JUANJO GAVALDÀ CARBONELL – Licenciado en Historia y Abogado | BURRIANA
Enlazando con mi artículo anterior, y antes de analizar técnica e ideológicamente las principales películas que sobre carlismos se han filmado y que ya fueron mencionadas, me siento obligado a referir una serie de títulos de menor protagonismo para el carlismo, donde éste, salvo en contadas ocasiones, aparece brevemente o como mera anécdota.
Son películas donde o bien irrumpe una acción de las guerras carlistas para dar pie a otra historia o bien se nos presenta a algún personaje de marcada y manifiesta ideología carlista pero sin ser objeto principal de la acción, o simplemente, el carlismo ilustra una mera anécdota con toque humorístico. Así, nos encontramos, por ejemplo con “Salto a la gloria”, dirigida `por León Klimovsky en 1959, con una Adolfo Marsillach perfecto en el papel del sabio medico Ramón y Cajal adulto. Pero ustedes se preguntaran ¿qué pinta el carlismo en una película biográfica de Don Santiago Ramón y Cajal? Pues bien, al inicio de la película hay un flashback que nos lleva al eminente doctor desde la Cuba bélica, aún española, a su infancia, en el pueblo de Petilla de Aragón (pueblo navarro dentro de la provincia de Zaragoza), aproximadamente 1860/65, años de niñez del futuro Premio Nobel, y eso arrastra el escenario a nuestro terreno. El niño Ramón y Cajal se dedica junto con su hermano y otros de su quinta no a hacer pillerías típicas de su edad y época, si no a disparar un cañón de fabricación propia. La gente corre, grita atemorizada, y ¿cuál es el grito más aterrador? : ¡Los carlistas! ¡Los carlistas bombardean el pueblo!… De donde se deduce, o se intenta convencer al espectador, del gran poder aterrorizador, a mediados del siglo XIX incluso en períodos de entreguerras, que en el mundo rural suponía la visita de una partida carlista, vamos, gritar que vienen los carlistas era algo así como que viene el coco… Lo bien cierto es que en esta película le da un toque de comicidad.
Y si un cañonazo, de un falso e infantil cañón, da pie al breve protagonismo del carlismo en una película, otros cañonazos lo terminan. Me estoy refiriendo a la archiconocida película de 1958 “Donde vas Alfonso XII”, dirigida por Luis César Amadori. No voy a narrarles a ustedes toda la historia, que ya conocerán, de entronización y muerte del desdichado monarca, hijo de la “original” enemiga del primer carlismo, Isabel II, y causante, a mi entender, de la derrota final del carlismo en la tercera guerra, ya que al ser proclamado Rey de España, acabo aglutinando a un sinfín de monárquicos moderados, que si al menos no habían apoyado con las armas a Carlos VII, si habían perjudicado con todas sus posibilidades a la I República. Pero centrémonos en el séptimo arte, poca alusión se hace al carlismo, pese a ser Alfonso XII proclamado rey en plena guerra, pero aun así, sobre el minuto 59 del largometraje en una escena vemos a la infanta Mercedes recibiendo la noticia, de boca de una monja, de que su prometido, al cuarto día de su proclamación, ha abandonado Madrid para ponerse al frente del ejército del Norte. Seguidamente, se nos muestra el campamento del ejército carlista con un grupo de soldados, alrededor de una fogata, alternando boinas rojas con blancas, entonando canciones sobre un detente que Doña Margarita, esposa de Carlos VII, a éste le quiere bordar, y su entrada en Madrid. La composición es de un equilibrio pictórico minucioso, pues se nos muestra al grupo de soldados en el centro flanqueados por la izquierda con los fusiles entrecruzados a modo de aspa, con sus respectivas bayonetas caladas, y por la derecha, la bandera con la Cruz de Borgoña. Los cánticos llegan hasta los oídos de Alfonso XII, quién pregunta a su subalterno, qué son los Guiris, a lo que este responde: “Guiris somos Vuestra Majestad y yo, liberales”, a lo que sigue un alarde de “buenismo real” cuando el monarca contesta: “¿Y por qué ese empeño en matarnos todos? ¿No sería mejor que nos abrazásemos como hermanos?”… Evidentemente, la narración fílmica se decanta por el lado Alfonsino ya que presenta a éste en papel conciliador y a los carlistas como a “algo” que está ahí, a lo que hay que combatir, porque no atienden a “nuestras” razones. Estos bondadosos deseos reales son terminados a cañonazos, los que recibe el campamento Alfonsino de parte de los carlistas, lo cual precipita el despliegue de la caballería y todo el ejército liberal. La siguiente escena nos muestra en un banquete íntimo, en París, a Isabel II comentando a su cuñado, el Duque de Montpensier, que Carlos VII ha cruzado la frontera con su plana mayor, con lo cual, ha finalizado la guerra, pronunciando su famoso “Volveré”, a lo que el Duque responde que con Cánovas del Castillo en el poder, ni la Reina Isabel II ni el Pretendiente Carlos VII volverán jamás a España. Con esta breve alusión se finiquita el asunto carlista en esta película y yo, como Carlos VII, al acabar este segundo artículo sobre carlismo y cine exclamo lo mismo: “Volveré”.
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