Dada la situación de confusión doctrinal que estamos viviendo en la Iglesia Católica y que ha vuelto a poner en debate la naturaleza del Concilio Vaticano II, otra vez asoman dos posturas erróneas: una de rechazo absoluto del Concilio, encabezada por Mons. Viganó (muy meritorio por otras cuestiones) y otra de aceptación no sólo de sus malas interpretaciones (hermenéutica de la ruptura) sino de negación de los problemas que algunos textos del mismo Concilio tienen, en temas como colegialidad episcopal, concepto de Tradición, ecumenismo y diálogo interreligioso, confesionalidad del estado, libertad religiosa, etc (recordemos que el Concilio, si bien fue pastoral también fue doctrinal, pero en lo que hace al magisterio ordinario no definitivo o «auténtico», puede haber errores y eso no afecta al dogma de la infalibilidad).
Por eso les recomiendo mucho que vean este breve reportaje a Mons. Schneider, a quien tuve el honor de conocer personalmente en 2017 cuando estuvo en la Argentina. Me interesa que lo vean no sólo por lo que dice sino por cómo lo dice: con qué respeto, serenidad, paz interior y ausencia absoluta de fanatismo polémico. Pero va al fondo de la cuestión, sin eufemismos. Creo que su mirada, sus gestos, el tono de su voz y hasta su figura, nos muestran a un verdadero Sucesor de los Obispos, a un Príncipe de la Iglesia, sin el engolamiento de ciertos prelados conservadores ni la vulgaridad de otros que se dicen progresistas.
Sólo en el tema de la libertad religiosa (aunque coincido en que aún deben aclararse ciertas cuestiones) me parece que lo que a él le preocupa ya ha sido en gran parte bien solucionado por el Catecismo de la Iglesia Católica, en el sentido de que la libertad religiosa no es un derecho al error (indiferentismo religioso) sino una libertad civil o inmunidad de coacción, limitada por los derechos de terceros, por un orden público no concebido de manera naturalista ni positivista, por el bien común y todo dentro del orden objetivo moral. De manera que el objeto de dicha libertad civil es garantizar la inmunidad de coacción dentro de esos límites, siendo sus posibles consecuencias en relación al error objeto de tolerancia desde el punto de vista moral, tal como siempre lo enseñó la Iglesia.
Pero al margen de este asunto, me parece que el reportaje no tiene desperdicios y está en la línea ya señalada por Juan Pablo II y Benedicto XVI, aunque agregando algunas consideraciones que tal vez estos Papas no llegaron a ver con claridad. Pienso que este video puede traer paz a más de uno, atribulado por la situación que estamos viviendo. Sobre todo cuando en sede magisterial no definitiva o en simples enseñanzas no magisteriales, se está llevando a sus últimas consecuencias la hermenéutica de la ruptura o los alcances más extremos de las ambigüedades y/o errores señalados. Basta pensar en lo que hoy se enseña acerca de la comunión de los divorciados «vueltos a casar», de la voluntad de Dios respecto a la diversidad de religiones, de una fraternidad humana ajena a la filiación divina en Cristo y en la Iglesia, etc.
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