Por Pío Moa
Una democracia no puede subsistir cuando las diferencias ideológicas, lo odios sociales o la miseria son excesivos. Esto quedó claramente de relieve en la España de los años 30 y vuelve a ocurrir ahora. Precisamente la democracia está diseñada para que esos odios y diferencias no alcancen un grado demasiado extremo, de modo que los radicalismos queden absorbidos. Pero puede no ocurrir así.
Usa ha sido durante mucho tiempo el país más rico del mundo, y sigue siendo de los más ricos en renta per cápita. Los odios sociales y raciales han dado lugar a numerosos episodios de gran violencia, asesinato de varios presidentes y motines, pero han sido absorbidos sin llegar muy lejos. Y los extremismos ideológicos, particularmente el comunismo, el nazismo o el anarquismo, nunca pasaron de marginales y han sido asimismo absorbidos reducidos a una especie de folclore particular, como los hippies. Ni siquiera la polarización en torno a la guerra de Vietnam llegó a poner en cuestión los fundamentos de la democracia.
Sin embargo, desde hace décadas se han ido fortaleciendo movimientos de orientación totalitaria en torno al feminismo, la sexualidad, la raza, en menor medida el dinero, que pretenden erigirse en jueces morales del pasado y del presente, e imponer la represión y la censura sobre la sociedad (lo “políticamente correcto” ha sido su manifestación blanda, pero cada vez más dura). Movimientos implantados a partir de la universidad, en la que prácticamente dominan, y en los medios.
Acabamos de ver a grandes cadenas de televisión cortar la palabra nada menos que al presidente del país, llamándole mentiroso, en plena contienda electoral. Esto es algo sin precedentes, inimaginable hasta ahora, que demuestra la instalación de un poder casi de tipo soviético, que convierte los medios de información en medios de manipulación, y que se orienta directamente contra la mitad de los habitantes del país, mientras engaña a gran parte de la otra mitad (algo parecido ocurre en España).
El análisis de esas ideologías y la clarificación de su discurso perverso es una tarea de urgencia, porque hasta ahora solo ha chocado con críticas dispersas y no muy al fondo de la cuestión. Stanley Payne ha abordado esa labor en USA, y aquí debemos hacerlo porque estamos en la misma situación de desmoronamiento de la libertad y de la propia nación.
Este artículo se publicó en www.piomoa.es
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