No hay nada más evidente que para elaborar la nueva Constitución debe existir un clima de serenidad y paz. En efecto, no será en medio de la violencia, de las amenazas, del amedrentamiento, ni de la presión física que surgirá un debate con altura de miras.
Lo propio del clima violento es acabar con las ideas. Las reacciones humanas delante de la violencia funcionan conforme al instinto de supervivencia. Y, cuando las personas están preocupadas de sobrevivir, es imposible que se desarrolle un debate constitucional.
No ocuparíamos el tiempo del lector con estas consideraciones, que son obvias, si no fuera por lo ocurrido esta semana pasada en el Parlamento y en la Araucanía.
El diputado Isa Kort presentó un proyecto de ley en virtud del cual los partidos políticos se comprometían al rechazo de la violencia. Tal iniciativa que era casi de sentido común, sin embargo fue rechazada por 38 diputados de la oposición, además de una diputada “oficialista”.
¿Qué significa oponerse al rechazo a la violencia? En matemáticas, menos x menos da más. En política es el mismo resultado: sí a la violencia.
Como si esto fuese poco, los diputados Boric, Winter, Yeomans e Ibáñez, de Convergencia Social (Frente Amplio), presentaron un proyecto de resolución que propone indultar a quienes han cometido actos vandálicos desde el 18 de octubre de 2019.
Los referidos parlamentarios justifican su iniciativa afirmando que: “El indulto (…) es un mínimo democrático que debemos exigirle a un Gobierno que violó sistemáticamente los derechos humanos (…) los verdaderos criminales durante el estallido social estuvieron en Carabineros y las Fuerzas Armadas, no en un pueblo que se movilizó por más justicia y dignidad».
Todas estas posiciones asumidas por buena parte de la oposición política equivale, en los hechos, a la justificación de la vía armada para la conquista del poder.
Precisamente lo mismo que hace hace 53 años, el 25 de noviembre de 1967, defendió el pleno del Partido Socialista, en la ciudad de Chillán. La declaración oficial de ese Partido afirmaba:
“Es necesario y legítimo orientar a las masas en el uso de la violencia, mediante tácticas tales como las huelgas ilegales, las ocupaciones de tierras, fábricas o escuelas, las manifestaciones callejeras, ya prohibidas, etc. En la medida en que la dictadura se desemboza surgirán otras manifestaciones de la resistencia, tales como la propaganda clandestina y el sabotaje”.
Sin embargo, las declaraciones no se limitaban al uso de la violencia, “más tarde vendrá la lucha armada”, decía la misma declaración. Por último anunciaba que “avanzada la lucha armada, se pasa a la etapa de la insurrección, es decir, del levantamiento general de las masas armadas. Y de ésta, a la guerra revolucionaria.”
O sea, es de la propia esencia de la mentalidad de los adeptos a la violencia que ésta se radicalice sin cesar para poner al País contra la pared y llegar al Estado socialista.
Lo ocurrido el viernes pasado en la ruta 5, a poca distancia de la ciudad de Temuco y a plena luz del día, donde el cabo segundo Eugenio Nain Caniumil fue abatido, con armas de guerra, en una emboscada realizada por terroristas viene a confirmar que la “lucha armada” ya está en plena ejecución.
Ante este clima de agresión violenta, lo único viable es la intervención decidida de las fuerzas del Estado para la represión inmediata de estos hechos para evitar las reincidencias e impedir que el País sea llevado a una hecatombe.
Sin embargo, para que tal reacción se efectúe es necesaria la decisión de la autoridad política. Y, nada dista más del ánimo dialogante y consensual del actual Presidente.
En conclusión, todo lleva a pensar que el articulado de la nueva Constitución se redactará al compás de las piedras, de las balas y del imperio del más fuerte, o sea, de la ley de la selva.
Y, ¿desde cuándo es que en las selvas existen Constituciones?
Mucha razón tuvo ese 50% que se abstuvo de concurrir a las urnas y ese 21% que fue para rechazar la opción de una nueva Constitución. El tiempo dirá cómo una minoría del 35% del electorado nacional consiguió destruir un País, con la colaboración de los infaltables “compañeros de ruta”.
Juan Antonio Montes Varas – Credo; pasado, presente y futuro de Chile
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