La pandemia de POLITICAVIRUS deriva de la enfermedad vírica del ejercicio del poder por dirigentes que lo son sin la aptitud suficiente para serlo. Su origen viene de antiguo, con cepas que mutan permanentemente y que desarrollan una alta capacidad de contagio entre personas, ofreciendo nula resistencia todos aquellos que ya han experimentado como “vividores de lo público”. Estos sólo tratan de perpetuarse en una patología que les da la oportunidad de obtener una ganancia patrimonial mucho más abundante que la que conseguirían en el mercado laboral, a la vez que ocupan un tiempo que en otros escenarios resultaría prácticamente inservible a su propio interés particular.
El Politicavirus, es un virus inverso, ya que la escuela programática y educacional es para lograr el mejor y más rápido contagio posible, sobretodo aquel que ofrece cargo y decisión con un fin temporal duradero. Sus efectos se miden por legislaturas. Se transmite generalmente en sedes de partido, donde se preparan en cuerpo y mente en una especie de cápsulas preliminares a las que denominan juventudes o nuevas generaciones, que por regla general nunca aportan nada y que suelen servir a una involución de lo conseguido directamente proporcional al avance particular de los candidatos. El político inmune es prácticamente inexistente, y cuando se da se le reduce con celeridad, por cuanto podría suponer el principio del fin de la enfermedad, que como en otras cuestiones ideológicas varias precisa de actualización, nunca de solución, la cual dificultan o directamente vetan, para de esta forma seguir engañando en masa a la ciudadanía.
Otra de las características del Politicavirus es su variedad cromática, pudiendo llegar a mezclarse colores cuando se tratan temas sensibles donde el posicionamiento puede hacer perder votos o escaños. La mezcla cursa con renuncia a los propios principios, a la verdad e incluso a la protección de Derechos Fundamentales si ello asegura la continuidad en la cadena de contagio. A tal fin se suelen crear los que se denominan chiringuitos subvencionados, con el objetivo de configuración, mantenimiento, publicidad y difusión de ideologías abstractas y/o utilización espuria de temas mediáticos tendentes a procurar fuertes mecanismos de transmisión, ya que de lo que se trata es que los contagiados vayan aumentando de forma recurrente y progresiva su carga viral hacia la durabilidad de lo que se denomina erróneamente representación, porque no pueden llamarse representantes quienes no se representan ni a sí mismos.
Se desconoce a ciencia cierta el periodo de incubación, si bien resulta indiscutible como se fabrica e incuba. Los síntomas más comunes son prolíficas charlas y charlatanes, contradicciones insalvables entre periodos de meras candidaturas con nuevos posicionamientos en gobierno y oposición e intentos desmedidos de invasión desde los ejecutivos. Los objetivos más deseados son la Fiscalía, el Poder judicial, Tribunal Constitucional (que dividen de facto en virus conservadores y progresistas) e incluso el control de lo electoral, lugar donde empieza el engaño, haciendo creer al ciudadano que el derecho a voto es suficiente a la Democracia cuando lo que se asegura es precisamente una pandemia de vicio, corrupción y segmentación de cloacas. Si a ello le sumas la subvención a la prensa para asegurar la manipulación de masas por activa y pasiva y el sesgo educacional hacia el adoctrinamiento borrigueril, el estercolero es completo.
Las medidas de prevención recomendadas todavía no se han definido porque a los pandémicos no les interesa ni prevenir ni curar, aunque todo el mundo sabe que incluyen transparencia, honestidad, rigor técnico y gran capacitación profesional con el único objetivo del servicio público, con un desempeño que prime el interés general y que aborde las reformas estructurales necesarias para garantizar y equilibrar el sistema, para que la igualdad sea real y no un mero anuncio y para que la ciudadanía goce de libertad sin paliativos y no de un espejismo con apariencia de Democracia.
La política actual no va a ofrecer la solución porque vive en la enfermedad y de ella, de nuestra vulnerabilidad, conformismo y anestesia. La sociedad civil, mediante su movilización constituye el único camino hacia el equilibrio de un estado democrático de derecho pleno que nos proteja, empezando de quien lo viene perturbando en alternancia desde hace décadas, con el denominador común de ser cepas del mismo virus y a los que increíblemente se sigue votando mayoritariamente para guiar nuestro destino cuando proponen una y otra vez, más de lo mismo e incluso todavía peor.
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