estamos a la extrema izquierda y a la extrema derecha de Lord Rothschild, es decir lo más lejos posible de su poder omnímodo, pero desde luego somos minoría, porque los representantes de la ciencia esotérica han decretado que la epidemia existe porque le interesa al gobierno en la sombra del mundo (el de la City de Londres, el único estado verdaderamente independiente del mundo) y a los oligarcas cómplices de todos los países, y las masas se han puesto de rodillas delante del nuevo dios: un microbio. Surgen aquí y allá nuevos brotes de la amenaza fantasma según les interese a los geo estrategas globalistas empeñados en disolver todos los estados del mundo (menos el sionista que se ensancha) y los gobernantes no se atreven a discutir el veredicto de la ciencia diabólica por si pierden la cabeza ante el nuevo terror jacobino. O por si son eliminados por la mafia masónica que ya asesinó a Kennedy y tantos otros, y hace poco asesinó, al parecer, al presidente de Burundi.
La derecha siempre fue el sitio donde se sentaban los predilectos de Dios. A su derecha se sentaba y se sienta para los creyentes Jesucristo, y cuando los soberanos se consideraban ungidos por Dios sus predilectos se sentaban a su derecha.
La fuente del poder siempre fue en todas las culturas el beneplácito divino, pero para los ocultistas dios es Satanás. Y sus favoritos son los que detentan ahora el poder en todas partes. Está claro que si el demonio es el nuevo dios es preferible situarse a su izquierda y lo más lejos posible del alcance de sus garras. Así que podría decirse que uno debe de ser de izquierdas o de derechas según sea la tendencia de quien se sienta en el trono, divina o luciferina.
Es difícil decidir si un gobernante cuenta o no con el beneplácito de un ser supremo. No lo es darse cuenta que los gobernantes de hoy en día son aquellos que tienen el beneplácito de los mafiosos que se esconden detrás la Reserva Federal estadounidense o de su filial, el Banco Central Europeo, que se han apropiado el privilegio de imprimir dinero que les plazca y dárselo a sus favoritos que se tienden en el triclinio a la derecha o a la izquierda en las orgías satánicas de los nuevos ricos.
Una vez que se ha aclarado el sentido actual de la marcha de la historia: la creación de un Estado Global autoritario de religión luciferina que no responde más que a la banca internacional central, pero con centro trashumante según sea el lugar donde se escondan los capitales robados a los estados nacionales, habría que decidir quién se opone o no se opone al mismo y en qué lugar se sientan o se quedan de pie, a la izquierda o a la derecha y cuáles son sus respectivos programas.
¿Cuál es la religión del nuevo orden mundial?
Con la revolución científica promovida por los científicos ocultistas se acabó con la civilización cristiana en occidente. La nueva religión pasó a ser la ciencia basada en las escrituras sagradas del Talmud y la Cábala. La verdad ya no procedía de la revelación de un ser omnisciente y omnipotente sino del antojo de un sacerdote gnóstico. Los sacerdotes gnósticos proliferaron como las setas a partir del siglo XIX y el mayor ejemplo es Madame Blavatsky experta en cocer a todas las religiones en su perol de bruja para cocinar la religión del nuevo orden mundial masónico. Un cocido venenoso que no sabe absolutamente a nada. pero que huele a mil demonios. La nueva religión no es absoluta, es relativa (como la nueva ciencia que es lo mismo), lo que es absoluto es el poder de la banca (que financia a todos los bandos en todas las guerras), un poder con el que los monarcas absolutos del antiguo régimen no se atrevieron ni a soñar. Decir que la verdad es relativa, es decir que depende de la voluntad del último sacerdote-filósofo-científico que sólo ha puesto de manifiesto una verdad: que religión, filosofía y ciencia son y siempre han sido lo mismo. Los científicos ocultistas condenaron a la religión (cristiana) al rango de credo supersticioso propio del pueblo bajo. Los nobles y los potentados adoptaron desde entonces la religión egipcia y se inclinan por la construcción no de catedrales sino de pirámides como la de Astana la nueva ciudad para fantasmas y zombis que han construido en Kazajistán. Una ciudad tan horripilante como su credo que no tiene más dogma que el que dicta el capricho del último nigromante. La religión judía es como la justicia en Inglaterra: una recopilación de casos. Es decir: el registro de las elucubraciones de una serie interminable de rabinos. No hay dogma ninguno; el dogma lo dicta el último rabino en el poder según su capricho. A falta de un Dios (o hasta que se revele completamente quién es el nuevo dios; o sea, Lucifer, el nuevo gobernante (en la sombra) se vuelve absoluto.
A partir de entonces la realidad se inventa, como se inventan los virus. Se inventa y se patenta. La patente de la realidad del mundo la tienen ahora las compañías farmacéuticas empeñadas en eliminarnos.
Ya sean diestros, zurdos o ambidiestros lo que necesitan todos los pueblos es un movimiento global que apuntale los estados nacionales disueltos por organismos como la UE o la ONU y que nacionalice la banca puesta al servicio de todos los nacionales de cada nación y no al servicio de una élite esotérica que tiene las nacionalidades que se pueda comprar y con capital en la isla pedófila de Epstein.
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