Durante todo este tiempo que llevamos de pandemia vírica, hemos asistido a numerosas informaciones contradictorias. Así, por ejemplo, la OMS estuvo mucho tiempo negando la transmisión del virus por el aire. Ahora se admite que el coronavirus se contagia en el aire, por lo que para controlar la pandemia es necesario evitar las reuniones o aglomeraciones.
La primera ola del coronavirus se vio agravada en España por las manifestaciones hembristas del 8-M. En concreto, el 8-M nos ha costado unos 20.000 muertos.
La segunda ola del coronavirus la trajeron temporeros del exterior. Conste que no los culpo a ellos sino al gobierno que no controla las fronteras, y no hace controles sanitarios a quienes entran, y a quienes no les facilitaron vivienda adecuada. Esto pone de relieve la importancia que la inmigración ha podido tener en la segunda ola. Algunos países controlaron sólo las fronteras extracomunitarias, en la esperanza de que los demás harían eso mismo, pero no ha sido así. El gobierno de Expaña sigue sin controlar las fronteras.
Una pregunta políticamente incorrecta es: ¿Cuántos muertos nos van a costar el hembrismo y la inmigración? Hembrismo e inmigracionismo son dogmas que han provocado ya miles de muertos. A lo que hay que añadir también los conspiranoicos que niegan la pandemia y hablan de “PLANdemia”, que han demostrado así su falta de solidaridad y de patriotismo.
En Expaña, el régimen del 78 al completo impone nuevas restricciones que conculcan el espíritu y la letra de sus propias leyes mientras exigen a los españoles su draconiano cumplimiento basado en la limitación de sus derechos y libertades como único antídoto para combatir la pandemia, en lugar de reforzar infraestructuras críticas, adoptar medidas de seguridad colectiva, proteger a poblaciones vulnerables o promover una política de estímulos y ayudas económicas que palíe la hecatombe socio-económica que se cierne.
El reciente decreto de estado de alarma del gobierno de Pedro Sánchez, pone de manifiesto, otra vez más, su deriva autoritaria y el desprecio absoluto, no solo del ejecutivo, sino de la mayoría del Congreso de los diputados, incluida la oposición de PP y C´s, en la observancia de su propia legalidad mediante una interpretación torticera de la norma que estira el plazo para la vigencia de este estado excepcional más allá de lo establecido en sus previsiones, escamoteando el control parlamentario sobre el gobierno y, fundamentalmente, como ha señalado algún agudo e incisivo comentarista, trasladando la decisión de levantar el estado de alarma, que corresponde a la supuesta sede de la soberanía nacional, a un simple comité integrado por las comunidades autónomas. Es decir, el Consejo interterritorial de sanidad suplantará al Congreso de los diputados en una de sus atribuciones soberanas, confirmando de esta manera la normalización de una dinámica confederal vía delegación de potestades excepcionales a las comunidades autónomas.
Así, cada una de las autonomías determinan en su territorio toda suerte de limitaciones de los derechos y libertades fundamentales, como han impuesto hasta ahora tras la “desescalada”, incluso sin una ley habilitante previa, variando el alcance de las mismas de una comunidad a otra, y se permiten establecer toques de queda y alzar fronteras sanitarias entre regiones vecinas mediante confinamientos perimetrales.
Esta es la Expaña del Borbón y sus 17 virreinatos pandémicos, gobernados por despotillas de todo signo ante la que los españoles están desamparados, ya que la podredumbre alcanza a todas las instituciones del Estado y demás poderes públicos, abarcando a la justicia y al estamento de juristas y leguleyos cuyo silencio frente a tanto atropello y burla de la ley clama y delata su complicidad.
La partitocracia corrupta, en sus niveles estatal, autonómico y local, independientemente de sus siglas da por hecho el adocenamiento de los españoles ante la arbitrariedad y el abuso de poder del que hacen gala en todas y cada una de las medidas que adoptan en la gestión de la pandemia. Cuentan con la mella de casi cuarenta años de dictadura más otros tantos decenios de régimen de libertades otorgadas, que no conquistadas, para prometérselas felices en medio de una debacle sin precedentes.
Por todo ello, saludamos las protestas que lleven a la calle a nuestros compatriotas en todo el territorio nacional para defender sus derechos y libertades, sean de la índole que sean, y les llamamos a la autoorganización en marcos estables para coordinar su autodefensa y sus acciones vindicativas frente a un régimen que se torna cada vez más despótico.
Va siendo hora de que en España, todos miremos por todos. Por eso, sólo un patriotismo social puede reconquistar la voluntad de todos los españoles.
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