Ni siquiera el recrudecimiento de la pandemia ha servido para detener esta avalancha violenta dirigida desde el Foro de Sao Paulo contra la sociedad colombiana.
Creen, en su fanática obnubilación, que por ese camino van a derribar el establecimiento y conquistar el poder que les ha sido negado sistemáticamente por la vía de las urnas.
Pero la historia nos enseña lo contrario: Durante cinco décadas las huestes comunistas patrocinadas inicialmente por Rusia, China y Cuba, y financiadas luego por el narcotráfico, el secuestro y la extorsión, entre otros negocios ilícitos, bañaron en sangre al país, pero no lograron jamás el apoyo popular.
La justificación del humillante pacto de La Habana como el cese de la guerra es una descomunal mentira, pues aquí, en vez de guerra, lo que ha existido son unas bandas de narcoterroristas amparadas por el partido comunista. Cuando el partido Farc se hizo contar en las urnas apenas alcanzó 50.000 votos, una miseria.
Sin embargo, la política del odio de clases continúa pues para ellos no hay otra. En lugar de razones utilizan la piedra, las “papas-bomba”, los cocteles “molotov”, la agresión a la fuerza pública, el daño a la propiedad pública y privada y la violación de los más elementales derechos de los ciudadanos.
Lo de este sábado en Bogotá, Medellín y otras ciudades nos ha llenado la taza a los colombianos. No vamos a seguir permitiendo el imperio de unos cuantos bárbaros disfrazados de estudiantes. Y si lo son, que actúen como tales, pues si estudian es gracias al esfuerzo de sus padres y al de todos los contribuyentes que sostenemos el sistema educativo.
Basta ya de delegar en alcaldes izquierdistas el control del orden público y el mando de las Fuerzas Armadas y de Policía, que corresponde por mandato de la Constitución al Presidente de la República.
Pongámosle freno a estos alcaldes de la izquierda radical que se hicieron elegir ocultando su verdadero ADN marxista, y ahora se dedican a facilitar las marchas violentas, a impedir la acción controladora de la Policía y a dejar desamparados a los honestos ciudadanos que sólo reclaman tranquilidad para trabajar y desarrollar sus normales actividades .
Si las autoridades locales y nacionales no cumplen con su deber, ejerzamos los recursos que nos brinda la ley para defendernos: Documentemos los daños; hagamos solicitudes de protección por escrito a los alcaldes para que nos protejan y, una vez comprobada su negligencia, demandemos al Estado por perjuicios; interpongamos tutelas para que se nos amparen nuestros derechos constitucionales; participemos activamente en la promoción de la revocatoria de estos alcaldes proclives al marxismo. Pero no nos quedemos callados, no agachemos la cabeza para recibir más golpes.
La fiebre no está en las sábanas. El país está corrompido desde sus raíces y “descuadernado”, como diría Carlos Lleras, en todos los órdenes. Necesitamos reordenarlo. Y para ello, ALIANZA RECONSTRUCCION COLOMBIA propone que nos unamos las mayorías silenciosas de este país, las que han salido en su ayuda en los momentos de crisis, para que en 2022 tomemos la mayoría del Congreso y la Presidencia, y trabajemos por la reconstrucción de la Patria. Convirtamos las próximas elecciones al Congreso en un verdadero plebiscito a favor de la reconstrucción de Colombia.
Solo necesitamos 300 líderes, como los 300 espartanos del paso de las Termópilas, para salvar al país de la hecatombe y de la subversión de valores que vivimos. Con 300 líderes honestos, comprometidos con la tarea de reconstruir a Colombia, lo lograremos. Únete ya a nosotros en www.alianzareconstruccioncolombia.org “Reconstrucción o catástrofe”
Por: Luis Alfonso García Carmona, Presidente de Alianza reconstrucción Colombia
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