El «alto el fuego» ha terminado en el Sáhara. Leo las escasas noticias que son publicadas por nuestros medios informativos, mayormente manipulados y sojuzgados por el poder gubernamental del Estado Español. La información transmitida es que se ha «reabierto» un paso fronterizo que ya funcionaba. Que España abandonó ese territorio y entonces fue ocupado por Marruecos. Que muchos no reconocen su soberanía. Desde luego no se habla de los sucesivos muros que, imitando una enorme muralla, dotados de alta tecnología y minando el territorio, parcelan el Sáhara desde el norte hasta el sur. Tampoco de las manifestaciones que han tenido lugar en el Aaiún con multitud de detenciones y actos violentos. No hacen referencia al extraño juego político en el que el Estado vecino aumentó la extensión de sus aguas territoriales hasta 350 millas, englobando las aguas territoriales del archipiélago canario y, por supuesto, montañas subterráneas de gran valor económico. Tampoco que el Estado marroquí ya ha contratado prospecciones petrolíferas con empresas británicas. El monarca marroquí, en el discurso anual conmemorativo de la Marcha Verde (llamada marcha del hambre o de los miserables por el Frente Polisario) se muestra «generoso» dispuesto a discutir con España el solapamiento de las aguas. Al mismo tiempo que cuando ocurre cualquier cambio político, o nueva reivindicación territorial, se multiplican las llegadas a Canarias de miles de inmigrantes irregulares. Exponen sus vidas y van convirtiendo Canarias en un gigantesco campo de refugiados. En conjunto es una extraña partida de ajedrez en la que a uno de los contendientes se le nota «fácilmente» sus torpes intenciones, que no se molesta en ocultar, mientras el otro no se atreve a «mover ficha» atenazado por el pánico, los intereses oscuros, la indecisión y el miedo.
Quizás sea necesario hacer un poco de memoria. El convenio franco-español de Paris, en 1900, marcó el «status» de lo que hoy conocemos como Sáharra Occidental y de los entonces llamados «Territorios españoles en el Golfo de Guinea». Es curioso que la legalidad viniera de un acuerdo con el país vecino y es meritorio llegar al mismo en un momento de especial debilidad después de la llamada «crisis del 98». Ese hecho marcó una extraordinaria habilidad diplomática cuando España se encontraba debilitada y desacreditada. El 14 de Noviembre de 1975 tiene lugar el luctuoso «Acuerdo tripartido de Madrid» también llamado «Declaración de principios entre España, Marruecos y Mauritania». Mediante ese «acuerdo» España se retiraba del territorio y se dividía en dos partes administradas por Marruecos y Mauritania. Sin embargo la administración era «tripartita». El Estado español seguía estando presente en la administración. Ningún organismo internacional admitió nunca semejante componenda. En la práctica el ejército español se retiró, sufriendo un malestar generalizado, y el ejército marroquí ocupó la totalidad del territorio anexionándolo. En opinión de muchos fue un acto ilegal. El Partido Socialista fue cambiando de actitud. Desde defender la autodeterminación de los habitantes de aquella tierra hasta aceptar la hospitalidad marroquí y abandonar la defensa de aquellas minorías de bereberes, abandonados para siempre a unos derechos teóricos que jamás llegarían a buen término. Se construyeron muros de elevada tecnología con ayuda francesa y norteamericana. Finalmente alcanzaron un «alto el fuego». Ha durado dieciocho años. La «brecha de Al Gargarat» es una delgada franja de terreno que en los acuerdos de «alto el fuego» permanecía bajo control del Frente Polisario. Su importancia cada vez es mayor debido a que «ilegalmente», las fuerzas marroquíes la convirtieron en un punto de tráfico de mercancías violando lo acordado. Esa delgada franja tiene una función secundaria que es aislar Marruecos de Mauritania. En el proyecto del «Gran Marruecos» figura todo el Sáhara, la totalidad de Mauritania, hasta el río Senegal, parte de Argelia, las ciudades de Ceuta y Melilla, además del archipiélago canario. El Sáhara Occidental tenía la consideración de provincia española. De hecho, ya en plena retirada y conflicto, se dictó un decreto que permitía a los saharauis nacidos antes de 1975 adquirir la nacionalidad española. La inmensa mayoría de los habitantes no tuvo acceso a esta información. Una población nómada, en gran parte analfabeta e inmensa en un duro conflicto bélico, no podía prestar atención a lo publicado en el BOE. Una posterior sentencia de la Sala Primera del Tribunal Supremo establece, en recurso de casación, que este derecho no existe. Diversas resoluciones de la ONU amparan el derecho a la autodeterminación del Sáhara pero son, en la práctica, ambiguas y no llegan a aplicarse. La mayoría de los partidos políticos españoles evitan pronunciarse sobre estos temas. El 20 de Marzo del 2018 tuvo lugar una destacada conferencia, en la Asociación Española de Militares Escritores, sobre «El Sáhara español. Desde la soberanía de España a la descolonización». Numerosos militares, ya en situación de retirados, que vivieron aquellos dramáticos momentos comentaron los pormenores de la situación. Las tropas allí desplegadas fueron con la idea de que «iban a defender un territorio de España» igual a cualquier otro. Sucesivas visitas de políticos fueron, en realidad, posibles engaños pues aparentando que pretendían solucionar el conflicto, es muy probable que viajaran a Marruecos solicitando la salvaguardia de sus negocios. El hoy rey emérito viajó para dar «moral y ánimo» a las tropas desplegadas. El ponente comentó que, sobre ese punto «es mejor no hablar». Algunos escritores como el fallecido Eduardo Pérez Reverte, autor de «El médico de Ifni» mantenían la tesis de que dicho conflicto inconcluso es, en realidad, el origen de una casta peculiar de personas que luego ocuparon puestos destacados en la llamada «Transición» pero que responderían a lo que hoy llamamos «las cloacas del Estado».
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